La despedida que no tuvo que ser (#FanartSecreto concurso Seliria)
El
sol se había puesto ya hacía tiempo. Recorría el claro del bosque entre un
laberinto de cadáveres. Pocos rostros conocía, pero mis ojos solo buscaban a
uno en concreto.
Habíamos
estado luchando juntos en todo momento, pero cuando noté que se separaba de mi
espalda no me dio buena espina. Dijimos que pasara lo que pasase ninguno se
separaría del otro, y desde que se fue persiguiendo a Sven, tuve esa mala
corazonada.
El
guerrero con el que yo luchaba no me dejó escapar en ningún momento, por suerte
tuve ayuda para acabar con él y cuando quise darme cuenta la batalla ya había
acabado. Nosotros habíamos ganado, pero en mi interior me daba la sensación de
que no.
Me
tropecé con algún miembro de algún cadáver y caí de bruces contra el suelo. Al
incorporarme me aparté el pelo sucio de la cara y fue entonces cuando lo vi. A
unos metros de mí, con la cabeza mirando al cielo.
En
ese momento algo se rompió dentro de mí. Notaba como todo alrededor se movía
demasiado rápido pero mi cuerpo se ralentizó completamente. Mis pensamientos no
encajaban bien, porque lo que yo estaba viendo no tenía sentido ninguno. No
podía haber sucedido eso. No era real, lo que mis ojos veían no eran real.
Fui
poco a poco hacía él. Tenía frío, la temperatura había bajado claramente desde
hacía unos pocos minutos, pero ahora mi cuerpo temblaba sin control. Caí de
rodillas a su lado y me quedé mirándolo durante unos segundos que se me
hicieron eternos.
Siempre
había asociado el rojo con él, el motivo era lógico, sus ojos eran más que
distinguidos entre todos nosotros, pero nunca imaginé que lo asociaría a la
sangre que tenía por todo el cuerpo. Pero sobre todo a la sangre que permanecía
en su abdomen por la perforación que había en él. La sangre roja como el
bermellón recorría todo su torso hasta las piernas, tenía también las manos
impregnadas de ella y hasta en la cara se podía ver algún que otro rastro.
Mi
mente estaba intentando asimilar todo, intentando quedarse con cada milímetro
que veía de su cuerpo, pero cuando mi mirada llegó a su cara fue cuando
reaccioné. Tenía los ojos abiertos, mirando hacia arriba, como si hubiera
buscado algo minutos antes de…
—¡No!
¡No! Seaben… Seaben por favor…
Recogí
su cuerpo entre mis brazos para acunarlo, me abracé a él mientras me balanceaba
y lloraba. No sabía en qué momento exacto había empezado a hacerlo. Al igual
que tampoco supe cuánto tiempo me llevé así. Me separé de él para cogerle el
rostro con ambas manos. Me permití unos segundos para mirarle a los ojos. Esos
ojos que tanto me habían transmitido, que me habían dado mensajes sin palabras,
que me había permitido perderme en ellos durante varias noches. Pero ahora…
estaban fríos, como él. Sus ojos no tenían un punto fijo, seguían mirando a la
nada y eso me desquiciaba. Una de las cosas más bonitas de Seaben era su mirada
y verla así… El temblor aumentó en mis manos.
—Seaben.
Seaben, escúchame. Vamos a arreglar esto, ¿vale? Siempre lo arreglamos todo.
Esto va a salir bien, todo va a estar bien de nuevo. Me prometiste un paseo en
una ciudad desconocida para descubrir todo sus secretos, ¿recuerdas? Tienes que
cumplir tus promesas Seaben, tienes que hacerlo —le sacudí la cabeza mientras
hablaba. Pero él seguía igual, Seaben no se movía.
Ya
sé. En los cuentos el amor verdadero siempre salvaba todo. Y en más de una
ocasión nos había funcionado, ¿por qué no nos iba a funcionar ahora? Yo le amaba,
sé que él me amaba también. Así se solucionaría todo, volveríamos a la
normalidad y podríamos ir a contarle ambos a Drake que todo había salido bien.
Porque ahora todo iría bien.
Me
incliné hacia sus labios, rescatándolo con los míos como muchas veces había
hecho ya. Me obligué a cerrar los ojos,
no podía ver su mirada, pero me concentré en transmitir en ese beso todo lo que
sentía por él. Todas las veces que había cogido mi mano, que me había
acompañado en el lecho hasta caer en el más profundo de los sueños junto a su
lado, todas las veces que habíamos jugado al ajedrez, mientras él intentaba
darme lecciones y otras tantas donde olvidábamos el juego y el verdadero juego
era descubrir al otro entre nuestras caricias y nuestros besos. Intenté que todos
mis sentimientos se trasladasen a su cuerpo con ese simple acto. Me demoré unos
segundos de más, hasta que sentí como sus labios dejaban pequeñas escarchas en
los míos.
Y
cuando me aparté de él, todo seguía igual. Sus ojos no me miraban, su herida no
se había cerrado y ahora su sangre estaba también en algunos sitios de mi
cuerpo. Comencé a negar la cabeza, eso debería de haber funcionado, debería de
haberlo hecho. Las estrellas siempre habían estado junto a nosotros y ahora es
como si ellas se hubieran olvidado. De él. Tenían que bajar a regalarnos un
poquito más de su magia. Con su magia él podría volver a levantarse, sé que
podría hacerlo. Solo necesitaba que me escucharan, que le escucharan. Sé que él
también quería levantarse, sentía que quería abrazarme pero que ahora mismo no podía
hacerlo. Necesitaba que alguien nos escuchara.
—¡Bajad!
¡Bajad y devolvédmelo! Aún no es su hora, por favor. Por favor… Hacedlo por él.
Tiene mucho que vivir, se lo merece, ha luchado demasiado durante toda su vida.
No es justo, por favor, por favor… —Bajé la mirada de nuevo hacia Seaben, me
pasé el antebrazo por mis ojos para borrar las lágrimas que no dejaban de
escaparse de ellos.
Volví
a coger su cuerpo para colocarlo sobre el mío, dejando su cabeza apoyada en mi
brazo, mientras con el otro me dedicaba a acariciarle la cara, a quitarle la
suciedad que tenía en ella. Era demasiado guapo para que estuviera así de sucio,
no podía estar así en esos momentos. Su cara cayó hacia el lado izquierdo, como
si me mirase, como si quisiera mirarme. Terminé de pasar mis dedos por su
cabello, peinándolo hacia un lado, acariciándole por última vez.
—Tienes
que despertar… ¿Por qué no lo haces? Suplícale a las estrellas allá donde
estés, que ellas te oigan porque a mí no lo hacen. Pero por favor vuelve a mí,
nos prometimos muchas cosas, ambos tenemos que cumplirlas todas.
Miré
mi camisa, había una parte donde se salía del pantalón y estaba desgarrada. Me
las arreglé para cortar un trozo lo suficiente pequeño y estrecho para lo que
lo quería. Di el último tirón con la boca para que se soltaran los últimos
hilos y cuando ya lo tenía, busqué su brazo para atar eso a su muñeca. Le hice
dos nudos para que no pudiera soltarse con facilidad.
—¿Lo
ves? Tienes que levantarte o si no te la quitaré ya. Y sé que quieres saber
muchos secretos aún de mí. Pero tú también tienes que contarme algunos. Seaben,
levántate. ¿Por qué no lo haces? ¡Corre o te la quitaré! ¡Levántate Seaben!
Rompí
a llorar de nuevo con el último grito. Le sacudí de nuevo mientras le miraba
entre una niebla por mis lágrimas. Hacía rato que no oía nada más, solo estaba
atenta por si escuchaba su corazón volver a latir, o el sonido de su respiración
de nuevo, pero tan solo oí un temblor en todo mí alrededor. Creía que empezaba
a ser consciente de lo que no iba a pasar, de que no se levantaría… Y así fue
como empezó a faltarme la respiración, no tenía aire que retener, noté un dolor
punzante en mi pecho que no menguaba, comencé a tener calor, las puntas de los
dedos de los pies y manos comenzaron a darme calambre y mi cabeza zumbaba
intentando retener su rostro por última vez ante mis ojos.
—Eirene…
Desperté
de esa burbuja cuando alguien tocó mi hombro. Di un respingo ante la mención de
mí nombre, creyendo que por un segundo había salido de sus labios, pero no, seguían
en la misma posición que la de hacía un segundo. No sabía quién lo había
pronunciado, pero no quería girarme, tan solo quería mirarle un momentito más.
Negué
con la cabeza mientras le volvía a acunar entre mis brazos. Esto no podía estar
pasando. Esto no debería de haber sido así, no debería de haberse separado de
mi lado. Quería que ese momento fuera eterno, que nunca me lo quitaran de mis
brazos, no quería separarme de Seaben nunca. Y aunque sabía que algún día
tendríamos que despedirnos el uno del otro, nunca imaginé que sería de esa
forma.
Comentarios
Publicar un comentario