Câlins et secrets (Parte 1)

De
vez en cuando mientras Teddy mastica y no tiene que coger el tenedor, extiende
la mano derecha para acariciarme la tripa. En ella tengo el bol de chocolate
apoyado y en la mano sujeto el otro que está repleto de fresas. Pero este casi
se me cae al suelo cuando dos figuras se aparecen en mitad de la cocina sin
avisar.
—¡Por
las barbas de Merlín! ¿Cuántas veces os he dicho que lo hagáis en la puerta y
llaméis antes? — grito tras pegar un brinco del susto.
Harry
y James me ignoran por completo, ambos están mirando a Teddy embobados, sin
creerse lo que están viendo sus ojos.
—Es
cierto…— susurra mi tío Harry, incrédulo.
Teddy
se limpia la boca con la servilleta y se levanta dejando a Brigitte sentada en
su silla. Va directo hacia su padrino y le abraza hundiendo la cabeza en su
cuello, como si fuera de nuevo un niño pequeño.
Harry
ha sido el padre que nunca tuvo, y todos lo sabemos. Fue él quien me ayudó a ir
al ministerio para poner todos patas arribas para que le buscaran. Pero me
dijeron que no podían hacer nada, que no era el único que había desaparecido.
Ahora las desapariciones habían aumentado con los rumores que había de él, por
lo que no se podían centrar en solo una, solo la archivaron y siguieron como si
nada. Por mucho que grité, lloré y visité medio ministerio, ignoraron a una
mujer embarazada en busca de su marido desaparecido. Así que Harry fue un gran
apoyo tanto como para mí como para la abuela Meda, que lo ha pasado igual de
mal que yo.
Tras
un rato Harry se separa, tanto él como Teddy limpiándose unas lágrimas que se
han escapado sin permiso. Teddy se ríe entre dientes y se acerca a James.
—Ni
se te ocurra James, está muy débil.
Mi
primo me mira un poco anonadado, ya se había fijado en la venda que cubre la
muñeca de Teddy y asiente mientras se acerca a él para abrazarle también. Ambos
tienen la mala costumbre de pegarse al saludarse, como simple saludo o antes de
darse un abrazo. Siempre caía un puñetazo o algo peor, y esta vez no iba a ser
así. Esta vez, los dos no dejan de reírse mientras se abrazan y se sacuden
suavemente.
Mi
tío Harry se acerca para darme un beso en la mejilla al igual que a Brigitte,
que ahora que nadie la miraba estaba pellizcando una tortita para poder
comérsela y se había puesto perdida de chocolate, tanto las manos como la boca
y parte de la camiseta del pijama.
—Teddy,
termínate el desayuno o lo hará tu hija — le digo señalándola con la cabeza. —
¿Habéis desayunado? Servíos lo que queráis.
—No,
no, acabamos de desayunar, Ginny esperó a que termináramos porque sabía que
vendríamos directos. En cuanto Lily se despierte vendrán ellos — me dice Harry
sentándose en la mesa con nosotros.
—Uhm,
no te voy a hacer el feo prima, ¿dónde tienes las tostadas?
Siendo
él no me extraña nada que vuelva a comer como si no hubiera probado bocado en
todo el día, así que señalo la encimera donde estaba el pan ya cortado a la
espera de solo calentarlo y levanto la varita para que se ponga todo en marcha.
Un par de tostadas se levantan en el aire y se meten en la tostadora. Abro un armario
y hago que salga un plato, la puerta de la nevera también se abre y de ella
sale la mantequilla que se pone en el plato a la vez que las tostadas ya
calientes. El plato finalmente se posa delante de James y este me guiña un ojo.
Sacudo
la cabeza y me llevo una mano a la boca para taparla ante un bostezo
inesperado. Teddy tiene que acercarse a coger el bol de chocolate antes de que
se caiga ante el pequeño movimiento que he hecho.
—
¿Quieres subir a dormir? Puedo encargarme de Brigitte.
—No,
no, estoy bien —miento un poquito, en realidad tengo sueño. En esta última fase
del embarazo puedo quedarme dormida a todas horas y donde sea. Pero también puedo
aguantar un poco más hasta que lleguen todos. Y teniendo en cuenta lo poco que
he dormido esta noche curando y hablando con Teddy pues… me faltan unas pocas
horas de sueño en el cuerpo a decir verdad.
Finalmente
me como el bol entero de fresas, tampoco dejo ni una gota de chocolate. Por
culpa de eso el bebé comienza a moverse como si pudiera andar de un lado a otro
de la barriga y esta fuera un campo enorme por el que pasear. Corto a Teddy
mientras habla con James, agarrándole una mano a mi marido y la pongo siguiendo
las patadas que siento en ese momento por la criatura.
Teddy
me mira a los ojos sonriendo y me aprieta la mano mientras pone la otra
intentando seguir el rastro del bebé que no para. Justo en ese momento entran
por la puerta de la cocina mis padres, Louis, y para mi sorpresa, Dominique.
Me
incorporo poco a poco, primero me siento en la silla con las piernas abiertas y
una vez que tengo suficiente aire y fuerzas, me agarro a la mesa para
levantarme. James se me queda mirando mientras tanto.
—Eres
todo un caballero, James.
Este
se encoge de hombros y se termina su tostada. Quito los platos sucios de la
mesa mientras mi familia da la bienvenida a Teddy. Mamá comienza a llorar al
abrazarle y Teddy tiene que calmarla un poco. Luego viene hacia mí y sigue
llorando mientras me abraza. No sé que decirle, estoy segura de que si abro la
boca acabaré llorando yo también, y después de anoche, puedo asegurar que ya no
me queda lágrima alguna.
Anoche.
Parece una eternidad y tan solo han pasado horas.
Mamá
me acaricia la cara sonriendo mientras ella misma se limpia las lágrimas. Le doy
un beso en la mejilla y suspiro intentando no llorar.
—¿Cómo
está Victoire? — susurra.
—Débil.
Y muy herido. Está… destrozado mamá, tiene costillas rotas, una muñeca en carne
viva que la he intentado salvar un poco y… ¡le han tenido que hacer de todo! No
quiero saber cómo está mentalmente… No sé cuánto tiempo necesitará para
recuperarse de esto…
El
labio inferior comienza a temblarme y cierro los ojos fuertemente para que
nadie me vea llorar.
—Está
bien cagiño, ya ha pasado todo — mamá
me da un beso en la frente y se pasa el pañuelo por las mejillas.
Cuando
mamá se va para buscar a Brigitte, Louis se acerca a mí para abrazarme y se me
escapa una carcajada por la cara de felicidad que tenía.
—Te
lo dije hermanita.
Le
abrazo y me separo seria de él cuando veo que Dominique se acerca a nosotros.
—
¿Puedo hablar contigo, Vic?
Suspiro
y miro detrás de ella, Teddy está entretenido hablando con uno y otro y
terminando de saludar a papá. Brigitte está en brazos de su abuela, así que por
ella no tengo que preocuparme mucho. Asiento y salgo de la cocina para llegar a
la entrada y girar a la derecha hacia el salón. Cierro las puertas correderas
una vez que ha pasado Dominique y me cruzo de brazos, quedándome de pie en
medio de la estancia.
—Solo
te pido que hoy no Dom, hoy no, por favor. Concédeme el día de hoy, solo te
pido eso.
Me
paso la mano por el pelo, echándomelo hacia atrás, pero un mechón se desliza de
nuevo por la parte derecha de mi cabello cayéndome sobre la frente. Mi hermana
agacha un poco la mirada y cuando la alza, no sé identificar muy bien lo que
transmite sus ojos.
—Lo
siento. Siento… lo que te dije y… todo.
Mi
boca se abre y susurro un simple ‘oh’, incrédula por sus palabras. Esto va a
ser interesante. Sin decir nada, voy hacia uno de los sofás y me siento tras
colocar un cojín para mi espalda. Me siento un poco mareada por la situación,
no me esperaba para nada sus palabras y ahora no sé cómo actuar.
—
¿Sabes que no puedo perdonarte tan fácilmente no? Me hiciste mucho daño
Dominique, muchísimo… — la miro con el ceño fruncido y negando levemente con la
cabeza.
—Lo
sé. Y vuelvo a repetir que lo siento.
Desvía
la mirada un poco incómoda. Ella tampoco se tiene que estar sintiendo bien con
esto, conociéndola le tiene que estar costando muchísimo decirme estas
palabras.
—
¿Por qué?
—
¿Perdona? — gira la cabeza para mirarme y el sol deja unos reflejos preciosos
en su pelo rojo. Tiene la melena tan larga como siempre, llegándole casi a la
cintura, y el color rojo que tiene es de una verdadera Weasley.
—
¿Por qué todos estos años han sido así? Soy tu hermana, y en cambio… ahora no
te reconozco siquiera. No sé qué crees que te he hecho para… recibir este odio.
Porque si, me siento odiada por ti. Y… no sé, me lo he preguntado durante
muchos años Dominique, no sé qué pasó exactamente para que las dos termináramos
así. Recuerdo todos los días que pasamos en Hogwarts juntas, apoyándonos o
estando en casa jugando de pequeñas y me dan ganas de llorar, porque ahora eso
parece mentira. Sé que mamá sufre con nosotras dos así, y yo también, mi hija
no sabe que tiene una tía, eres una desconocida para ella, y eso me duele a mí
también.
Mi
hermana aparta la mirada una vez que he terminado de hablar y traga saliva.
Tarda un rato en responder, pero al final lo hace, con un tono muy bajo, y con
su cara encendiéndose en tonos rojos por segundos.
—Eras
perfecta. Lo eres, mejor dicho. Tenías y tienes de todo. Eras la hija modelo,
nunca hacías nada mal, todos confiaban en ti y yo… siempre estaba a tu sombra.
Bufo
ahogando una risa irónica. Que equivocada está.
—Estoy
muy lejos de ser perfecta. No lo soy para nada. Y tampoco tenía de todo. Solo
fui la primera, en cuanto llegaste tú todo cambió. Aún me acuerdo como todos
estaban sorprendido de que fueras la única pelirroja de los tres, hablaban de
eso hasta años más tarde. Y en cuanto llegaste tú, dejé de tener todo. Tenía que compartirlo porque eras mi hermana pequeña y
a mí no me molestaba en absoluto. Me encantaba jugar contigo. Si no llega a ser
por ti no hubiera nunca montado en escoba. Tampoco me habría manchado los
vestidos saltando en el barro si no hubiera estado contigo o me hubiera tirado
colina abajo cuando teníamos catorce años si tú no me llegas a incitar a ello.
Tú eras la salvaje de los tres, la divertida, la que no tenía miedo de nada. Yo
en cambio era todo lo contrario y Louis… Bueno, es Louis, es raro y distinto a
su manera.
Me
encojo de hombros y me coloco el cojín un poco mejor, removiéndome en el sitio
para encontrar una mejor postura, y continúo hablando.
—
¿Sabes que cuando llegué a Hogwarts no tenía amigos? Sí, así es. Weasley, rubia
y en Ravenclaw. No era del agrado de todos a decir verdad. Solía comer sola
casi siempre y cuando las demás de mi casa pasaban el tiempo juntas, yo me
refugiaba en la biblioteca. E incluso hablaban de ellos, me enteraba mientras
pasaban a mi lado por los pasillos, o por la sala común o el comedor. Todo
cambió un día cuando después de Navidad, Teddy decidió que si hablaba conmigo en
las comidas familiares, también podía hacerlo en el colegio — esbozo una
pequeña sonrisa. — Al principio nos veíamos muy de vez en cuando, solo para
comentar un par de cosas o algunos días comíamos juntos. Era muy tímido para
hablarme en el colegio, pero en cambio cuando volvíamos a las comidas
familiares, todo volvía a la normalidad como todos los años. Esa timidez
desaparecía y jugábamos como si nada. A partir de segundo, cuando entraste en
Hogwarts junto a un par más de nuestros primos creía que iba a ser distinto,
que todo iba a cambiar. Y así fue pero durante poco tiempo. Tú conseguiste
entrar en la casa esperada y hacer amigas, y aunque pasábamos mucho tiempo
juntas sabía que era distinto.
>>
Teddy empezó a juntarse más con James y sus amigos, así que yo me quedaba en la
biblioteca de nuevo, porque si sacaba malas notas creía que defraudaría a papá
y a mamá. Ese año Teddy se olvidó un poco de mí, pero en tercero después de la
comida de despedida pasamos más tiempo juntos. No nos separamos desde entonces,
cuando un día, en el lago después de clases, sin esperármelo, aunque creo que
él tampoco lo supo hasta ese momento, me besó. — Sonrío mirando a la barriga,
la cual me estoy acariciando, molesta por la posición en la que estaba. —
Empezamos a salir a escondidas, con miedo a que alguno de vosotros nos
pillaran. La biblioteca era nuestro mejor escondite, pero cuando se llenaba de
gente teníamos que recurrir a las afueras, era todo un reto esconderse en los
patios o tras los arbustos.
>>
En quinto, el día antes de partir hacia Hogwarts, James nos pilló en el desván de
los abuelos antes de la comida. Tuvimos que rogarle que no se lo contara a
nadie, no nos dejaba de sobornar y me tenía harta. Así que al año siguiente
pasó lo mismo y decidí contarlo en la comida por eso mismo. En realidad me daba
igual, era feliz y no te iba a engañar que estaba enamorada hasta las trancas,
pero no me di cuenta de ello hasta que él estaba en séptimo, cuando le
golpearon en un partido de Quidditch y fui a visitarlo a la enfermería.
>>
Cuando habíamos acabado ya la escuela y un día montamos un picnic en la playa,
se quedó dormido sobre mis piernas, y ahí, fue cuando me di cuenta de que no
podía vivir sin él. Que no podría pasar ni un solo día separada de él, lo
necesitaba para respirar. Por suerte, a las dos semanas me pidió matrimonio. —
Sonrío alzando las cejas y levanto la mano derecha para enseñar la alianza que
luzco en mi dedo anular. — Y desde entonces, no me separé nunca de él, hasta
que… Bueno, ahora que ha vuelto…
Trago
saliva y ladeo la cabeza, yéndome un momento en mis pensamientos, hasta que
decido seguir hablando.
—No
te haces una idea de lo mal que lo pasé cuando supe que no iba a volver. No
salí de la cama en meses, no quería comer y tenía que alimentar a lo que estaba
creciendo dentro de mí. No quería mirar a mi hija, porque si lo hacía me
recordaba a él. Lo que me dijiste fue el colmo, aunque también me hizo abrir
los ojos para saber que no iba a volver. Que le habían hecho algo, porque muy a
tu pesar entonces, sabía que él no me había abandonado. Pero no podía pensar en
tener a otro hijo sin él a mi lado. No quería. Y durante un mes me abandoné,
mamá me obligó a comer, pasaba todos los días en mi casa y cuidaba de mi hija
por mí. Porque yo solo lloraba y dormía. Ella venía a buscarme y yo la miraba
sin verla, necesitaba a su madre y en cambio tan solo veía al espíritu de ella.
Me
limpio la lágrima que se ha escapado y carraspeo para seguir.
—¿Sabes lo mala madre que he sido? ¿Sabes lo mal que me sentía por no querer a
mi propio hijo? Por pensar que no sería capaz de mirarlo a la cara. Cuando me
dijeron que era un niño pensé que podría salir con su pelo, y no hubiera
soportado eso. Simplemente no podía. Hasta ayer no sabía que iba a ser de mí,
no veía la salida al final de túnel. No sabía cómo iba a decirle a mi hija de
dos años que su padre estaba muerto y que este nunca iba a conocer a su nuevo
hijo. Me he vuelto loca todo este tiempo, mamá no sé cómo no tiró la toalla
conmigo y… — sacudo la cabeza, sin saber que más decir. — No sé qué pensarás,
pero te aseguro que estás muy equivocada con lo que piensas sobre mí. No soy
nada de eso y no tengo una vida perfecta ni por asomo.
Vuelvo
a limpiarme otra lágrima traicionera. Odio llorar delante de mi hermana, siempre
se ha reído de mi cuando lo hacía de pequeña, y ahora tampoco soporto hacerlo.
Pero ahora que ha tirado un poco de la cuerda tan tensa que hay entre nosotras,
no puedo parar de hablar. Todo lo que he pensado durante años y he ocultado a
los demás, está saliendo ahora sin filtro alguno.
Siguiendo
las sorpresas de la mañana, noto como Dominique me coge de la mano derecha y me
aprieta.
—¿Por qué nunca me has contado nada de esto?
Me
encojo de hombros. No sé si esperaba hace años que me diera un arrebato y un
día le confesara todo así por las buenas, aunque bueno, creo que es lo que
acaba de pasar.
—Tampoco
preguntaste — respondo mirándola de reojo.
Las
puertas correderas tiemblan por un momento y tras unos segundos mientras
alguien hace fuerza se abren un poco y la cara de Brigitte aparece sonriendo de
oreja a oreja al verme.
—¡Mami!
Viene
corriendo hacia mí y la cojo en brazos sentándola entre nosotras dos. Se deja
caer sobre mi costado, apoya una mano sobre mi barriga y cierra los ojos. Me
quedo mirándola sonriendo y le acaricio el pelo a la espera de que caiga dormida.
Algunas veces se echa una siesta antes de comer, y ahora que no habrá parado de
unos brazos a otros, estará agotada. Porque aunque parezca mentira, han pasado
cerca de cuatro horas desde que se ha levantado. Y dos desde que llegaron mi
tío y primo a la cocina, el tiempo se ha pasado volando entre abrazos y llantos
por el reencuentro.
Me
encuentro a Dominique mirándola, observándola más bien, hasta que finalmente
alza la mirada hacia mí.
—Se
parece un poco a ti, la boca… El resto es igual que Ted… —dice como si la
mirara bien por primera vez.
Asiento
sonriendo desde el sentimiento de mamá orgullosa y atrapo un rizo perfecto
entre mis dedos.
—El
pelo me temo que sí que es mío. Algunos meses me canso de hacer la poción
alisadora para el cabello, pero por suerte ya solo me quedan ondas grandes,
aunque aquí con la humedad del mar es peor. Peinar unos rizos así diariamente
es agotador y menos mal que ya no tengo estas caracoles como ella.
Dom
esboza una pequeña sonrisa y me mira el
vientre.
—
¿Cuántos pensáis tener? — parece que por segundos se está aflojando algo dentro
de ella, ya que veo como le acaricia una pierna desnuda a Brigitte con un par
de dedos.
Sonrío
acariciándome el enorme bulto que tengo por barriga.
—Yo
quiero cuatro, aunque Teddy siempre ha dicho de tener cinco, así que ya veremos
qué pasará. Pero ni loca tendremos diez como me dijo la primera vez — niego con
la cabeza mientras mi hermana se ríe.
Bostezo,
cubriéndome la mano con la boca y miro a mi hija que ha caído redonda. Qué
envidia, y cuanto me gustaría acompañarla.
—
¿Sabes? — Digo — siempre he visto el caparazón que te has puesto encima. Creía
que Max ayudaría a romperlo, pero no sé qué ha sido ahora de vosotros, no lo
veo desde hace un par de años cuando hicimos esa reunión donde estaba Viola y
él. Pero el caso, si te dejas, puedes romperlo, pero tienes que querer hacerlo.
Sin
descifrar aún la mirada de Dominique que me mira, se relame el labio de arriba
después de mordérselo y ladea un poco la cabeza antes de hablar.
—Max
y yo… nos vemos de vez en cuando.
—Entiendo…
— la comisura derecha de mi labio se extiende intentando ocultar una sonrisa.
—Perdón
por todo Victoire, en serio. Eres mi hermana y… lo he hecho mal.
Gruño
por un momento ya que la patada que me ha dado el bebé ha sido en una parte muy
baja y me ha molestado. Me froto esa zona mientras me giro lentamente para que
Brigitte no se caiga al moverme y cuando lo hago, la voy sujetando poco a poco
a medida que me muevo. Cuando estoy al borde del sofá, coloco un cojín bajo su
cabeza y me levanto apoyándome en el sitio más cercano que es una mesita que
tengo al lado.
Dominique
se levanta también y ambas nos fundimos en un abrazo, algo torpe y tímido,
aunque intenso a la vez. Le doy un beso en la mejilla y me separo para mirar a
Brigitte, que está dormida con la boca abierta, y tan preciosa como siempre.
Agarro una manta que hay en el lateral del sofá y se la echo por encima con
cuidado de no despertarla.
Termino
de abrir las puertas que Brigitte había dejado medio abiertas con la intención
de volver al comedor para reunirnos con los demás, cuando suena el timbre de la
puerta principal. Tan solo tengo que girarme un poco para abrir la puerta y en
cuanto lo hago, la abuela Meda interrumpe en mi casa mirando alrededor.
Mi
tía Ginny está aún en la entrada, con Lily y Albus detrás de ella, no me da
tiempo a saludarles cuando la abuela Meda ha parado de buscarle con la mirada y
me agarra de las manos.
—
¿Es cierto, mi niña? ¿Ha vuelto?
—Claro,
abuela. No os voy a mentir, está en la cocina. Vamos.
La
abuela Meda me agarra al brazo y juntas, vamos hacia allí con el resto
siguiéndonos. En realidad es ella quién tira de mí, impaciente por verle.
Al
entrar en la cocina y verle de espalda, la abuela Meda me aprieta el brazo a la
vez que suelta un grito. Teddy se gira rápidamente mientras saludaba a
Hermione, Ron, Rose y Hugo que habían llegado mientras yo estaba fuera y se nos
queda mirándonos.
Comienza
a llorar antes de venir hacia nosotras y la abuela Meda da un par de pasos
acercándose a él para fundirse ambos en un abrazo.
—Mi
niño…— dice Meda entre lágrimas mientras acuna a su nieto. Teddy tiene la cara
hundida en su cuello.
Hace
un año el abuelo Ted nos dejó y desde entonces la abuela Meda no ha sido la
misma. Pasaba casi todos los días en nuestra casa, Teddy no podía dejarla sola
ni un segundo, además de que se entretenía con Brigitte bastante y era bueno
para ella despejar la mente de todo lo que quería recordar y llorar. Cuando
Teddy desapareció… no pudo con tanto, y al mes sufrió un infarto. Por ahora iba
a ahorrarle ese detalle a Teddy, era demasiado pronto para que lo descubriera.
—Accio — susurro y la varita que está encima de la encimera vuela hacia mi mano. Con esta, hago un movimiento de
muñeca para que un par de pañuelos vuelen hacia mí y se lo tiendo a Teddy que
está a un paso de mí, un poco encogido con la cara en el hombro de su abuela.
Una
vez se ha separado, Ginny vuelve a ayudar a Meda para que se siente en una de
las sillas de la cocina. Alguien se ha encargado de recoger lo que quedaba en
la mesa y parte de la familia se ha desplazado al comedor que estaba en la
habitación contigua.
Por
suerte, cada vez que nos reunimos todos, cada uno trae una fuente de comida,
porque a pesar de que yo hubiera avisado de que tenía suficiente, nunca es así.
Siempre comemos el triple y casi nunca sobra nada. Más de un Weasley tiene demasiado
apetito, y yo incluida.
Cuando
Teddy se limpia las lágrimas y se suena la nariz, se acerca a mí.
—¿Dónde
está Brigitte? Creo que fue a buscarte y desde entonces no la veo. ¿Qué ha
pasado contigo y con Dominique? ¿Está todo bien?
Asiento
y le doy un beso rápido en los labios.
—Está
dormida en el sofá, estaba allí hablando con Dom. Ya te contaré todo, pero por
el momento… está todo bien —sonrío y le acaricio la mejilla antes de ir a
saludar al resto de la familia.
Mientras
yo saludo a la tía Hermione y al resto, entran en ese momento por la puerta de
la cocina mi tío Percy con Audrey, Molly, Lucy y los abuelos.
La
abuela Molly viene directa a mí a abrazarme mientras me grita, es su forma cariñosa
de hacerlo y de que vea que ella siempre había tenido razón con eso de que
Teddy volvería. Al abuelo Arthur lo sentamos inmediatamente en un sillón que
hay en el comedor, está demasiado mayor y últimamente no se acuerda de muchas
cosas, es toda una pena verle así.
Los
únicos que faltan son George, Angelina, Fred y Roxanne, que llegarán un poco
más tarde, ya que George tuvo que cerrar ‘Sortilegios Weasley’ y volver a casa
inmediatamente en cuanto Angelina le escribió comentándole el mensaje de la carta
que yo les había escrito. Aunque dudo que Fred aparezca, solo viene a las
comidas familiares en casa de la abuela porque su padre le insiste. Y teniendo
en cuenta que los gemelos tendrán ya tres años y solo les hemos visto un par de
veces, no creo que se presente junto a ellos y Viola en mi casa. Viola. En mi
casa. Todo un chiste desde luego.
Mientras
algunos preparan las fuentes que han traído para comer y el resto charlan o
debaten cosas, yo me escapo para ir al salón cuando nadie me ve. Me tumbo al
lado contrario de donde está Brigitte, y encogida de piernas para no darle y
con otra manta por encima, me quedo dormida al segundo.
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