Destroy the monster (Parte 1)


En cuanto fui consciente de mi situación quise acabar con ella de inmediato. Me llevé un día entero en la biblioteca buscando información de cómo hacerlo. Leí varias opciones para acabar antes de que fuera a más, la mayoría de ellas eran pociones, otras eran comer algo imposible de encontrar aquí en el castillo. Pero todas decían lo mismo, después de los dos meses y medio, era bastante peligroso. Y apreciaba mi mala vida cómo para perderla por algo así. Así que lo decidí aquella noche. En cuanto el feto naciera, lo mataría en el momento y nadie se enteraría.

Cuando me enteré ya era demasiado tarde, me di cuenta porque tenía más barriga de lo normal. Siempre había sido una persona delgada, plana se podía decir. Pero cuando vi que estaba… no gorda, hinchada más de la cuenta quizás. Solo sabía que eso no era normal. Me volví loca buscando alguna prueba que hacerme. Y encontré algo en un libro de la biblioteca, consistía en quemar un mechón de pelo con unas cuantas gotas de sangre. Si la llama salía roja no pasaba nada, pero si la llama era azul… Confirmaba que estabas embarazada. Y nada más ver el azul temblé como nunca en la vida.

No podía ser. No podía estar embarazada de… Rodolphus. Era imposible. Madre nunca nos puso remedio alguno para que esto no pasara, creía que íbamos a llegar virgen al matrimonio. Estaba segura de que mis hermanas lo cumplirían, pero yo… Siempre me he desviado del deseo de todos. Y Rodolphus hacía tiempo que no quiso esperar a la noche de bodas, la cual aún quedaba varios meses para que sucediera.

Yo tampoco me negué en ningún momento. No era el primer chico al que besaba antes de que mis padres nos comprometieran. Y un día en el baño de los prefectos me pilló sola y con la guardia baja, porque no le hablé mal, él tampoco me insultó y por primera vez en mucho tiempo actuamos como dos personas normales y nos dejamos llevar. Nos dejamos llevar tanto que le gustó, y repetimos más de una vez y dos.

Nunca sentí amor por él. Era imposible hacerlo. Mi corazón y devoción fue siempre para otra persona. Para la persona adecuada. Pero no podía decir que no al trato que habían hecho nuestros padres. Si me negaba a ello, mi futuro sería mucho peor que enterarse que ambos tendríamos un hijo antes del matrimonio. Al fin y al cabo había sido con Rodolphus, sabía que mis padres hasta acabarían perdonando algo así tras muchos años de aceptación, ya que llevaría el apellido Lestrange.
Pero no haría falta nada de eso, ya que no pensaba tenerlo nunca. La palabra madre nunca se asoció conmigo, y pensaba ponerle fin en cuanto pudiera a eso.

Esa… cosa… siguió creciendo dentro de mí. Pero por suerte algo de todo lo que leí me sirvió y encontré una poción para ocultar la barriga. Esta seguía creciendo pero nadie vería el resultado verdadero, para ojos de los demás, seguiría siendo la chica delgada de siempre. Aunque yo me sentía cada día más pesada, asfixiada con tantas escaleras en Hogwarts, dolorida y cansada por el maldito embarazo, y asustada a pesar de que no pensaba tenerlo porque no podía contárselo a nadie. Ni siquiera a mis hermanas.

También lo que peor llevaba eran los vómitos. Según leí lo normal eran los primeros meses de gestación, pero nada en mí se desarrolló normal porque los sentí a partir de los cinco meses. Cuando noté el primer movimiento del feto salí corriendo hacia el primer baño del pasillo a vomitar. Y desde entonces no pude parar. Creo que era lo mucho que me horripilaba sentir eso en mi interior que cada vez que lo sentía, tenía que expulsar todo lo que tenía en el estómago. Y a veces, hasta cuando no tenía nada.

Ese día fue horrible, porque aparte de vomitar tanto, tenía un hambre descomunal y me había dado un buen banquete en el desayuno y en el almuerzo. Durante la mañana conseguí retener más en mi interior, pero a medida que pasó el resto del día la cosa fue a peor.

En la biblioteca me senté en la mesa más cerca a los baños, porque a pesar de ser una rebelde algunos días, también tenía que aprobar con excelente notas todo, o si no mis padres me enviarían a casa de mis abuelos paternos en el verano. Y estaba segura de que estar en esa casa era peor que si estuviera en Azkaban, ya que siempre habíamos oídos cosas horribles de aquel sitio.

Me llevé toda la tarde yendo cada media hora a vomitar. A pesar de que el almuerzo había sido contundente por necesidad, a cada movimiento de la horrible criatura  mis ganas de vomitar aumentaban. En el día de hoy estaba muy inquieta, y yo cada vez más nerviosa por ello, así no podía concentrarme para estudiar. Y tenía que aprenderme para que servía cada maldita hierba curativa, venenosa y cada cualidad de mínimo treinta plantas para el examen de Herbología de mañana. Y claro de esas treinta plantas, luego entrarían solamente quince. Algunos exámenes no tenían sentido alguno.

Cuando el reloj de la biblioteca marcó las once de la noche, decidí que era buena idea retirarme a la habitación a descansar. No pensaba cenar, tenía aún el estómago revuelto, pero mi cuerpo pedía a gritos una cama. Recogí todo lo que tenía dispersado por la mesa y con la mochila llena al hombro, salí al pasillo.

Estaba bastante tranquilo, la mayoría de los estudiantes estarían cenando, estudiando o descansando para la suerte de algunos, por lo que eran escasos los alumnos que te encontrabas mientras caminabas. Había quedado con mis hermanas en la sala común para ponernos al día, también teníamos que ayudar a Cissy con una asignatura, la pobre no llevaba nada bien Adivinación, y no la culpaba de nada, esas clases no tenían sentido ninguno. Pero pensaba excusarme para ir directa a la cama, al día siguiente podría ayudarla en lo que quisiera, o Meda podría hacerlo en mi lugar.

Ya quedaba poco para llegar a la sala común de las serpientes, tan solo tenía que recorrer dos pasillos y el patio y para mi alegría tan solo bajar un tramo de escaleras. Nada de subir, música para mis piernas en este caso.

En cuanto llegué al primer pasillo y giré una esquina, me encontré con la última persona que quería ver.

—Justo la persona que estaba buscando — Rodolphus se acercó lentamente hacia mí ahora que me había visto, con una estúpida sonrisa en su cara —. El destino parece que ha hecho de las suyas, querida Bellatrix, y te ha puesto en mi camino antes de recorrer medio castillo.

Puse los ojos en blanco. Notaba perfectamente el tono de ‘seductor’ que él creía que estaba usando. Con otras chicas a las que intentaba seducir (para ocasiones esporádicas) lo usaba a la perfección, pero conmigo nunca funcionaba. En cambio, sí sabía para qué lo usaba cuando me hablaba así. Y esta noche no iba a tener esa suerte.

—Aparta Rodolphus, estoy cansada. Quiero llegar a la habitación cuánto antes.

Intenté pasar por su lado, pero él me cerró el paso y me acorraló contra la pared, dejándome así sin poder avanzar, tan solo retroceder y eso me era en vano.

—He dicho que te apartes — dije en un tono mucho más frío y cortante. Parecía que mi mensaje no le había quedado claro.

Rodolphus sonrío de lado, apoyó una mano en la pared justo a mi lado y se echó lentamente sobre mí.
—Oh, Bella, no vas a ir a ningún lado… — La otra mano que tenía libre la llevó hacia mi pierna y comenzó a acariciarla mientras subía hasta llegar al bajo de mi falda. Le aparté de inmediato de un empujón y retrocedí varios pasos atrás.

—Si tantas ganas tienes de fiesta, usa tu mano, que parece que sabes manejarla muy bien. Pero te he dicho que estoy cansada y que voy hacia la habitación.

Me moví rápidamente hacia la mitad del pasillo e intenté seguir andando, pero no fui tan lejos como yo quería a pesar de que mis movimientos fueron rápidos.

—Maldita zorra… — Susurró antes de agarrarme del pelo y tirar de mí hacia atrás. Proferí un grito ante la sorpresa y el dolor en mi cabello. Moví los brazos hacia detrás, intentando darle de alguna forma pero fue en vano.

Me lanzó contra la pared tan fuerte que mi cabeza rebotó contra las piedras y noté un agudo dolor en la parte posterior que bajaba por el cuello. Rodolphus se volvió a lanzar sobre mí pero esta vez de una manera más salvaje. Antes de que pudiera hacer nada, levanté el brazo y le di una bofetada, cruzándole toda la cara.

Quizás no debería de haberlo hecho, pero nunca me quedaba parada cuando tenía esta actitud conmigo. Nunca le consentía nada, y esta vez no sería menos.

Su mirada se volvió peligrosa, sus ojos irradiaban veneno y se quedó unos segundos mirándome antes de volver a cogerme del pelo y lanzarme contra la pared de enfrente. Yo estaba helada, no pude reaccionar a tiempo, podía haber salido corriendo, o haber sacado la navaja de mi bota, pero nunca antes le había visto así. En un par de ocasiones llegamos a las manos, simples empujones, guantazos y sobre todo malas palabras entre nosotros. Pero nunca hizo nada parecido. Y pensaba ponerme a su altura.

Mi cuerpo chocó de lado contra la pared, esta vez trastabillé un poco sin darme tan fuerte y de inmediato me abalancé sobre él con un gruñido saliendo de mi garganta,  llevando mis manos a su cara para arañarle, así le dejaría un bonito recuerdo. Pero por mucha fuerza interior que tuviera, él era mucho más fuerte que yo físicamente. Por lo que me empujó tan fuerte que choqué contra la columna de la esquina por donde justo antes había girado.

No pude moverme, ya que del golpe que me había dado en la espalda, me quedé sin respiración durante unos segundos y tuve que apoyarme en la columna intentando coger aire.

Notaba un dolor muy punzante en el bajo de la espalda y esos segundos en los que no pude moverme, él los aprovechó de maravilla, ya que me devolvió el guantazo en la cara pero de una forma mucho más grande y agresiva. Tanto, que me tiró de espaldas al suelo y me volvió a faltar el oxígeno.

Esos segundos me parecieron eternos, intentaba arrastrarme hacia detrás por el suelo, veía como se aproximaba a mí, y cuando llegó a dónde yo estaba, me lanzó una patada con todas sus fuerzas en el estómago. El dolor que me recorrió por todo el cuerpo no lo había experimentado en la vida. Grité con todas mis ganas por lo que estaba sintiendo por dentro, por el calor que se desprendía entre mis piernas, por la falta de aire de nuevo. Me hice un ovillo agarrándome el estómago mientras hiperventilaba y vi como sus piernas se alejaba.

—La próxima vez, te lo pensarás mejor — dijo antes de desaparecer por el pasillo como si no hubiera pasado nada.

Cerré los ojos intentando no llorar, pero era en vano. Las lágrimas se escaparon solas ante tanto dolor. Sentía tanto en mi cuerpo que no sabía a qué prestarle atención. Pero lo que más me preocupaba era el calor pegajoso que notaba lentamente entre mis piernas.

Me llevé varios minutos tirada en el suelo, llorando en silencio y agarrándome la barriga que mágicamente había adoptado su tamaño natural y ahora era un gran bulto en mi torso. ¿Sería una costilla rota? ¿Varias? Pero eso no explicaría…

Notaba punzadas constantes, tanto como en la barriga, como en el bajo de la espalda. Estaba mareada debido a tantos golpes y hasta me llevé un buen rato viendo borroso. Pero sabía que no podía quedarme ahí, si me encontraba alguien en esa situación, todo sería muchísimo peor.

Así que hice el esfuerzo de mi vida, me arrastré hasta la pared más cercana, que era la que tenía de espaldas, y apoyándome en ella, me incorporé. Me quedé un buen rato sentada hasta que todo dejó de darme vueltas y pude enfocar la vista. Volviéndome a apoyarme en las piedras frías conseguí ponerme de pie poco a poco. Y en cuanto lo hice, sentí como si estuviera mojada por todas las piernas.

Llevé mi mano libre hacia mi entrepierna, y en cuanto toqué algo pegajoso supe lo que era. Lo confirmó cuando saqué mi mano de debajo de la falda y la vi teñida de escarlata. Me quedé varios segundos mirándola, sin saber que significaba eso, pero una parte de mi cerebro si lo sabía y me decía que corriera a buscar ayuda.

Me limpié la mano en la túnica, y aunque la sangre no se fue del todo, no era tan evidente que la tenía manchada. Cerré la túnica alrededor de mí con fuerza, para que nadie me viera la abultada barriga si me pillaban por los pasillos, y con una mano cerrando esta y con la otra apoyada en la pared, me dirigí hacia la sala común de Slytherin lentamente como pude.

Los dolores no cesaban, y yo iba todo lo deprisa que podía. De vez en cuando me daban punzadas tan fuertes que me doblaba por la mitad y tenía que esperar unos segundos a que se pasaran. También notaba como la sangre había corrido ya por mis piernas completas, pero por suerte, se camuflaban a la altura de las rodillas gracias a los calcetines verdes oscuros. Y además llevaba la túnica tapándome entera, si alguien me viera tenía que fijarse muy bien para notarme algo.

Tras casi veinte minutos, conseguí llegar a la sala común. Nada más decir la contraseña, bajé los escalones de la puerta y tiré la mochila al suelo. Repasé la sala con la mirada en busca de mis hermanas, las vi frente a la chimenea. A pesar de ser marzo y que ya no hacía tanto frío, por las noches solía refrescar y ese lugar era bastante agradable. Meda estaba sentada con las piernas en alto en el sofá, tomando apuntes de un libro en un pergamino, Cissy estaba sentada en el suelo con un par de libros en sus piernas.

Me acerqué a ellas de inmediato, casi corriendo por no apoyarme en ningún lado y en cuanto me dejé caer en el sofá con una mano, suspiré alivada.

—Ya era hora, llevamos un buen rato esperándote, Bella. — Dijo mi hermana sin levantar la mirada.

Apreté los dientes y aparté la cara debido a otra punzada de dolor, no podía alzar la voz con los gritos que verdaderamente quería soltar, ya que no estábamos sola en la sala común. Pero al ver que no decía nada, mi hermana me miró. En realidad la mayoría de las veces con un simple gesto o mirada ya sabíamos lo que la otra quería decir, así que supuse que se daría cuenta de que algo no iba bien, y así fue.

—¿Bella? — Cerró el libro que tenía sobre ella y se incorporó. Se quedó de pie frente a mí, y yo doblada casi entera apoyándome en el sofá, abrí como pude mi túnica para que viera todo. — Por Salazar… — sus ojos se pusieron como platos, se quedó unos segundos callada con la mandíbula desencajada y sin apartar la mirada de mi abultada barriga. Hasta que por fin reaccióno —. Cissy, levántate, tenemos que irnos corriendo.

Mi hermana pequeña miró hacia detrás sin saber que ocurría, pero yo ya había cerrado de nuevo mi túnica para otros ojos curiosos. Me llevé la mano manchada a la espalda y me apoyé en ella echándome hacia atrás para así poder incorporarme. Sentía como cada centímetro de mi cuerpo gritaba de dolor y yo sí que necesitaba gritar para desahogarme de todo lo que sentía.

Meda acudió a mi lado de inmediato, agarró la mano que tenía en la espalda y examinó mis dedos manchados con sangre seca. Me dejé caer sobre ella en cuanto pasó mi brazo por sus hombros.

—¿Qué ha pasado, Bella?

—Aquí no, aquí… pueden oírnos. Tenemos que salir de aquí. ¿Rodolphus ha entrado ya?

Cissy, que se puso a mi otro lado, asintió con la cabeza.

—Sí, llegó hace un rato, se fue a las habitaciones sin decir nada.

—Bien… Mejor, eso es… Sí… Vámonos, sé a dónde ir, os indicaré el camino… —susurré.

Cissy intentó sujetarme por el otro brazo, pero yo negué con la cabeza porque tenía que seguir tapándome con la túnica. Por lo que me ayudó colocándome un brazo alrededor de mi cintura y tirando de mí.

Suponía que era ya pasada la medianoche por los pasillos pocos iluminados, por lo que sería más fácil llegar a nuestro destino sin que nadie nos viera deambular a las tres por ahí solas. Si nos encontrábamos con Filch nos mandaría a la enfermería, y estaba dispuesta a lanzarle algo para que nos dejara pasar.

Una vez que recorrimos un par de pasillos indicándoles a dónde íbamos, paré debido a una nueva punzada de dolor proveniente de bajo el vientre, Meda me ayudó sujetándome. Aproveché con su ayuda para sentarme en un ventanal del patio, me dejé caer sobre la piedra fría de la noche y mi rostro agradeció esa temperatura por unos instantes.

—Bellatrix, no pienso dar un paso más hasta que no nos diga qué ha pasado. No podemos ayudarte sin saber nada — dijo Meda cruzándose de brazos frente a mí.

Me quedé mirando a mis hermanas, me sorprendía como Cissy era una cabeza más baja que ella, su pelo rubio era tan distinto al nuestro que a veces parecía que no era hermana nuestra. Pero eso lo dejaba claro su actitud en demasiadas ocasiones, a pesar de tener el rostro más dulce de las tres y ser más tranquila, tenía el temperamento Black sin duda. Al igual que Meda, era la más sentada de nosotras claramente, pero también la más inteligente podría aventurarme a decir. Muchas veces me sorprendía lo responsable que era y como siempre se estaba preocupando de alguna de las dos aunque no tuviera que hacerlo.

—Creo… que es más que evidente de que estoy embarazada. De siete meses si no he calculado mal todo este tiempo. Antes de que os alarméis, es de Rodolphus — levanté una mano interrumpiendo a Meda que iba a hablar —. Lo he ocultado porque no pensaba tenerlo, pero cuando me enteré era demasiado tarde para impedirlo, así que siempre lo he tenido en secreto porque cuando llegara la hora… Bueno, os ahorraré esos detalles mejor. No pensaba deciros nada porque no hacía falta preocuparse de nada. Pero ahora sí que necesito vuestra ayuda.

Seguí mirándolas esperando una respuesta, Cissy se llevó las manos a la boca y señaló el suelo. Entre mis piernas se estaba formando un pequeño charco de sangre a pesar de que ahora mi cuerpo estaba algo más calmado por estar reposando.

—¿Cómo has llegado así? — dijo Meda con un tono frío señalando el suelo con la cabeza.

—Rodolphus. Quería tener… relaciones — era una palabra mucho más suave para los oídos de mi hermana menor — y me negué porque llevo todo el día vomitando y no me apetecía. Así que no le ha gustado nada que le dijera que no, y me lo ha agradecido así. Tranquilas, me he defendido, pero él es más fuerte que yo.

Meda sacudió la cabeza y sacó su varita del bolsillo de su túnica.

Fregotego — dijo claramente señalando al suelo.

—¿Y la varita? ¿Y la navaja que siempre llevas? ¿Cómo… has acabado así? — Esta vez para mi sorpresa fue Cissy la que habló, con la voz un poco rota.

—Me he dejado la varita en la mochila… — digo algo sorprendida sin haberme percatado de ello antes —. La verdad es que fue todo muy rápido como para pensar en ello.

Meda se acercó con un paso a mí y me cogió la cara con una mano, lo cual hizo que mirara hacia el lado derecho, dejando así más a la luz mi pómulo izquierdo, el cual notaba hinchado debajo del ojo. Lo miró durante unos segundos y apuntó nuevamente su varita, pero esta vez directa a mi cara.

Episkey — dijo claramente y enseguida noté como mi mejilla se recomponía por dentro y la hinchazón desaparecía en cuestión de un segundo—. El resto me temo que no será tan fácil de eliminar. ¿A dónde vamos ahora?

Antes de que pudiera seguir hablando, otra punzada me recorrió toda la espalda y me llevé el puño a la boca para ahogar un grito, no quería que nadie nos pillara en estos momentos.

—Hay que sacarte urgentemente de aquí — Cissy miró alrededor asustada y yo respiré hondo un par de veces antes de poder hablar.

—Un día descubrí accidentalmente una forma de que el árbol boxeador se parara, tienes que darle a un círculo al lado del tronco en forma de botón. En cuanto lo presionas, las ramas se inmovilizan y abren las puertas a un túnel subterráneo. Lo he visitado un par de veces para ver si encontraba algo nuevo, pero tan solo te dirige a una casa abandonada a las afueras de Hogsmeade. Creía que… sería un buen lugar para cuando llegara el momento... Solo espero que esta noche siga igual de vacía que las otras veces que fui.

Meda le indicó a Cissy con la cabeza de que se acercara para ayudarla a levantarme y entre las dos, volví a ponerme de pie con un poco de esfuerzo. Iba ya casi doblada y esta vez tuve que pasarle el brazo alrededor de los hombros a Cissy. Si alguien nos pillaba y me veía de esta forma… Bueno, tendríamos que recurrir a otros métodos.

Antes de irnos de allí, Meda volvió a limpiar el suelo manchado de sangre y las tres no pusimos rumbo a los exteriores de Hogwarts. El camino fue más largo esta vez, ya que mis dolores eran más constantes y en más de una ocasión tuve que meterme la túnica en la boca para no gritar. Notaba como el sudor me recorría todo el cuerpo y hasta varias lágrimas se escaparon del cansancio y la presión que sentía… ahí…

Tras diez minutos andando por los pasillos de Hogwarts, por fin llegamos a las afueras, bajamos las escaleras con cuidado de no resbalar y cruzamos la hierba húmeda del rocío de la noche hasta llegar al árbol boxeador. Meda se apartó de mí y con la varita en alto se fue acercando a él.

—Esto es una locura… — la escuché murmurar mientras iba acercándose lentamente. Las otras veces que yo me había acercado era porque el árbol estaba demasiado tranquilo o quizás le engañaba tirándole piedras y convocando cosas al lado contrario de dónde me encontraba. Pero por suerte, mi hermana no tuvo ningún problema antes de presionar el botón. El árbol se agitaba con las ráfagas de viento y en cuanto lo presionó, se quedó petrificado a la vez que la puerta del tronco se abría y dejaba entrever el túnel oscuro.

Meda volvió a por mí y las tres nos introducimos en el túnel. Cissy convocó la luz en su varita para indicar el camino, ya que el mayor peso lo llevaba mi otra hermana y ella iba un paso delante de nosotras y tirando de mí para iluminar todo mejor.

En cuanto escuché como la puerta del árbol se cerraba al cabo de un minuto, no aguanté más y me doblé apoyando las manos en mi rodilla, gritando como no lo había hecho antes. Las lágrimas escapaban también sin aviso ninguno y cada vez notaba un dolor más agudo en mi entrepierna, junto a la sangre caliente que no dejaba de salir. Comencé a hiperventilar y noté como la mano de Meda me frotaba el bajo de la espalda. Me agaché para sacar la navaja de mi bota y se lo tendí a mi hermana.

—¡Toma! ¡Acaba con esto ya! ¡Mátalo! ¡Acaba con este dolor!

Meda me quitó la navaja de la mano como si hubiera visto pasar una snitch y se agachó para coger la funda de esta de mi zapato.

—Cállate. Guardaré esto antes de que te hagas daño, o peor aún, nos lo hagas. — Sus palabras me hicieron un poco de daño a mí de verdad, porque nunca haría eso, no a ellas —. Tenemos que llegar cuanto antes, no creo que puedas aguantar mucho más. Vamos, Cissy.

E ignorándome ambas, me volvieron a agarrar y tiraron de mí entre gritos y alaridos hasta que llegamos tras los minutos más largos de mi vida al sótano de la casa. Subimos los escalones hasta llegar a la entrada principal  y Meda me tendió su varita.

—Solo sabes hacerlo tú, nosotras aún no lo hemos aprendido. Respira hondo y sé clara al decirlo.

Sabía perfectamente a lo que se refería y así intenté hacerlo. Respiré hondo un par de veces y esperé a que el dolor se calmara un poco antes de lanzar el hechizo.

Revelio.

Esperamos unos segundos, pero nada vino a nosotras mostrando que había algo oculto en la casa. Perfecto.

—Hay una habitación en la primera planta, es la más cercana… —hice una pausa y tragué saliva antes de seguir hablando —. La cocina está aquí abajo junto a un comedor y un salón. Es una casa completa y equipada, no sé porque está a las afueras de… —No pude terminar la frase ya que una punzada me recorrió la columna e hizo que mis rodillas se doblaran cayendo al suelo con un grito.

—No, Bella, vamos. Bellatrix levanta — Meda y Cissy se agacharon a mi lado y ambas intentaron levantarme con un poco de esfuerzo. Al final lo consiguieron y sin decir nadie nada más, tiraron de mi escaleras arriba hacia la habitación.

No sé de quién sería la casa, pero toda esta era bastante elegante. Al entrar en la habitación mis hermanas me llevaron a la cama. Esta era grande, para dos personas y el cabecero, que era rectangular, parecía que se elevaba hasta el techo, de donde caían dos doseles burdeos a los lados de la cama con unos ribetes dorados al igual que los cordones.

La habitación contenía un armario de madera frente a la cama bastante robusto y a su izquierda, había un sillón que se balanceaba, pegado a la ventana que daba al claro donde se veían las montañas de lejos. Las paredes eran demasiado recargadas, y tan solo había un cuadro al lado de la puerta de un paisaje, donde abajo lo complementaba una coqueta para guardar más ropa.

—Cissy, ve a la cocina, calienta agua en un barreño y súbelo junto a varias toallas. Si encuentras unas tijeras mejor, si no, la navaja mismo nos servirá. Rápido.

La voz de mi hermana me volvió a la realidad y la pequeña se fue corriendo escaleras abajo antes de dejar la túnica tirada en el suelo de la habitación. Meda dejó la suya en el sillón, se recogió el pelo en un moño sujetado por la varita y volvió a mí, que estaba de rodillas dejada caer en la cama y balanceándome de delante a atrás mordiéndome el labio.

Me ayudó a quitarme la túnica, que la hizo un ovillo y la tiró en una esquina de la habitación. También me descalzó y me quitó los calcetines empapados de sangre junto a la falda y mi ropa interior. Abrió la cama mientras yo me apoyaba en una pequeña columna rizada de madera que se extendía de los pies de la cama hacia el techo. Juntó varias almohadas y apartó la colcha mostaza oscura dejando unas sábanas blancas que pronto iban a dejar de estar tan limpias.

Tardamos un par de minutos en que pudiera acostarme. Tuve que parar muchas veces y ella me ayudó a quedar bien sentada y que mi espalda descansara en su totalidad en las almohadas. Me abrió la camisa del uniforme y vi como tragaba saliva al ver la barriga por primera vez de verdad.

Yo también la veía después de mucho tiempo y nada más visualizarla tan real… tan… en mí… me entraron ganas de vomitar de nuevo. Pero pronto vi que es lo que estaba buscando mi hermana, y lo supe cuando su mirada se posó en un círculo verdoso y morado en el centro de mi barriga. Sus manos se alzaron temerosa hacia el hematoma, pero se lo pensó dos veces y al final no tocó. Antes de que pudiera bajar las manos, le agarré ambas y tiré de ella hacía mí.

—Andrómeda, sácame esto de mí. Promételo, dime que me lo sacarás pase lo que pase. No… aguanto más… — dije sofocada y fatigosa.

Mi hermana asintió y Cissy entró justo en ese momento en la habitación con varias toallas bajo los brazos y un barreño entre las manos. Lo dejó todo a los pies de la cama y me miró asustada.

—Meda… ¿Es normal que haya tanta sangre?

Mi hermana se giró de inmediato y se subió a la cama abriéndome las piernas a pesar de que yo puse un poco de resistencia un par de segundos. Por mucho que le hubiera dicho que quería que me lo sacara, también tenía miedo de sentir… eso salir de mí. Ese monstruo iba a romperme en dos, iba a destriparme y a rajarme viva. Sabía que había perdido demasiada sangre y esa cosa solo hacía que perdiera más. Lo quería fuera de mí, que el dolor parara, pero también quería no tener que pasar por ello, no tener que sentir todo lo que iba a sentir a continuación.

Vi como mi hermana lanzaba una mirada a Cissy con el ceño fruncido, sin decir nada, y en su mirada pude averiguar la respuesta hacia ella.

Antes de que pudiera reprocharle nada a las dos, me aferré a la sábana con ambas manos mientras me dejaba la garganta gritando. Negué con la cabeza hacia los lados con demasiada fuerza y me retorcí doblando la espalda. No podía más, no podía aguantar ni un segundo más de este dolor tan profundo.

—Bellatrix… No sé muy bien cómo va esto, pero… creo que deberías de empujar. Creo que eso que está ahí es la cabeza.

—¡NO! ¡No, no, no! —grité mientras seguía llorando, en realidad no sabía cuándo había comenzado, y me retorcía hacia los lados arrugando la sábana. Pero una parte de mi cuerpo me gritaba que lo hiciera, sabía que tenía que hacerlo y mi cerebro inconsciente, mandó la orden a mi cuerpo, que empezó a empujar mientras volvía a dejarme la garganta con un grito agudo.

Noté la mano de Cissy sobre la mía, y la aferré de inmediato mientras le apretaba y me dejaba caer hacia ella. Abrí los ojos tras los segundos del esfuerzo y pude ver la mirada de pánico de Meda mientras se inclinaba hacia delante. Antes de que pudiera decirle nada, otra punzada de dolor me recorrió desde la espalda hasta mi entrepierna, haciendo que volviera a empujar.

Me notaba la garganta en carne viva, juraba que no me quedaba fuerzas en el cuerpo y aun así sentía lo que estaba expulsando de mí. Sé que todo acabó cuando noté como algo salió con un golpe seco, como mi cuerpo se relajaba de un segundo a otro y dejaba caer las piernas abiertas a los lados de la cama. Eché la cabeza hacia atrás mientras se pegaba mi pelo húmedo al cuello por culpa del sudor.

Vi como Meda envolvía a la cosa con una toalla y cuando vi una mano diminuta caer fuera de ella, me incorporé hacia la izquierda y vomité lo último que tenía en el cuerpo. Tras eso, volví a echarme hacia atrás con la habitación dando vueltas y todo se volvió negro antes de desmayarme.

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