Confession imprévue

Mi única preocupación en estos momentos es perseguir la lengua de Teddy con la mía en su boca. Era un ejercicio algo complicado, porque él de vez en cuando quería hacerse el listo y me provocaba más de lo que me gustaría, pero casi siempre salía ganando yo.

Esta vez Teddy se separó exclamando y llevándose una mano al labio de abajo, sonreí ante el bocado que le había dado sin querer.

—Salvaje… — dijo antes de echarse de nuevo sobre mí para besarme.

Teníamos poco tiempo así que había que aprovecharlo en su máxima medida. Los adultos estaban todos liados con la comida y poniendo la mesa antes de que nos mandaran a todos los niños al jardín, demasiadas manos queriendo robar comida en la cocina. Y todos mis primos estaban desperdigados, algunos intentando buscar gnomos, otros corriendo y saltando y los más pequeños no muy lejos jugando entre ellos. Así que si nosotros dos desaparecíamos, nadie se daría cuenta.

Me puse un poco más de puntillas y atraje a Teddy más cerca de mí. Sus brazos estaban alrededor de mi cintura, quizás con las palmas demasiado extendidas hacia mi trasero, que de vez en cuando apretaba. Y yo tenía mis brazos en su cuello, acariciando su pelo de vez en cuando, cosa que me encantaba hacer.

Habíamos notado la necesidad de estar con el otro desde el momento en el que yo llegué más tarde con mi familia. Nos saludamos como si nada, al igual que hice con el resto, pero mi cuerpo gritaba por todos los poros que quería abalanzarme sobre él. Es más, nada más verle me quedé embobada mirándole, creyendo que en esas dos semanas se había vuelto más guapo que antes, y no salí de ese estado hasta que Dominique pasó por mi lado y me dio un golpe con su brazo.

Ahora lo único que queríamos hacer ambos era estar abrazado al otro y tan solo lo podíamos hacer en momentos así, cuando nadie nos echaría en falta y tuviéramos un buen sitio donde escondernos. El trastero del abuelo Arthur lleno de trastos. Los cuales tenía detrás de mí, y si intentaba apoyarme sobre la estantería, siempre acababa clavándome algún cachivache.

Teddy tiró de mi labio inferior con los suyos y se me quedó mirándome mientras seguía tirándome de este lentamente. En cuanto lo soltó, su boca empezó a dejar besos por mi cuello, por lo que no me tuve más remedio que echar la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos y ronroneando débilmente. Sin duda, esto era mucho más fácil hacerlo entre los arbustos de Hogwarts.

— ¡Ay!— exclamé al notar el mordisco que me había dado en el lóbulo de la oreja.

Teddy se río y siguió besándome el cuello como si nada, pero agaché la cara para buscar de nuevo su boca. Sus brazos me apretaron contra él, y una de mis manos se hundió en su cabello verde.

—Diría que os vais a perder la comida, pero realmente ya os estáis comiendo el uno al otro.

Nos separamos en menos de lo que vuela una snitch en un segundo y miramos a la persona que había hablado.

James estaba apoyado contra un estante lleno de cajas, que a saber lo que contenía, pero esa sonrisa de suficiencia, sus brazos cruzados y toda su postura denotando gracia y chulería encendió la vena más peligrosa en mí.

Cerré los puños con fuerza y me abalancé sobre él para pegarle, pero me quedé en el intento, ya que Teddy fue más rápido que yo y me agarró de la cintura echándome hacia atrás.

—Tendrás que dar explicaciones si le dejas un ojo morado a tu propio primo.

—¡Lo haré! ¡Prefiero darlas a que esté todo el rato así! El crío de mi…— callé en el momento oportuno.

James se rio y se llevó a la boca algo que no supe que era desde donde estaba, ya que el trastero estaba algo oscuro para verlo bien. Por eso era nuestro mejor escondite en casa de mis abuelos, pero al parecer ya no lo era tanto si mi primo nos pillaba todo el rato.

La primera vez que nos vio fue el verano pasado, en el mismo sitio, y tuvimos que estar todo Hogwarts escondiéndonos de él y pillando lugares que nadie supiera para encontrarnos. Pero esto ya había sido el colmo, estaba harta, realmente harta de todo. De James, de que nos chantajeara siempre, de tener que esconder nuestra relación… No podía más.

Me cruce de brazos aún con Teddy sujetándome y miré hacia abajo, ya que mis ojos se estaban empañando por unas lágrimas que no iba a dejar que salieran.

—James, lárgate ya — dijo Teddy.

—Cinco minutos para la comida, no lo olvidéis — nos guiñó el ojo y hasta que no escuchamos chirriar la puerta del trastero no nos quedamos tranquilos sabiendo que ya se había ido.

Me dejé caer sobre Teddy, que me abrazó y me acarició el pelo mientras yo me negaba a abrir los ojos. ¿Íbamos a estar el último curso que nos quedaba en Hogwarts escondiéndonos todo el rato? ¿Sin ni siquiera poder darnos la mano por los pasillos? No, de eso nada.

—Vamos a contarlo.

— ¿Qué? — Teddy se separó y me cogió de los hombros mientras me miraba asombrado—. ¿Estás segura?

Asentí.

—Mucho, la verdad. Prefiero que toda la familia lo sepa a estar así, Teddy. No es justo que tengamos que escondernos del resto para besarnos. Bueno, vale, no nos podríamos besar así delante de mis padres quizás… pero un abrazo no estaría mal. Estoy cansada de esconder nuestra relación. Creo que quererte no es un crimen a pesar de que seas como de la familia. No sé… Si no están de acuerdo pues… intentaremos hablarlo o…

Me encogí de hombros sin saber que más decir. Teddy me dio un beso en la frente y luego otro en la nariz.

—Tienes razón. Admito que tengo miedo en parte pero no puede ir muy mal, ¿no?

Negué con la cabeza, esperando así convencernos a ambos.

—Te quiero, y voy a quererte pase lo que pase, ¿vale?

Asentí ante sus palabras y le cogí de la cara con ambas manos.

—Y yo — le besé rápidamente.

Nos dimos un abrazo antes de que yo saliera primero. Esa era nuestra regla, primero uno y después de medio minuto el otro salía, vigilando antes siempre por la ventana.

Entré en la casa de inmediato, buscando dos huecos libres en la mesa, y me senté al lado de mi madre, dejando una silla vacía a mi derecha para Teddy. Siempre nos sentábamos juntos y a pesar de todo no iba a hacer nada fuera de lo normal. Todos creían que éramos muy buenos amigos y ya está. Y lo éramos, solo que… algo más. Desde pequeños hemos estado juntos y no nos hemos separado nunca, pero… nadie conocía el resto de la historia.

Miré la mesa alargada que giraba en una parte de la casa, éramos demasiado para comer juntos y esta comida en casa de los abuelos era tradición el fin de semana antes de volver a Hogwarts.

Hugo pasó persiguiendo a Lily por detrás de mí silla, buscando algunas para sentarse. Tras ellos llegó Teddy que se sentó a mi lado como nada. Me sonrío para darme ánimos y rozó mi pierna con la suya, lo único que no podía ver nadie.

No estábamos todos, Fred hacía ya un par de años que no venía, la situación con la familia era difícil, por no decir que nadie sabía dónde estaba y además circulaban rumores de que se había fugado con Viola. Pero éramos los suficientes como para caber apretujados en una gran mesa entre la cocina y el salón de la casa.

— ¿Todos sentados ya? — dijo la abuela Molly alzando la voz.

Pero antes de que alguien pudiera decir nada, arrastré mi silla hacia atrás haciendo ruido y me puse de pie rápidamente.

—Tengo algo que contaros a todo — dije estando algo seria.

Todos mis familiares me miraban atentamente, ¿por qué me había puesto de pie? ¿Estaba siendo esto una buena idea?

— ¿Qué pasa cagiño? — me preguntó mi madre.

Noté su mano acariciándome el brazo izquierdo, pero no la miré. Apunté mi mirada a un punto fijo de la ventana y cogí aire antes de soltar todo.

—Veréis… Creo que tenéis que saber algo — hice una pausa. Podía contarlo, me había hecho la idea de ello demasiado rápido, pero era el momento de decirlo. — Y es que Teddy y yo estamos juntos. Juntos de… bueno, juntos.

Me quedé callada, esperando alguna reacción que nunca llegó. En algunas ocasiones me imaginé gritos de mis padres cuando por fin lo contaba, o exclamo de algunos sorprendidos. Tan solo escuché una risita ahogada de mi prima Lily.

—Ah, ¿pero qué nadie lo sabía? — dijo la abuela Molly para mi sorpresa.

— ¿Acaso tú sí, mamá? — preguntó mi padre rápidamente.

—Bueno, es más que evidente que se comen con la mirada. Si ninguno os habéis dado cuenta es que no sois tan listos como yo pensaba. Nunca se separan y una vez los pillé entrando al trastero con muy poca diferencia de tiempo. Y soy vieja, pero no tonta…

Noté como el calor comenzaba a subir por mi rostro. Faltaron tan solo dos segundos para que mi cara se pusiera completamente roja. Pero aun así nadie dijo nada más. Algunos se rieron, los pequeños estaban demasiado concentrados mirando la comida por si un casual iba volando hacia su plato.

Pero seguí esperando alguna reacción, y nunca llegó.

— ¿Entonces? ¿No… pasa nada? — pregunté.

— ¿Qué iba a pasag Victoire?— dijo mi madre frunciendo el ceño.

—No… ¡no sé! Creía que os ibais a enfadar porque Teddy es como de la familia y que quizás no os gustaría. Y además James ha estado chantajeándonos todo este tiempo desde que nos pilló, ¡tenía miedo de que pasara algo!

— ¡James! ¿Que tú has hecho qué? Por las barbas de Merlín, eres igual que tu tío Ron… Siempre en medio donde no debe estar o entrometiéndose en asuntos ajenos. —La tía Ginny regañó a su hijo, apuntándole con un dedo mientras hablaba. James tan solo se siguió riendo de todo.

— ¿Pero cuánto tiempo lleváis juntos? —preguntó el tío Harry.

Me fui sentando despacio mientras él hizo la pregunta y esta vez fue Teddy el que respondió.

—Pues… —se quedó callado unos segundos calculando—. Desde que yo estaba en quinto curso.

Lo que eso significaba que yo estaba en cuarto, pero no hizo falta decirlo en voz alta.

—¿Y todo este tiempo habéis estado a escondidas? — preguntó la abuela Meda, que siempre venía a estas reuniones.

Ambos asentimos y ella junto a otros más se rieron entre dientes. Lo único que consiguió eso fue que me pusiera de nuevo roja, pero la mano de Teddy se entrelazó con la mía bajo la mesa y le miré sonriendo. Él me devolvió la sonrisa y pude notar como todos nos miraban.

—Bueno, creo que ya es más que oficial ¿no? Sí, sí, todo precioso, que bonitos, un nuevo amor en la familia, pero ahora podemos comer, ¿por favor? — dijo Dominique.

Mi padre asintió y todos atacaron a los platos cogiendo porciones de cada cosa. Había muslos de pollo en salsa de naranja, puré de patata, sopa de verduras, pasta con salsa de queso, ensalada con nueces y caramelo, patatas al horno con nuez moscada y parmesano por encima… Eso solo era la primera parte, porque luego los postres eran más cantidad y mejor. Todo era poco para comer una familia de veintisietes personas glotonas.

Pero mientras todo eso pasaba, Teddy y yo estábamos mirándonos, sonriéndonos con nuestros ojos y a pesar de estar delante de todos, le agarré de la camiseta para acercarlo a mí y besarlo.

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