Câlins et secrets (Parte 1)


Teddy se sienta con Brigitte encima esperando a que le sirva mientras esta le relata Merlín sabe el qué, ya que no entendemos la mitad de lo que dice. Coloco delante de él un plato con cuatro tortitas bien gordas bañadas en chocolate, un bol de fruta mezclada y otro plato con las tostadas de huevo y crema de aguacate. No puede faltar el té negro acompañando todo eso. Al ver la comida me entra hambre de nuevo, así que preparo un poco más de chocolate y un bol de fresas para mí. Me siento tras prepararme todo eso a su lado y con las piernas estiradas en una silla y con mi barriga haciendo de mesa desayunamos los tres, porque Brigitte se apunta a robarle un poco más de tortitas a su padre.

De vez en cuando mientras Teddy mastica y no tiene que coger el tenedor, extiende la mano derecha para acariciarme la tripa. En ella tengo el bol de chocolate apoyado y en la mano sujeto el otro que está repleto de fresas. Pero este casi se me cae al suelo cuando dos figuras se aparecen en mitad de la cocina sin avisar.

—¡Por las barbas de Merlín! ¿Cuántas veces os he dicho que lo hagáis en la puerta y llaméis antes? — grito tras pegar un brinco del susto.

Harry y James me ignoran por completo, ambos están mirando a Teddy embobados, sin creerse lo que están viendo sus ojos.

—Es cierto…— susurra mi tío Harry, incrédulo.

Teddy se limpia la boca con la servilleta y se levanta dejando a Brigitte sentada en su silla. Va directo hacia su padrino y le abraza hundiendo la cabeza en su cuello, como si fuera de nuevo un niño pequeño.

Harry ha sido el padre que nunca tuvo, y todos lo sabemos. Fue él quien me ayudó a ir al ministerio para poner todos patas arribas para que le buscaran. Pero me dijeron que no podían hacer nada, que no era el único que había desaparecido. Ahora las desapariciones habían aumentado con los rumores que había de él, por lo que no se podían centrar en solo una, solo la archivaron y siguieron como si nada. Por mucho que grité, lloré y visité medio ministerio, ignoraron a una mujer embarazada en busca de su marido desaparecido. Así que Harry fue un gran apoyo tanto como para mí como para la abuela Meda, que lo ha pasado igual de mal que yo.

Tras un rato Harry se separa, tanto él como Teddy limpiándose unas lágrimas que se han escapado sin permiso. Teddy se ríe entre dientes y se acerca a James.

—Ni se te ocurra James, está muy débil.

Mi primo me mira un poco anonadado, ya se había fijado en la venda que cubre la muñeca de Teddy y asiente mientras se acerca a él para abrazarle también. Ambos tienen la mala costumbre de pegarse al saludarse, como simple saludo o antes de darse un abrazo. Siempre caía un puñetazo o algo peor, y esta vez no iba a ser así. Esta vez, los dos no dejan de reírse mientras se abrazan y se sacuden suavemente.

Mi tío Harry se acerca para darme un beso en la mejilla al igual que a Brigitte, que ahora que nadie la miraba estaba pellizcando una tortita para poder comérsela y se había puesto perdida de chocolate, tanto las manos como la boca y parte de la camiseta del pijama.

—Teddy, termínate el desayuno o lo hará tu hija — le digo señalándola con la cabeza. — ¿Habéis desayunado? Servíos lo que queráis.

—No, no, acabamos de desayunar, Ginny esperó a que termináramos porque sabía que vendríamos directos. En cuanto Lily se despierte vendrán ellos — me dice Harry sentándose en la mesa con nosotros.

—Uhm, no te voy a hacer el feo prima, ¿dónde tienes las tostadas?

Siendo él no me extraña nada que vuelva a comer como si no hubiera probado bocado en todo el día, así que señalo la encimera donde estaba el pan ya cortado a la espera de solo calentarlo y levanto la varita para que se ponga todo en marcha. Un par de tostadas se levantan en el aire y se meten en la tostadora. Abro un armario y hago que salga un plato, la puerta de la nevera también se abre y de ella sale la mantequilla que se pone en el plato a la vez que las tostadas ya calientes. El plato finalmente se posa delante de James y este me guiña un ojo.

Sacudo la cabeza y me llevo una mano a la boca para taparla ante un bostezo inesperado. Teddy tiene que acercarse a coger el bol de chocolate antes de que se caiga ante el pequeño movimiento que he hecho.

— ¿Quieres subir a dormir? Puedo encargarme de Brigitte.

—No, no, estoy bien —miento un poquito, en realidad tengo sueño. En esta última fase del embarazo puedo quedarme dormida a todas horas y donde sea. Pero también puedo aguantar un poco más hasta que lleguen todos. Y teniendo en cuenta lo poco que he dormido esta noche curando y hablando con Teddy pues… me faltan unas pocas horas de sueño en el cuerpo a decir verdad.

Finalmente me como el bol entero de fresas, tampoco dejo ni una gota de chocolate. Por culpa de eso el bebé comienza a moverse como si pudiera andar de un lado a otro de la barriga y esta fuera un campo enorme por el que pasear. Corto a Teddy mientras habla con James, agarrándole una mano a mi marido y la pongo siguiendo las patadas que siento en ese momento por la criatura.

Teddy me mira a los ojos sonriendo y me aprieta la mano mientras pone la otra intentando seguir el rastro del bebé que no para. Justo en ese momento entran por la puerta de la cocina mis padres, Louis, y para mi sorpresa, Dominique.

Me incorporo poco a poco, primero me siento en la silla con las piernas abiertas y una vez que tengo suficiente aire y fuerzas, me agarro a la mesa para levantarme. James se me queda mirando mientras tanto.

—Eres todo un caballero, James.

Este se encoge de hombros y se termina su tostada. Quito los platos sucios de la mesa mientras mi familia da la bienvenida a Teddy. Mamá comienza a llorar al abrazarle y Teddy tiene que calmarla un poco. Luego viene hacia mí y sigue llorando mientras me abraza. No sé que decirle, estoy segura de que si abro la boca acabaré llorando yo también, y después de anoche, puedo asegurar que ya no me queda lágrima alguna.

Anoche. Parece una eternidad y tan solo han pasado horas.

Mamá me acaricia la cara sonriendo mientras ella misma se limpia las lágrimas. Le doy un beso en la mejilla y suspiro intentando no llorar.

—¿Cómo está Victoire? — susurra.

—Débil. Y muy herido. Está… destrozado mamá, tiene costillas rotas, una muñeca en carne viva que la he intentado salvar un poco y… ¡le han tenido que hacer de todo! No quiero saber cómo está mentalmente… No sé cuánto tiempo necesitará para recuperarse de esto…

El labio inferior comienza a temblarme y cierro los ojos fuertemente para que nadie me vea llorar.

—Está bien cagiño, ya ha pasado todo — mamá me da un beso en la frente y se pasa el pañuelo por las mejillas.

Cuando mamá se va para buscar a Brigitte, Louis se acerca a mí para abrazarme y se me escapa una carcajada por la cara de felicidad que tenía.

—Te lo dije hermanita.

Le abrazo y me separo seria de él cuando veo que Dominique se acerca a nosotros.

— ¿Puedo hablar contigo, Vic?

Suspiro y miro detrás de ella, Teddy está entretenido hablando con uno y otro y terminando de saludar a papá. Brigitte está en brazos de su abuela, así que por ella no tengo que preocuparme mucho. Asiento y salgo de la cocina para llegar a la entrada y girar a la derecha hacia el salón. Cierro las puertas correderas una vez que ha pasado Dominique y me cruzo de brazos, quedándome de pie en medio de la estancia.

—Solo te pido que hoy no Dom, hoy no, por favor. Concédeme el día de hoy, solo te pido eso.

Me paso la mano por el pelo, echándomelo hacia atrás, pero un mechón se desliza de nuevo por la parte derecha de mi cabello cayéndome sobre la frente. Mi hermana agacha un poco la mirada y cuando la alza, no sé identificar muy bien lo que transmite sus ojos.

—Lo siento. Siento… lo que te dije y… todo.

Mi boca se abre y susurro un simple ‘oh’, incrédula por sus palabras. Esto va a ser interesante. Sin decir nada, voy hacia uno de los sofás y me siento tras colocar un cojín para mi espalda. Me siento un poco mareada por la situación, no me esperaba para nada sus palabras y ahora no sé cómo actuar.

— ¿Sabes que no puedo perdonarte tan fácilmente no? Me hiciste mucho daño Dominique, muchísimo… — la miro con el ceño fruncido y negando levemente con la cabeza.

—Lo sé. Y vuelvo a repetir que lo siento.

Desvía la mirada un poco incómoda. Ella tampoco se tiene que estar sintiendo bien con esto, conociéndola le tiene que estar costando muchísimo decirme estas palabras.

— ¿Por qué?

— ¿Perdona? — gira la cabeza para mirarme y el sol deja unos reflejos preciosos en su pelo rojo. Tiene la melena tan larga como siempre, llegándole casi a la cintura, y el color rojo que tiene es de una verdadera Weasley.

— ¿Por qué todos estos años han sido así? Soy tu hermana, y en cambio… ahora no te reconozco siquiera. No sé qué crees que te he hecho para… recibir este odio. Porque si, me siento odiada por ti. Y… no sé, me lo he preguntado durante muchos años Dominique, no sé qué pasó exactamente para que las dos termináramos así. Recuerdo todos los días que pasamos en Hogwarts juntas, apoyándonos o estando en casa jugando de pequeñas y me dan ganas de llorar, porque ahora eso parece mentira. Sé que mamá sufre con nosotras dos así, y yo también, mi hija no sabe que tiene una tía, eres una desconocida para ella, y eso me duele a mí también.

Mi hermana aparta la mirada una vez que he terminado de hablar y traga saliva. Tarda un rato en responder, pero al final lo hace, con un tono muy bajo, y con su cara encendiéndose en tonos rojos por segundos.

—Eras perfecta. Lo eres, mejor dicho. Tenías y tienes de todo. Eras la hija modelo, nunca hacías nada mal, todos confiaban en ti y yo… siempre estaba a tu sombra.

Bufo ahogando una risa irónica. Que equivocada está.

—Estoy muy lejos de ser perfecta. No lo soy para nada. Y tampoco tenía de todo. Solo fui la primera, en cuanto llegaste tú todo cambió. Aún me acuerdo como todos estaban sorprendido de que fueras la única pelirroja de los tres, hablaban de eso hasta años más tarde. Y en cuanto llegaste tú, dejé de tener todo. Tenía que compartirlo porque eras mi hermana pequeña y a mí no me molestaba en absoluto. Me encantaba jugar contigo. Si no llega a ser por ti no hubiera nunca montado en escoba. Tampoco me habría manchado los vestidos saltando en el barro si no hubiera estado contigo o me hubiera tirado colina abajo cuando teníamos catorce años si tú no me llegas a incitar a ello. Tú eras la salvaje de los tres, la divertida, la que no tenía miedo de nada. Yo en cambio era todo lo contrario y Louis… Bueno, es Louis, es raro y distinto a su manera.

Me encojo de hombros y me coloco el cojín un poco mejor, removiéndome en el sitio para encontrar una mejor postura, y continúo hablando.

— ¿Sabes que cuando llegué a Hogwarts no tenía amigos? Sí, así es. Weasley, rubia y en Ravenclaw. No era del agrado de todos a decir verdad. Solía comer sola casi siempre y cuando las demás de mi casa pasaban el tiempo juntas, yo me refugiaba en la biblioteca. E incluso hablaban de ellos, me enteraba mientras pasaban a mi lado por los pasillos, o por la sala común o el comedor. Todo cambió un día cuando después de Navidad, Teddy decidió que si hablaba conmigo en las comidas familiares, también podía hacerlo en el colegio — esbozo una pequeña sonrisa. — Al principio nos veíamos muy de vez en cuando, solo para comentar un par de cosas o algunos días comíamos juntos. Era muy tímido para hablarme en el colegio, pero en cambio cuando volvíamos a las comidas familiares, todo volvía a la normalidad como todos los años. Esa timidez desaparecía y jugábamos como si nada. A partir de segundo, cuando entraste en Hogwarts junto a un par más de nuestros primos creía que iba a ser distinto, que todo iba a cambiar. Y así fue pero durante poco tiempo. Tú conseguiste entrar en la casa esperada y hacer amigas, y aunque pasábamos mucho tiempo juntas sabía que era distinto.

>> Teddy empezó a juntarse más con James y sus amigos, así que yo me quedaba en la biblioteca de nuevo, porque si sacaba malas notas creía que defraudaría a papá y a mamá. Ese año Teddy se olvidó un poco de mí, pero en tercero después de la comida de despedida pasamos más tiempo juntos. No nos separamos desde entonces, cuando un día, en el lago después de clases, sin esperármelo, aunque creo que él tampoco lo supo hasta ese momento, me besó. — Sonrío mirando a la barriga, la cual me estoy acariciando, molesta por la posición en la que estaba. — Empezamos a salir a escondidas, con miedo a que alguno de vosotros nos pillaran. La biblioteca era nuestro mejor escondite, pero cuando se llenaba de gente teníamos que recurrir a las afueras, era todo un reto esconderse en los patios o tras los arbustos.

>> En quinto, el día antes de partir hacia Hogwarts, James nos pilló en el desván de los abuelos antes de la comida. Tuvimos que rogarle que no se lo contara a nadie, no nos dejaba de sobornar y me tenía harta. Así que al año siguiente pasó lo mismo y decidí contarlo en la comida por eso mismo. En realidad me daba igual, era feliz y no te iba a engañar que estaba enamorada hasta las trancas, pero no me di cuenta de ello hasta que él estaba en séptimo, cuando le golpearon en un partido de Quidditch y fui a visitarlo a la enfermería.

>> Cuando habíamos acabado ya la escuela y un día montamos un picnic en la playa, se quedó dormido sobre mis piernas, y ahí, fue cuando me di cuenta de que no podía vivir sin él. Que no podría pasar ni un solo día separada de él, lo necesitaba para respirar. Por suerte, a las dos semanas me pidió matrimonio. — Sonrío alzando las cejas y levanto la mano derecha para enseñar la alianza que luzco en mi dedo anular. — Y desde entonces, no me separé nunca de él, hasta que… Bueno, ahora que ha vuelto…

Trago saliva y ladeo la cabeza, yéndome un momento en mis pensamientos, hasta que decido seguir hablando.

—No te haces una idea de lo mal que lo pasé cuando supe que no iba a volver. No salí de la cama en meses, no quería comer y tenía que alimentar a lo que estaba creciendo dentro de mí. No quería mirar a mi hija, porque si lo hacía me recordaba a él. Lo que me dijiste fue el colmo, aunque también me hizo abrir los ojos para saber que no iba a volver. Que le habían hecho algo, porque muy a tu pesar entonces, sabía que él no me había abandonado. Pero no podía pensar en tener a otro hijo sin él a mi lado. No quería. Y durante un mes me abandoné, mamá me obligó a comer, pasaba todos los días en mi casa y cuidaba de mi hija por mí. Porque yo solo lloraba y dormía. Ella venía a buscarme y yo la miraba sin verla, necesitaba a su madre y en cambio tan solo veía al espíritu de ella.

Me limpio la lágrima que se ha escapado y carraspeo para seguir.

—¿Sabes lo mala madre que he sido? ¿Sabes lo mal que me sentía por no querer a mi propio hijo? Por pensar que no sería capaz de mirarlo a la cara. Cuando me dijeron que era un niño pensé que podría salir con su pelo, y no hubiera soportado eso. Simplemente no podía. Hasta ayer no sabía que iba a ser de mí, no veía la salida al final de túnel. No sabía cómo iba a decirle a mi hija de dos años que su padre estaba muerto y que este nunca iba a conocer a su nuevo hijo. Me he vuelto loca todo este tiempo, mamá no sé cómo no tiró la toalla conmigo y… — sacudo la cabeza, sin saber que más decir. — No sé qué pensarás, pero te aseguro que estás muy equivocada con lo que piensas sobre mí. No soy nada de eso y no tengo una vida perfecta ni por asomo.

Vuelvo a limpiarme otra lágrima traicionera. Odio llorar delante de mi hermana, siempre se ha reído de mi cuando lo hacía de pequeña, y ahora tampoco soporto hacerlo. Pero ahora que ha tirado un poco de la cuerda tan tensa que hay entre nosotras, no puedo parar de hablar. Todo lo que he pensado durante años y he ocultado a los demás, está saliendo ahora sin filtro alguno.

Siguiendo las sorpresas de la mañana, noto como Dominique me coge de la mano derecha y me aprieta.

—¿Por qué nunca me has contado nada de esto?

Me encojo de hombros. No sé si esperaba hace años que me diera un arrebato y un día le confesara todo así por las buenas, aunque bueno, creo que es lo que acaba de pasar.

—Tampoco preguntaste — respondo mirándola de reojo.

Las puertas correderas tiemblan por un momento y tras unos segundos mientras alguien hace fuerza se abren un poco y la cara de Brigitte aparece sonriendo de oreja a oreja al verme.

—¡Mami!

Viene corriendo hacia mí y la cojo en brazos sentándola entre nosotras dos. Se deja caer sobre mi costado, apoya una mano sobre mi barriga y cierra los ojos. Me quedo mirándola sonriendo y le acaricio el pelo a la espera de que caiga dormida. Algunas veces se echa una siesta antes de comer, y ahora que no habrá parado de unos brazos a otros, estará agotada. Porque aunque parezca mentira, han pasado cerca de cuatro horas desde que se ha levantado. Y dos desde que llegaron mi tío y primo a la cocina, el tiempo se ha pasado volando entre abrazos y llantos por el reencuentro.

Me encuentro a Dominique mirándola, observándola más bien, hasta que finalmente alza la mirada hacia mí.

—Se parece un poco a ti, la boca… El resto es igual que Ted… —dice como si la mirara bien por primera vez.

Asiento sonriendo desde el sentimiento de mamá orgullosa y atrapo un rizo perfecto entre mis dedos.

—El pelo me temo que sí que es mío. Algunos meses me canso de hacer la poción alisadora para el cabello, pero por suerte ya solo me quedan ondas grandes, aunque aquí con la humedad del mar es peor. Peinar unos rizos así diariamente es agotador y menos mal que ya no tengo estas caracoles como ella.

Dom esboza una pequeña sonrisa  y me mira el vientre.

— ¿Cuántos pensáis tener? — parece que por segundos se está aflojando algo dentro de ella, ya que veo como le acaricia una pierna desnuda a Brigitte con un par de dedos.

Sonrío acariciándome el enorme bulto que tengo por barriga.

—Yo quiero cuatro, aunque Teddy siempre ha dicho de tener cinco, así que ya veremos qué pasará. Pero ni loca tendremos diez como me dijo la primera vez — niego con la cabeza mientras mi hermana se ríe.

Bostezo, cubriéndome la mano con la boca y miro a mi hija que ha caído redonda. Qué envidia, y cuanto me gustaría acompañarla.

— ¿Sabes? — Digo — siempre he visto el caparazón que te has puesto encima. Creía que Max ayudaría a romperlo, pero no sé qué ha sido ahora de vosotros, no lo veo desde hace un par de años cuando hicimos esa reunión donde estaba Viola y él. Pero el caso, si te dejas, puedes romperlo, pero tienes que querer hacerlo.

Sin descifrar aún la mirada de Dominique que me mira, se relame el labio de arriba después de mordérselo y ladea un poco la cabeza antes de hablar.

—Max y yo… nos vemos de vez en cuando.

—Entiendo… — la comisura derecha de mi labio se extiende intentando ocultar una sonrisa.

—Perdón por todo Victoire, en serio. Eres mi hermana y… lo he hecho mal.

Gruño por un momento ya que la patada que me ha dado el bebé ha sido en una parte muy baja y me ha molestado. Me froto esa zona mientras me giro lentamente para que Brigitte no se caiga al moverme y cuando lo hago, la voy sujetando poco a poco a medida que me muevo. Cuando estoy al borde del sofá, coloco un cojín bajo su cabeza y me levanto apoyándome en el sitio más cercano que es una mesita que tengo al lado.

Dominique se levanta también y ambas nos fundimos en un abrazo, algo torpe y tímido, aunque intenso a la vez. Le doy un beso en la mejilla y me separo para mirar a Brigitte, que está dormida con la boca abierta, y tan preciosa como siempre. Agarro una manta que hay en el lateral del sofá y se la echo por encima con cuidado de no despertarla.

Termino de abrir las puertas que Brigitte había dejado medio abiertas con la intención de volver al comedor para reunirnos con los demás, cuando suena el timbre de la puerta principal. Tan solo tengo que girarme un poco para abrir la puerta y en cuanto lo hago, la abuela Meda interrumpe en mi casa mirando alrededor.

Mi tía Ginny está aún en la entrada, con Lily y Albus detrás de ella, no me da tiempo a saludarles cuando la abuela Meda ha parado de buscarle con la mirada y me agarra de las manos.

— ¿Es cierto, mi niña? ¿Ha vuelto?

—Claro, abuela. No os voy a mentir, está en la cocina. Vamos.

La abuela Meda me agarra al brazo y juntas, vamos hacia allí con el resto siguiéndonos. En realidad es ella quién tira de mí, impaciente por verle.

Al entrar en la cocina y verle de espalda, la abuela Meda me aprieta el brazo a la vez que suelta un grito. Teddy se gira rápidamente mientras saludaba a Hermione, Ron, Rose y Hugo que habían llegado mientras yo estaba fuera y se nos queda mirándonos.

Comienza a llorar antes de venir hacia nosotras y la abuela Meda da un par de pasos acercándose a él para fundirse ambos en un abrazo.

—Mi niño…— dice Meda entre lágrimas mientras acuna a su nieto. Teddy tiene la cara hundida en su cuello.

Hace un año el abuelo Ted nos dejó y desde entonces la abuela Meda no ha sido la misma. Pasaba casi todos los días en nuestra casa, Teddy no podía dejarla sola ni un segundo, además de que se entretenía con Brigitte bastante y era bueno para ella despejar la mente de todo lo que quería recordar y llorar. Cuando Teddy desapareció… no pudo con tanto, y al mes sufrió un infarto. Por ahora iba a ahorrarle ese detalle a Teddy, era demasiado pronto para que lo descubriera.

Accio — susurro y la varita que está encima de la encimera vuela hacia mi mano. Con esta, hago un movimiento de muñeca para que un par de pañuelos vuelen hacia mí y se lo tiendo a Teddy que está a un paso de mí, un poco encogido con la cara en el hombro de su abuela.

Una vez se ha separado, Ginny vuelve a ayudar a Meda para que se siente en una de las sillas de la cocina. Alguien se ha encargado de recoger lo que quedaba en la mesa y parte de la familia se ha desplazado al comedor que estaba en la habitación contigua.

Por suerte, cada vez que nos reunimos todos, cada uno trae una fuente de comida, porque a pesar de que yo hubiera avisado de que tenía suficiente, nunca es así. Siempre comemos el triple y casi nunca sobra nada. Más de un Weasley tiene demasiado apetito, y yo incluida.

Cuando Teddy se limpia las lágrimas y se suena la nariz, se acerca a mí.

—¿Dónde está Brigitte? Creo que fue a buscarte y desde entonces no la veo. ¿Qué ha pasado contigo y con Dominique? ¿Está todo bien?

Asiento y le doy un beso rápido en los labios.

—Está dormida en el sofá, estaba allí hablando con Dom. Ya te contaré todo, pero por el momento… está todo bien —sonrío y le acaricio la mejilla antes de ir a saludar al resto de la familia.

Mientras yo saludo a la tía Hermione y al resto, entran en ese momento por la puerta de la cocina mi tío Percy con Audrey, Molly, Lucy y los abuelos.

La abuela Molly viene directa a mí a abrazarme mientras me grita, es su forma cariñosa de hacerlo y de que vea que ella siempre había tenido razón con eso de que Teddy volvería. Al abuelo Arthur lo sentamos inmediatamente en un sillón que hay en el comedor, está demasiado mayor y últimamente no se acuerda de muchas cosas, es toda una pena verle así.

Los únicos que faltan son George, Angelina, Fred y Roxanne, que llegarán un poco más tarde, ya que George tuvo que cerrar ‘Sortilegios Weasley’ y volver a casa inmediatamente en cuanto Angelina le escribió comentándole el mensaje de la carta que yo les había escrito. Aunque dudo que Fred aparezca, solo viene a las comidas familiares en casa de la abuela porque su padre le insiste. Y teniendo en cuenta que los gemelos tendrán ya tres años y solo les hemos visto un par de veces, no creo que se presente junto a ellos y Viola en mi casa. Viola. En mi casa. Todo un chiste desde luego.

Mientras algunos preparan las fuentes que han traído para comer y el resto charlan o debaten cosas, yo me escapo para ir al salón cuando nadie me ve. Me tumbo al lado contrario de donde está Brigitte, y encogida de piernas para no darle y con otra manta por encima, me quedo dormida al segundo.

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