Accouchement (Parte 1)

Dejé
que Teddy durmiera un poco más mientras le hacía el desayuno, Brigitte siempre
me despertaba diciendo que tenía hambre, y no sé a quién de los dos había
salido en eso, ya que nos llevamos todo el día comiendo. Una por glotona, otra
por embarazada y otro por tener que recuperar aún fuerzas después de todo lo
que había pasado.
Y
entre bocado y bocado nos fuimos poniendo al día de todo. Bueno, más bien yo le
puse a él, con la ayuda de Brigitte contando a su manera lo que había hecho, la
mitad de las veces no se la entendía muy bien, pero los tres éramos felices en
ese momento.
Tras
el almuerzo, que consistió en un buen estofado de carne y patatas con zumo de
calabaza nos echamos los tres en el sofá. Yo fui la primera en caer redonda,
tumbada en la parte del chaiselongue y Teddy con Brigitte encima en la otra
parte para que durmiera la siesta, aunque creo que los dos cayeron a la misma
vez.
Ahora,
me despierto sumida en un completo silencio, tan solo oigo el silbar del viento
por culpa de la corriente que hay. Corriente que antes no estaba. Me levanto
lentamente del sofá, sentándome primero y sujetándome la barriga muy incómoda.
Noto cierto molestar en la parte más baja, y por lo que me pude tocar esta
mañana, creo que el bebé ya está colocado.
Miro
hacia atrás, lo primero que veo es la
hora. ¿Las siete y media de la tarde ya? ¿Tanto he dormido? Parpadeo un par de
veces incrédula y luego me fijo que la ventana de detrás está un poco abierta,
pero en el frontal de la casa no hay ninguna, por lo que tras respirar un par
de veces lentamente, reúno fuerzas para levantarme. Voy andando hacia el
pasillo, con las piernas abiertas del todo, demasiado molesta por la barriga.
Me acuerdo cuando mi madre al principio del embarazo se rio de mi diciendo que
ya andaba como una embarazada a pesar de que yo le negara de que no era así,
pero ahora sin duda no habría forma de negarlo, ya que parezco un orangután
andando. Y ni quiero imaginar lo que es verme al subir una escalera.
Me
encuentro con la puerta de la calle un poco abierta, por eso no he oído nada al
despertarme, seguro que están en el porche, eso es, no ha pasado nada malo.
Pero casi, ya que nada más salir me los encuentro en mitad de la playa, ambos
sentados en la arena con un par de cubos y palas jugando con esta. Lo primero
que pienso es que están en el perímetro de seguridad por la capa protectora,
así que puedo respirar tranquila por eso. Me apoyo en la viga de madera blanca
antes de bajar las escaleras, sonriendo mientras guardo esa escena en mi
memoria. Pero no me da tiempo a poner un pie en el escalón de abajo, ya que
noto como un líquido caliente me recorre por las piernas hasta que forma un
charco en el suelo.
Miro
hacia abajo mientras me subo un poco el camisón, durante unos segundos no sé
qué hacer, el pánico se ha apoderado de mi cuerpo. Estoy de parto.
Por
las barbas de Merlín, estoy de parto.
Levanto
la cabeza para llamar a Teddy, que no se ha percatado aún de que he salido,
cuando un calambre atroz me recorre desde la parte baja de la espalda hasta mis
partes íntimas. Pego un pequeño grito mientras me agarro a la viga y me echo
hacia delante, aguantándome la barriga por abajo como si se me fuera a caer de
un momento a otro.
Creo
que no hace falta que llame a Teddy ya, porque cuando abro los ojos tras el
calambrazo, ya está de pie con Brigitte en brazos y los juguetes en una mano
corriendo hacia mí.
En
cuanto llega y sube las escaleras, deja a la niña en el suelo y tira los
cubitos al porche. Mira el charco que tengo entre los pies descalzos con los
ojos muy abiertos y luego me mira a mí.
—¿Ya
viene?— me pregunta bastante anonadado.
—Ya
viene— le respondo asintiendo.
Brigitte
nos mira a los dos sin saber muy bien que es lo que está pasando. Teddy la coge
en brazos y me tiende una mano para que me apoye en él. Lentamente, entramos
los tres en la casa y una vez que estamos dentro comienzo a lanzar preguntas y
órdenes sin parar.
—¿Ha
merendando?
—Un
zumo de manzana y tres galletas —asiente Teddy mientras habla.
—¿Le
has echado crema?
—Por
todo el cuerpo y doble en la cara. No he perdido facultades como estarás
comprobando.— Eso hace que me robe una pequeña sonrisa mientras yo asiento esta
vez.
—Vale,
ve primero a la cocina a escribirle una carta a mis padres para que vengan a
por Brigitte. Tengo su cena ya lista en la nevera, es crema de calabaza, sácala
para que no se te olvide y que se la lleven por si acaso. Si se queda con
hambre, que le hagan también un par de salchichas. Mientras les escribe yo voy
subiendo, para cuando lleguen ellos ya la habremos duchado en un momento y
preparado su mochila para que pase la noche fuera. Luego cuando escriba a mis
padres envía una lechuza a San Mungo, departamento de comadronas, en cuanto
llegue, ellas allí ya sabrán que hacer. Solo espero que esté Trixie en el turno
de hoy porque ya hablé con ella que quería que me asistiera… Tienes que estar
atento a cuando llegue, porque lo harán mediante polvos flú, recuerda que
siempre usamos esa técnica para llegar antes a las casas. Y… y…
No
puedo decir nada más porque otro calambrazo me recorre en el mismo sitio, y me
limito a cerrar los ojos y apretar mucho los labios para no gritar delante de
la niña y asustarla.
—Vale,
lo tengo todo. Dos lechuzas, cena fuera, baño, mochila, parto.
Teddy
asiente y no puedo reprimir una risa por la forma en la que lo ha dicho. Creo
que está hasta más nervioso que yo. Con Brigitte de nuevo en el suelo después
de que Teddy haya salido volando a la cocina, le tiendo la mano a mi hija y le
sonrío.
—Vamos
cariño, es la hora del baño, ¿vale?
Mi
niña asiente, más perdida que un troll en las mazmorras y me coge de la mano mientras
voy hacia las escaleras. Me apoyo en la barandilla y voy subiendo escalón a
escalón lentamente, bastante jorobada y con la otra mano sujetándome la
barriga. Brigitte es más deprisa que yo y me adelanta por unos tres escalones,
y cada vez que subo uno se me queda mirando sin saber qué hacer.
No
avanzo más hasta la mitad, cuando llega Teddy y me dice que ya lo ha hecho
todo. Me pasa un brazo por la cintura y coge uno mío para pasarlo por sus
hombros y así me ayuda a subir hasta la segunda planta. Él se adelanta y lleva
a Brigitte al baño montada en el hombro mientras ella se parte de la risa, ya
que parece un poco asustada.
Cuando
entro yo en su habitación, cojo su mochila favorita rosa con unos gatitos
blancos y comienzo a dar vueltas por la habitación sacando todo lo necesario.
Pijama, calcetines, zapatillas, otra muda por si acaso, un pañal para la noche,
su peluche favorito que es un osito marrón, un cuento para dormir, el peine y
su bote para desenredarle el pelo por la mañana y… ¿y qué más? Estoy en medio
del cuarto mirando alrededor por si me falta algo más cuando siento otra
contracción y me doblo hacia delante, dejando caer la mochila al suelo y
saliéndose un poco de lo que había metido.
Teddy
sale del baño con Brigitte envuelta en una toalla y la deja de pie en la cama.
Yo voy hacia esta para sentarme y Teddy me está pasando su ropa para vestirla
cuando veo que entra alguien en la habitación. La sorpresa que me llevo es que
ese alguien es Dominique.
—¿Qué
haces aquí? —Le suelto así sin más.
—Eh…
mamá y papá están fuera, Louis también. Estaba sola en casa cuando he recibido
la lechuza y he venido a por la niña.
Me
quedo mirándola sin saber que decir. He parado de frotarle el cuerpo a Brigitte
con la toalla, y mi mirada ha pasado de mi hermana, a mi hija y a Teddy, que me
mira sin saber que decir tampoco.
Es
que a ver, me perdoné ayer con ella y… ¿ahora se iba a llevar a mi hija para
cuidarla? Nunca lo ha hecho, me refiero, no sabe hacerlo, ¿y si le pasa algo a
la niña? ¿Y si mis padres tardan mucho en regresar? ¿Y si Brigitte no reconoce
a su propia tía y no quiere irse con ella?
Vuelvo
a mirar a mi hermana sin saber que responderle. Pero inconscientemente mi labio
inferior ha comenzado a temblar y mis ojos se han vuelto acuosos. Teddy viene
corriendo hacia la cama y deja los vaqueros de Brigitte sobre la colcha.
—No
va a pasar nada, ¿vale cariño? Brigitte se irá con Dom y tus padres volverán en
menos de lo que se dice quidditch.
Teddy
me quita la toalla de las manos mientras él se sigue encargando de la niña, ya
que lo único que he hecho ha sido mirarle mientras por mi rostro corre unas
lágrimas silenciosas. Vuelve a darme otra contracción y aprieto el puño en la
colcha rosa de mi hija mientras me llevo una mano a la boca para no gritar.
No
quiero que la niña me vea así, no sabe lo que está pasando y no quiero que se
vaya con miedo de aquí. Puedo ver por el rabillo del ojo como Dom se acerca y
se sienta a mi lado, me frota la espalda con una mano y me echa el pelo hacia
atrás.
—Va
a ir todo bien Vic, confía en mí.
¿Me
acaba de decir que confíe en ella? La miro mientras asiento y me paso las manos
por la cara para limpiarme esta. Las hormonas ya me están matando y me queda
mucha noche por delante.
Teddy
es tan veloz como la luz, porque en nada ha vestido a Brigitte y ha recogido la
mochila que seguía en el suelo, volviendo a ordenar todo lo de dentro. Parece
que por muchos meses que haya pasado, no ha perdido facultades o se ha olvidado
de nada. Una vez que cierra la mochila, se la tienda a Dom y se me queda
mirando.
Agarro
a Brigitte de las manos y la acerco a mí, ya que sigue de pie en la cama. Le
sonrío para ver que todo va bien y me sorbo los mocos por el repentino llanto.
—Cariño,
vas a irte a casa de los abuelos con la tía Dom ¿vale? La abuela Fleur te dará
de cenar y podrás jugar un poco con el tío Louis... y la tía Dom antes de
dormir — le hinco un dedo en la barriga, porque sé que siempre quiere hacer eso
allí antes de acostarse—. Hazle caso a la tía Dom hasta que vengan los abuelos
¿vale, cariño? Puedes enseñarle todas las muñecas que tienes allí o podéis
dibujar mientras… Y mañana después de desayunar ya estarás aquí de nuevo para
conocer al hermanito.
—¿Hemanito?
Asiento
sonriendo, no he sido consciente de que mientras le explicaba todo a mi hija he
vuelto a llorar. Creo que me voy a llevar toda la noche llorando como siga así,
y no lo pongo en duda tampoco.
Le
acaricio el pelo mientras se lo coloco detrás de sus pequeñas orejas y luego me
la acerco a mí para abrazarla y seguir llorando. Brigitte me rodea el cuello
con sus bracitos y cuando se separa me da un beso en la punta de la nariz, lo
que me saca una risa. Le lleno la cara de besos antes de volver a abrazarla y
Teddy tiene que venir para quitármela literalmente de los brazos y pasársela a
Dominique.
Antes
de que esta la coja en brazos, puedo notar como mi hermana me da un apretón en
la mano. Una vez que se ha levantado, me despido de ellas con la mano y
Brigitte me responde del mismo modo desde la puerta.
—Ya
mismo vuelvo — me dice Teddy yendo con ellas escaleras abajo para darle la cena
y acompañarlas a la puerta.
En
cuanto desaparecen de mi vista, me dejo apoyar la espalda en el cabecero de la
cama y hundo el rostro entre las manos volviendo a llorar.
No
sé cuánto tiempo me llevo así, solo reparo en el tiempo que ha pasado cuando
Teddy entra en el dormitorio de nuevo y se sienta delante de mí. Sin decirle
nada, le abrazo y sigo llorando medio minuto más hasta que otra contracción
llega, con esta ahora me dejo llevar y grito plácidamente apoyando mi cara en
su hombro. No recordaba que estas fueran tan dolorosas, con el parto de
Brigitte me acuerdo como todo fue como la seda, en este… parece que la cosa va
a ser muy distinta.
Noto
como Teddy me frota la espalda mientras me deja un par de besos en la cabeza y
me agarra de los hombros para separarme.
—Tenemos
que llegar al dormitorio. Trixie estará al llegar y tú tienes que tumbarte ya,
vamos para arriba, cariño.
Me
ayuda a levantarme y me dejo caer en su espalda para subir las escaleras
mientras él tira de mí. No quiero hacerlo de esta forma, no quiero hacerle
daño. No tiene aún las heridas cerradas por mucho que ayer me ayudara la tía
Hermione y no quiero hacerle más daño, pero en realidad es la forma más fácil y
rápida para subir. Y en cuanto llegamos a la planta de arriba me suelto de él
para apoyarme en la pared, pero como si me leyera el pensamiento, me pasa una
mano por la cintura.
—Estoy
bien Vic, no te preocupes.
Si
antes se me hacía difícil subir las escaleras o andar con simples molestias,
nadie se puede imaginar lo que es ahora con contracciones y dolores por casi
todo el cuerpo. La siguiente la noto llegar y comienzo a respirar tal y como
debería de hacer hecho desde el principio, y por fin entramos al cuarto.
Voy
directa al baño, me quito las bragas y me seco mis partes íntimas y las piernas
antes de que la cosa se ponga peor, ya que resulta un poco incómodo mientras
tanto. Me quito también el camisón largo y me quedo desnuda de cintura para
abajo. Poniéndome tan solo una camiseta de pijama de mangas cortas que se
abotona por delante para más tarde, ya que la tenía preparada para este
momento.
—Busca
toallas, y por alguna parte del baño de abajo tiene que estar el barreño para
llenarlo de agua. Trixie lo querrá para más tarde. Y almohadones y cojines,
necesito más cojines para la cama.
Teddy
asiente y desaparece con un ‘crack’ delante de mí. A los pocos segundos vuelve
a aparecer al lado de la cama, con todos los cojines del salón dejándolos caer
en esta y varias almohadas de los otros cuartos de la casa. Con todo esto, me
construye un fuerte blandito en la cama para que pueda estar incorporada en
esta y bastante cómoda para el parto. Cuando está terminando, he llegado a su
lado y me señala la cama con ambos brazos como si me enseñara una gran obra de
arte. No puedo aguantar una risa y me dejo caer sobre él para besarle.
—Te
quiero tanto… —le digo.
—Lo
sé —se encoge de hombros como si fuera algo que no pudiera hacer—. Y ahora
acuéstate, tienes que traer a nuestro hijo al mundo.
Y
ahí está de nuevo, esa punzada en el pecho de puro pánico.
Le
cojo la mano que me tiende y con su ayuda me acomodo entre todas las almohadas
que me ha preparado, tapándome las piernas desnudas con las sábanas y antes de
que pueda decirle algo, se escucha una voz.
—¡¿Hola?!
¡¿Hay alguien en casa!? — grita alguien desde la planta baja de la casa.
Trixie
ya ha llegado. Le hago un espaviento con la mano para que se vaya y Teddy
vuelve a desaparecer, a los segundos ya oigo sus voces desde abajo, ambos
mantienen una conversación que desde aquí arriba no puedo llegar a escuchar.
Pero poco a poco sus voces se van haciendo más fuertes ya que han decidido usar
la escalera y en unos minutos han entrado en la habitación.
Nada
más verme Trixie, esboza una sonrisa de oreja a oreja y deja el maletín al lado
de mis pies para venir a abrazarme.
Ayer
por la mañana les escribí a ella y al resto de mis compañeras y amigas,
diciéndoles que Teddy había regresado, no entré en muchos detalles, solo lo
justo y necesario además de actualizarles mi estado. Para que por ejemplo
ahora, no le pillara de sorpresa al verlo abajo sin saberlo. Al separarse, aún con una sonrisa en
los labios, empieza a ponerse manos a la obra.
Comienza
a toquetear mi barriga con las manos mirándola y asintiendo al final.
—Vamos
a escuchar el latido, a ver cómo va.
Trixie
extiende su mano y sale de inmediato la varita de ella, alargándose por esta,
abre con un movimiento el maletín y saca el estetoscopio, se lo coloca y
comienza a poner el metal circular frío por mi barriga. Después me lo pasa y me
calmo al ver que sus latidos están perfectamente. No sabía ni siquiera que
estaba tan tensa, ya que nada más oírlo mi cuerpo entero se relaja.
—Está
perfecto. ¿Algo que tenga que saber?
Miro
el reloj que está sobre la chimenea, y cuento en mi cabeza el tiempo que ha
pasado desde que tuve que romper aguas.
—Ha
pasado casi una hora, puede que un poco más desde que rompí aguas, las
contracciones me vienen cada veinte minutos. Si he dilatado algo tendrás que
averiguarlo ya tú — le sonrío y miro a Teddy, que está de pie al lado contrario
de la cama, sin dejar de moverse en el sitio y con los brazos cruzados.
Trixie
vuelve a guardarse la varita y saca unos guantes. Una vez puestos, dobla la
sábana hasta mis rodillas y yo flexiono las piernas abriéndolas. Parpadeo
varias veces seguidas alzando las cejas y mirando al techo cuando noto sus
dedos. Al poco, se quita los guantes y me mira.
—El
cuello del útero está bien, has dilatado dos centímetros, así que habrá que
esperar a que eso avance un poco más para ver como proseguirás.
Asiento
antes de que una nueva contracción venga y comienzo a respirar mientras me
aferro a un cojín.
—Eso
es Vic, vamos, respira conmigo, uno, dos, dos. Otra vez, uno, dos, dos… —me
dice Trixie mientras yo le asiento siguiendo la respiración.
Cuando
la contracción se pasa, le dirijo una mirada a mi marido.
—Por
favor, no te quedes ahí quieto, me estás poniendo nerviosa. Baja y prepárale un
té a Trixie y algo de comer, seguramente no le habrá dado tiempo ni a cenar. A
mí tráeme agua, mucha agua.
Teddy
asiente de inmediato y levanta los pulgares mientras sale por la puerta
corriendo. Creo que estaba deseando salir de la habitación. Gracias a Merlín,
una vez que ya no le veo por el pasillo, me giro hacia el lado derecho,
recolocando varios cojines para estar más cómoda y me quedo así tumbada con las
piernas flexionadas. En esa postura, la parte baja de la espalda la tengo más
relajada y me duele menos. Trixie se acerca y se sienta a mi lado mientras me
acaricia la espalda.
—Cuéntame
—le digo—. ¿Cómo están las demás? Hace tiempo que no sé nada de ellas, Patsy me
escribió un par de cartas hará casi un mes y desde entonces no hemos vuelto a hablar.
En
estos meses nos habíamos distanciado un poquito. No por el hecho de que hubiera
pasado algo con ellas, si no que yo… al no estar tan ausente en mi vida, dejé
todo de lado. Al principio del embarazo seguía yendo al hospital y trabajaba,
pensaba darme de baja cuando llegara a los seis meses, estar yo embarazada no
me impedía traer otros niños al mundo, pero… cuando desapareció Teddy…
Ellas
comenzaron a visitarme, ya que no acudía a las citas que me correspondían, al
menos venían a casa a hacerme las revisiones que me tocaban. Aunque al
principio yo me negaba a ello, no salía de la cama y tampoco dejaba que nadie
entrara en la habitación. Pero un día, Trixie ignoró a mi madre y entró como un
vendaval, gritándome a los cuatro vientos cosas que ni quiero recordar, aunque
luego se calmó cuando me vio de nuevo llorar y me abrazó inmediatamente.
En
esa misma semana, se turnaron entre todas para venir a visitarme cada día una,
me atiborraron a pastales y hasta a Brigitte le cayó más de un regalo también.
Volví a recaer muchas veces más en ese mismo mes, hasta que ese día la abuela
Molly me gritó y me vi obligada a ir al hospital con ella y mi madre, aunque si
hubiera sido por Trixie, ella misma hubiera traído en brazos la máquina para
hacerme la ecografía en casa.
Los
meses más tarde aunque estaba algo más viva, me aislé del mundo exterior a
excepción de mi familia, así que se limitaron a enviarme cartas ya que no me
veían a pesar de que vinieran a casa.
Y
por eso me sentía tan absolutamente mal, no sabría cómo pedirles perdón a todas
ellas. Después de tantos años, había conseguido unas amigas que valían oro y
las había dejado de lado por motivos que eran superiores a mí.
—Patsy
casi me tira por las escaleras para venir ella — me dice con una sonrisa mientras
se le marca el hoyuelo en la mejilla derecha. — Está deseando de venir a verte
y a Brigitte, pero ahora tendrá que esperar un poco más para ello, aunque
seguro que mañana viene ella para controlar que todo sigue bien. Si la
supervisora Angela no se entera, incluso podremos venir las dos — me susurra
como si la propia supervisora estuviera detrás nuestra.
Le
sonrío imaginándome a Patsy, recogiéndose ese pelo rojo que tiene tan claro
rápidamente nada más recibir nuestra lechuza e insistiendo a Trixie de que
podría ir ella.
—Ella
y Delia han terminado de mudarse por fin, y están preparando la boda para
Navidad. Delia quiere que sea mientras nieve, así que tendremos que ir buscando
un buen modelito para no morirnos de frío —se ríe mientras se acomoda un poco en
la cama cruzando las piernas—. Julienne sigue tan agobiada y organizada como
siempre, no ha cambiado mucho en este tiempo y Monica… bueno, ya sabes cómo es,
quería traerte siempre alguna tarta, últimamente le ha dado por hacer tartas de
limón y lleva casi todos los días una. Mañana te traeré la que lleve.
Asiento
con una débil sonrisa y le cojo la mano a Trixie, ella fija su mirada
rápidamente en mí, y yo balbuceo como puedo.
—Lo
siento… Lo siento mucho… Yo… Yo no…— no me salen las palabras, pero lo que sí
que me salen son las lágrimas, ya que comienzo a llorar y cierro los ojos
fuertemente.
—Shh,
no tienes que sentir nada — noto por el movimiento que hace como Trixie se
acerca más hacia mí y me acaricia el pelo. Me inclino hacia ella un poco y me
aferro más fuertemente a su mano. Ella ha estado aquí más tiempo intentando
sacarme de la oscuridad donde estaba que mi propia hermana, y eso se lo deberé
toda la vida—. Ya está, Victoire por favor.
Me
da un par de palmaditas en los hombros antes de que alguien carraspee y cuando
me giro hacia la puerta, veo a Teddy con una bandeja a punto de entrar en la
habitación, serio y mirándonos sin saber que decir.
Trixie
se coloca de pie pasándose los dedos por debajo de los ojos, impidiendo que
ninguna lágrima se le escape. Va hacia él y coge la bandeja de sus brazos.
—Gracias
Ted.
Trixie
deja la bandeja al lado de mi mesita de noche para que pueda coger el agua y le
doy unos buenos sorbos. Ha traído una jarra para que podamos rellenarla cada
vez que se acabe esta.
—He
traído también un par de sándwiches para ti. Recuerdo el parto de Brigitte, no parabas
de comer al principio —dice acercándose a la cama y sentándose a mi lado.
—Gracias
cariño —le sonrío mientras le agarro la mano y le doy un beso en esta.
Debería
de comer algo, por lo que cojo un trozo de sándwich, relleno de jamón york, una
loncha de queso y un poco de tomate y comienzo a darle bocaditos pequeños.
Consigo comer uno medianamente bien entre contracciones que controlo bastante.
En cuanto termino de comer, comienzo a dar vueltas con la ayuda de Teddy
apoyándome en él, por la habitación y el rellano de la tercera planta. Me he
puesto mi bata por encima para no… bueno, para no estar tan desnuda mientras
paseo. Me es imposible estar tanto tiempo quieta y además así espero que no me
dé ganas de vomitar. Por lo que tras media hora andando despacio, y parándome
por cada contracción, vuelvo a tumbarme en la cama sobre los cojines.
En
las dos horas siguientes intento dormir algo, o al menos descansar todo lo que
puedo. No consigo dormir mucho tiempo seguido, intento encontrar la postura
perfecta y a veces cuando cierro los ojos me viene justo una contracción que
impide que mis párpados caigan. Pero en cuanto se pasan, quizás consigo dormir
durante unos diez minutos seguidos como mucho, ya que cada vez están siendo más
intensas.
Tengo
que incorporarme para que Trixie vuelva a examinarme ahí abajo y tras un
vistazo rápido me confirma que ya he dilatado siete centímetros. Suspiro
agotada mientras Teddy me acomoda todas las almohadas para que pueda estar
sentada y cómoda en la cama y una vez que ha terminado me echo hacia atrás.
Aunque tengo que levantarme literalmente volando (dentro de lo que la rapidez
por la barriga me lo permite) hacia el baño para no hacerme pis encima. Beberse
tres jarras de agua no ha sido muy buena idea.
Una
vez me he vuelto a sentar, parece que no voy a descansar mucho más, ya que las
contracciones son cada vez más seguidas y tengo que mantenerme sentada y
respirando con consciencia para que se me pase el dolor. Teddy está a mi lado,
frotándome la espalda y con una mano agarrada a la mía mientras le aprieto esta
de vez en cuando.
—Estupendo
cariño, ya tienes ocho centímetro, en nada estás empujando — dice Trixie
mientras se incorpora y saca la cabeza de entre mis piernas. A continuación
mira su reloj de muñeca y comienza a calcular algo moviendo los labios, estoy
demasiado cansada como para intentar pensar lo que es.
Dejo
caer la cabeza sobre el hombro de Teddy y siento como me deja un beso en la
sien. Ocho centímetros, esto va demasiado rápido de lo que me hubiera imaginado
y en nada… Noto otra vez esa punzada en el pecho a la misma vez que me viene la
primera contracción más fuerte que las demás y se me escapa un grito.
Veo
a través de los ojos entrecerrados como Trixie ha pegado un pequeño salto del
susto que le he dado y niega con la cabeza.
—No
empujes aún, guarda fuerzas.
No
quiero empujar, créeme que no quiero empujar. Aprieto los dientes, sintiendo
aún el calambrazo que casi me ha recorrido por el cuerpo entero y me vuelvo a
dejar caer de nuevo sobre Teddy, cerrando los ojos fuertemente. Siento su brazo
alrededor de mí, abrazándome cómo puede en esa postura tan incómoda que estamos
ambos y me besa varias veces en la cabeza.
Intento
dejar la mente en blanco y respirar tal y como debo para tranquilizarme, y
parece que funciona hasta la siguiente contracción, la cual me rompo de nuevo
con un grito y consigue ponerme nerviosa otra vez.
Trixie
mira hacia el centro de la fiesta y me separa un poco las piernas, se ajusta
bien un guante y se deja caer sobre la cama un poco doblando una rodilla en el
suelo. Saca la varita y señala hacia la puerta del baño que está abierta, para
hacer que las toallas vengan solas desde el taburete donde estaban, y pone una
bien grande bajo mis piernas como puede, el resto las coloca a mi lado para
poder cogerlas ella más tarde.
—Abre…
abre la ventana también, tengo mucha calor.
Con
un movimiento de muñeca, señala hacia la ventana y esta se abre sola dejando
entrar una suave brisa fresca que me sienta de maravilla nada más notarla. La
habitación estaba demasiado caldeada, y esto parece que me relaja un poco más,
o eso creo. Ya que siento un calambre desde el centro de mi cuerpo que me
recorre por toda la espalda, arqueando esta hacia atrás, va hacia abajo y hacia
delante, rompiendo como si fuera un pequeño trueno entre mis piernas,
concentrándose ahí todo el dolor.
De
mis ojos se escapan un par de lágrimas silenciosas y cierro los ojos,
intentando concentrarme en la respiración. La mano izquierda, la que tengo
libre, la aferro a la funda de una almohada, arrugando esta con todas mis
fuerzas, para colmo siento ahora como una arcada me sube por la garganta.
Con
otra contracción igual de grande que la anterior, comienzo a hiperventilar un
poco, ya que se me ha olvidado por unos segundos respirar contando y es cuando
oigo las palabras más temidas.
—Veo
la cabeza, ahí viene, en la siguiente tienes que empujar Vic —puedo notar el
entusiasmo en su tono de voz.
Pero
yo comienzo a negar la cabeza ligeramente hacia los lados, con los ojos
cerrados, como si fuera una niña de cinco años negándome a tener una pequeña
herida por un corte tonto.
Noto
la mano de Teddy dar dos pequeños apretones a la mía para que reaccione, pero
no puedo hacerlo, ya que en la siguiente contracción que ha llegado antes de lo
que yo quería, me rompo la garganta gritando y no empujo. El dolor es el doble,
ya que siento la presión de él queriendo salir y el calambre por toda la zona.
Pero yo sigo negando la cabeza mientras sigo llorando, esta vez con más
fuerzas. No quiero empujar, no quiero tenerlo, no quiero que mi hijo salga de
mí.
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