Le retour

Por
suerte, Louis venía todos los días a casa a ayudarme con ella y para que yo no
estuviera sola, por eso mismo quise la casa cerca de mis padres cuando nos
mudamos. Louis estaba siendo un gran apoyo, ya no era tan pequeño como yo creía
y hoy me había hecho la comida mientras yo descansaba en el sofá con los pies
en alto, ya que se me habían hinchado y casi ni me entraban en los zapatos, por
lo que he ido descalza todo el día. Me dolía que mi hermano pequeño fuera más
maduro respecto a Dominique, porque a veces, ni la sentía como si fuera mi
hermana. ¿Aún le duraban los celos de la adolescencia? ¿Después de tantos años?
¿Aun sabiendo mi situación y ni se digna a una simple visita o llamada? Según
mamá es que estaba muy ocupada viajando por todo el mundo gracias a su equipo
de Quidditch, pero sabía perfectamente que con ella mantenía comunicación
diaria.
Con
un suspiro, termino el último bocado de mi sándwich de salmón ahumado que me he
preparado para cenar. Toda la casa está sumida en la oscuridad, menos la luz de
la cocina, para así poder leer mientras ceno. Tengo el libro apoyado en la
barriga, que me sirve como mesa por el estado tan avanzado de gestación. Según
mamá no me queda más que un par de semana para dar a luz, y yo bien lo sabía ya
pero aún no estoy preparada para tenerlo, y dudo que lo esté para cuando eso
ocurra.
No
puedo tenerlo así… No. No me he hecho a la idea de que él no va a volver. Que
ha desaparecido, que me he quedado viuda con veinticinco años y con dos hijos,
ahora huérfanos de padre. Simplemente no puedo.
Me
quedo un poco más en la cocina, mientras me termino el zumo de calabaza y el
capítulo del cual solo me quedan un par de páginas. Además de que ya estoy
empezando a bostezar, y no sería la primera vez que me quedo dormida en la
cocina con el libro en el suelo y mi cuello en una posición demasiado extraña.
Cuando
termino el capítulo, cierro el libro dejándolo sobre la mesa llena de migas.
Mañana limpiaré todo antes de preparar el desayuno, porque me temo que ahora me
queda un largo camino escaleras arriba hacia la habitación, y no es nada fácil
subir con el tamaño parecido a un hipopótamo que tengo ahora.
Antes
de salir de la cocina, miro el calendario que cuelga de la pared, diez de
junio. Seis meses y tres días desde que desapareció. Desde que me quitaron a la
mitad de mi existencia de mi lado. Desde que todo cambió y no ha vuelto a ser
lo mismo.
Apago
la luz de la cocina y con el reflejo de la luna llena entrando por las ventanas
salgo al pasillo. Me paro de nuevo para bostezar, llevándome la mano a la boca,
cuando oigo un ruido fuera en el porche. Las escaleras de la entrada chirrían
ante el peso de alguien como siempre. Me quedo rígida, mirando hacia la puerta
y los ventanales de al lado, hasta que poco a poco una sombra se refleja tapada
por las cortinas blancas.
Esta
vez me llevo la mano de nuevo hacia la boca pero para ahogar un grito. Si
fueran mis padres o Louis me hubieran avisado antes, además de que tan tarde es
imposible que se pasen y si vinieran entrarían por la puerta de la cocina. No,
saben que me acuesto temprano, solo que hoy se me ha ido un poco el santo al cielo
con Brigitte.
Miro
alrededor, buscando algo con lo que poder defenderme, con mucho cuidado abro la
alacena y agarro lo primero que encuentro. Un paraguas. No es gran cosa pero un
par de golpes podré dar, ya que tengo la varita en la habitación y el camino es
más largo. ¿O estaba en el salón? ¿Dónde había dejado la varita?
Poca
cosa puedo hacer ya, cuando la silueta se mueve por el porche hablando en voz
baja y buscando algo. Oh no, oh no. Necesito mi varita, necesito crear un
patronus que avise a mis padres. Mi hija está arriba, ¿qué le va a pasar? Sabía
que tarde o temprano esto iba a pasar, las cosas están empeorando en el mundo
mágico pero no me imaginaba que asaltarían casas de esta manera.
El
labio inferior comienza a temblarme, agarro firmemente el paraguas con las dos
manos y avanzo un par de pasos señalando a la puerta con este en alto.
La
puerta se abre lentamente, chirriando muy poco y una figura que no puedo
distinguir ya que todo está completamente a oscuras, da un paso hacia dentro de
la casa. Como si nada, busca el interruptor de la luz y cuando esta se
enciende, pego un grito y suelto el paraguas que cae al suelo. Doy un paso
hacia atrás, me agarro a la barra de las escaleras para no caerme y me tapo la
boca mientras niego con la cabeza.
A
pesar de que mis ojos se están volviendo completamente borrosos por las
lágrimas, reconocería esos ojos en cualquier lugar. A pesar de la barba densa
que casi le llega al final del cuello. A pesar de los pelos que le llegan por
el hombro. A pesar de la ropa rasgada en algunas partes. A pesar de toda la
suciedad que tiene por el rostro. Si esos ojos me miraran, en cualquier lugar,
rodeado de miles de personas, los reconocería.
Mis
piernas tiemblan, en realidad estoy temblando yo entera, por lo que no aguantan
más y se doblan, haciéndome caer al suelo apoyada en la pared que hacen las
escaleras. Me cubro la cara con las manos y doy pasos a mis lágrimas, que me
llenan el rostro entero, ahogándome los grititos que salen de mi boca,
hiperventilando en parte sin poder creerme lo que estoy viendo.
Rápidamente
dos brazos me rodean y su cuerpo se apoya contra el mío, abrazándome todo lo
fuerte que puede. Hundo mi cabeza en su cuello por unos segundos para después
buscar su cara con mis manos y finalmente agarrarle el rostro con ambas a los
lados. Mientras él me aparta el pelo de las mejillas mojadas le miro un segundo
antes de lanzarme a su boca a besarle. Besos de desesperación, de amor. Labios
que son hogar, que son refugio, que son necesidad.
Me
separo un instante, sin soltarle la cara como si fuera a escaparse y mirándole
a los ojos.
—Teddy.
Él
se ríe, asiente mientras llora también y apoya su frente contra la mía. Cierro
los ojos sonriendo, con lágrimas aun recorriendo mis mejillas.
—Mi
Teddy… — susurró, aún incapaz de creer que esté abrazada a él.
Tengo
tantas preguntas que ruedan por mi mente que no sé por cual empezar. Como donde
ha estado todo este tiempo, quién le secuestró, cuando ocurrió… Mil cosas de
las que hablar, pero hay una que es más urgente que todas esas.
—
¿Se puede saber que le ha pasado a tu pelo Ted Lupin? — digo separándome un
poco de él y hundiendo mis dedos en su cabello sucio. El cual está negro, y
juraría que nunca antes se lo había visto así.
Tiene
el pelo enredado, con cosas pegadas que ni quiero saber lo que es, y este le
llega a la altura de los hombros, y no exactamente igual por todas partes.
Teddy vuelve a reírse y me separa un poco más para colocar ambas manos sobre mi
tripa.
—
¿Y esto? ¿Cuándo ha crecido todo esto? — dice acariciándome la barriga.
Como
respuesta a su pregunta, el bebé lanza una patada, molesto por estar
apretándole su espacio en ese momento. Ambos soltamos una carcajada y me vuelvo
a echar sobre él abrazándole, mientras me limpio el rostro empapado de
lágrimas.
—Victoire…—
susurra, dándome luego un beso en la cabeza.
Alzo
el rostro para volver a besarle. Esto seguro que tiene que ser un sueño, no
puede ser real. Después de tanto tiempo no me lo puedo creer. ¿Estoy flotando?
Aunque todos esos pensamientos los hacen desaparecer nuestros labios pegados, que
no consiguen separarse por la necesidad que sentimos.
No
sé exactamente cuánto tiempo hemos estado así, o cuanto nos hemos llevado
ahora, abrazándonos en el suelo, en mitad del pasillo de la entrada. Pero algo,
o mejor dicho alguien, nos separa, alzando nuestras cabezas a la vez hacia
arriba de las escaleras.
—¿Mami?
Brigitte
se encuentra arriba del todo, abrazada a su peluche de monito, descalza como
casi siempre aunque le diga que se ponga las zapatillas. Se tapa la cara con su
peluche cuando ve que ambos le miramos y miro a Teddy que está sonriendo de
oreja a oreja.
—Ven
cariño, es papá. Papá ha vuelto.
Intento
levantarme sin mucho éxito, cuando me derrumbé no pensé en lo que me costaría luego.
Teddy se incorpora para ayudar a levantarme sujetándome por debajo de los
brazos y entre él y yo agarrándome la barandilla, consigo ponerme de pie.
Estiro
un poco la espalda y con ambas manos en la lumbar, subo un par de escaleras
tendiendo la mano hacia mi hija, que no se ha movido de donde está.
—Baja
Brigitte, ven con mamá. Es papá, te lo prometo, ven a saludarle.
Sin
fiarse de mi palabra, Brigitte no se mueve de donde está. Pero Teddy se ha
colocado lentamente a mi lado, se ha echado el pelo hacia atrás, esperando que
así le vea mejor para que le reconozca.
—¿No
quieres abrazarme tú también, brujilla?
Brigitte
suelta una pequeña carcajada ante el mote cariñoso con el que siempre le habla
Teddy. Parece que así sí ha creído que era él y comienza a bajar poco a poco.
Cuando llega a nuestra altura, se le queda un rato mirando, y como por arte de
magia descubre que es en realidad su padre quién está debajo de todas esas
capas de pelo y suciedad, ya que finalmente salta para abrazarle.
Teddy
se agacha y le coge en brazos, con Brigitte y su mono rodeando su cuello y yo
de nuevo llorando mientras sonrío.
Descubro
que Teddy la sujeta de un solo brazo ya que la otra mano está estirada hacia
mí. Rodeo sus dedos con los míos y me acerco a ellos, separándome de la pared
donde estaba apoyada. Dejo mi cabeza sobre su hombro y Brigitte le toca la cara
con un dedo, como si fuera a romperse al tocarle.
—Papi,
¿poqué estás tan sushio?
Ambos
nos reímos por la pregunta que nos pilla desprevenidos y miro a Teddy muy
seria.
—A
mí también me gustaría saberlo, porque ni por asomo te vas a meter en mi cama
con las sábanas limpias de esta guisa, así que irás directamente al baño, a
quitarte toda esta roña que tienes encima. Y tú señorita — digo hincando un
dedo en la barriga de Brigitte haciéndole cosquillas — te vas directa de nuevo
a la cama. Es muy tarde y tienes que dormir.
Brigitte
me pone un ligero puchero intentando engañarme, maldito Louis por enseñarle a
hacer eso. Sacudo la cabeza y señalo escaleras arriba, donde puedo ver el
reflejo de la luz de su habitación, que también ha aprendido a subirse encima
de la silla para encenderla. Teddy se ha perdido tantas cosas en estos últimos
meses…
—Venga,
vamos…
Comienzo
a subir y noto rápidamente la mano de Teddy en el final de mi espalda,
empujándome para ayudar a subirme. Giro la cabeza para sonreírle, recordándome
esto a cuando tuve a Brigitte, que tenía que llevarme él prácticamente a todos
lados.
Una
vez está Brigitte dormida de nuevo, esta vez solo tuvimos que dejarla en la
cama y quedarnos un minuto con ella hasta que cerró los ojos, subimos a nuestra
habitación. La cama está hecha gracias a Louis, que la hizo esta mañana,
llevaba tres días sin hacerla, y la noche anterior me había costado tanto
levantarme del sofá que me quedé ahí a dormir. Ahora, la habitación no me
parece tan desierta con él de nuevo a mi lado.
Teddy
va directo al baño, se quita la chaqueta, quedándose con una camiseta de mangas
cortas con agujeros y arañazos en ella. Pero lo que más me llama la atención es
la muñeca izquierda, la tiene casi en carne viva, llena de costras y sangre
seca. Le cojo la mano con cuidado y la observo, tiene una infección bastante
grave, y necesitaré mi maletín lleno de pociones para que la piel vuelva a regenerarse
en esa parte. No sé cómo no se ha quejado en este rato mientras me abrazaba o
cogía en brazos a Brigitte, tiene que estar ardiéndole esa zona.
—Deja
tu mente de enfermera por un momento, sé que está grave, pero ya me la curarás,
primero tengo que… necesito quitarme todo este pelo.
Le
miro y tardo unos segundos en asentir. Necesitará un baño antes para poder
desinfectar todo bien.
Teddy
deja caer la mano con suavidad y se quita la camiseta con cuidado. Cuando deja
su torso al descubierto de mi garganta sale un ruidito de sorpresa y horror a
la misma vez. Tiene la parte derecha hinchada y con unos tres colores de
moratones por todo esta. El morado, verde y amarillo predomina en esa zona,
seguramente por un par de costillas rotas, y más golpes y patadas de los que me
estoy imaginando. En el hombro derecho tiene un corte, no muy profundo pero con
la costra ya bastante seca. Giro alrededor de él para seguir descubriendo, y me
encuentro con un bulto en la parte izquierda de la espalda que no sé
identificar por el momento. Tiene otro corte por detrás, este más largo y
profundo del que me gustaría, pero ni quiero pensar de lo que puede ser.
Alzo
el rostro, mirando su reflejo en el espejo de enfrente, una lágrima solitaria
recorre mi mejilla y puedo ver el rostro de mi marido afligido mientras baja la
mirada, escondiéndose de la mía. No quiero ni imaginar por todo lo que ha
tenido que pasar, todo lo que ha tenido que sufrir o todo lo que le han tenido
que hacer.
Una
nausea me sube por la garganta de tan solo imaginarlo y me dejo caer sobre la
pared de atrás, tapando mi boca fuertemente con mi mano para no vomitar.
Teddy
se gira y me acaricia el brazo inclinando la cabeza hacia mí.
—Oh,
Teddy…
Niego
la cabeza mirándole, mis ojos se quedan fijos en los suyos, transmitiéndonos
todas esas palabras que ninguno somos capaces de decirnos. Tiene los ojos
caramelos ahora, como si su luz estuviera volviendo a él, la esperanza de
volver a estar en casa, de volver a su vida y dejar todo eso atrás. Me inclino
hacia él y con una mano en su mejilla, tocando con la palma esos pelos de la
barba tan impropios en él, acaricio sus labios con los míos, en un beso suave
comparado con los de hace un rato.
Me
separo tras unos segundos y Teddy tras relamerse el labio de arriba, esboza una
pequeña sonrisa.
—Vamos
a cortarte esos pelos.
Acostumbrado
que está a cortarle siempre yo el pelo, Teddy saca la pequeña banqueta que hay
al lado del lavabo y se sienta en ella en mitad del baño para poder tener más
espacio, se coloca la toalla de las manos sobre los hombros y yo saco las
tijeras del cajón.
Corto
mechones sin ton ni son por todos lados, de distintos tamaños ya que la
longitud es extensa por lo que no me preocupa como quede, ya que voy a intentar
dejárselo lo más corto posible. También le quito la barba por completo, y una
vez que he dejado toda su cabeza con el corte de siempre, le afeito. Pasando la
cuchilla con cuidado, dejando que se vea su cara de nuevo, esa cara tan
preciosa que tiene…
Una
vez que he terminado, me apoyo en el lavabo, Teddy se termina de pasar la
toalla por el rostro, volviendo al ser el que era, teniendo solo esa parte del
cuerpo limpia y fresca después de mucho tiempo.
Sonrío
al notar como su pelo va cambiando del negro a un color azul marino más claro,
poco a poco, pero sin volver a ese verde agua que siempre ha tenido. Sé que
mañana tampoco se despertará como siempre, que le costará volver al ser el que
era, no será fácil, pero yo estaré ahí para ayudarle a recuperarse.
—Cuando
me llevaron — comienza Teddy a decir inesperadamente— estaba tan confuso que mi
pelo estuvo cambiando todo el rato. A todos los colores posibles hasta que me
quitaron el saco con lo que me cubría. Estaba tan asustado que lo notaba, no
podía controlarlo pero sé que estaba pasándome eso. Cuando mis captores me… me…
pegaban, atizaban o me hacían lo que fuera, mi pelo se volvía rojo de la
impotencia y de la furia que contenía. Tampoco era muy justo pegarle a alguien
encadenado que no se podía defender, pero cuando veían mi pelo, les divertía
más y seguían mientras se reían.
Sus
palabras me aflojan y me acerco a él para sentarme en sus piernas. Cada vez que
cuente algo de lo que pasó, me romperé por dentro, pero necesito saber todo.
Teddy
coge aire y prosigue.
—No
sé muy bien con qué fin me secuestraron. Eran licántropos, creo que… conocían a
mi padre. Le insultaban y decían cosas de él que no… No sé exactamente que era
o si eran ciertas o no, pero… —tras una pequeña pausa, sigue. — También
hablaban de él, de todo lo que está planeando, está creciendo y como se irá
haciendo con el poder. Es gracioso que ellos conocieran a mi padre y yo no, que
incluso esos animales que me golpearon hasta casi la muerte en ocasiones
supieran de él, y yo no…
—Eso
no es verdad Teddy, tú le conocías, sabes quién es, y como es, Harry ha hecho
que conozcas el más mínimo detalle de él, y de Sirius y James. Sabes
perfectamente quién era. Y gracias a eso, así eres tú.
Teddy
me agarra la mano dejándola sobre mi regazo, para continuar con la historia.
—Después
de un tiempo, cuando la rabia se fue al saber que no podía hacer nada, habían
roto mi varita en el primer minuto de encontrarme con ellos y no había ninguna
cerca que pudiera acercarla a mí mediante el accio, mi pelo se volvió gris, apenas comía o bebía, y no me podía
mover del suelo y estaba lo suficientemente ya largo para apreciar el color, ya
que ni había notado este cambio.
Cada
palabra suya me rompe por dentro. Nunca había pensado que tendría que escuchar
esto. Pocas veces me lo había imaginado volviendo a mí, pero en esas ocasiones
estaba como siempre, como si tan solo se hubiera ido de vacaciones él solo, o
hubiera pasado muchos días fuera por tema de trabajo. Fueron pocas porque
siempre imaginé que no volvía, que tenía que celebrar un funeral a muy largo
tiempo, sin un cuerpo al que llorar.
Teddy
me aprieta la mano, como si me estuviera leyendo el pensamiento, volviendo a
relatar lo que queda de historia.
—Cuando
pude escapar, esa historia te la contaré mañana ya que es más larga de lo que
me gustaría, se convirtió negro, como estaba yo. No sé cuánto tiempo me he
llevado vagando de un lado a otro, intentando volver a casa, intentando
conseguir un poco de comida a escondidas y durmiendo en sitios imposibles para
que no me volvieran a encontrar. Pensé… creo que mi pelo no volverá a ser lo
que era, que será así de simple a como está ahora. Que ni yo mismo volveré al
color de antes.
Niego
la cabeza y me quedo a solo centímetros de él.
—Estás
muy equivocado. Tu pelo volverá a ser de ese verde que tanto me gusta, y tú
volverás a ser el de antes, porque yo te ayudaré a eso. Y Brigitte también,
tenlo por seguro, ahora te vas a cansar de ella, no deja de saltar de un lado
para otro.
—Nunca
me cansaré de vosotras.
—Ni
yo de ti. Te quiero Teddy—me acerco a él, colocando mis manos a los lados de su
cara.
—Y
yo, siempre te voy a querer. — Susurra antes de besarme.
Cuando
la cosa se está poniendo un poco más intensa, después de todo este tiempo
separados y de que mis hormonas llevan mucho ajetreo en muy poco tiempo, nos
separamos obligados. Él está demasiado débil, sucio y herido como para poder
hacer nada. Tras recuperar de nuevo el aliento, es mi turno de confesiones.
—Iba
a llamarle Teddy, es un niño — digo mirándole fugazmente sonriendo mientras me
acaricio la barriga —. Al principio no quería saberlo, me daba igual, no quería
ni tenerlo durante un par de semanas que me llevé en la cama a todas horas, sin
salir de la habitación llorando cada minuto. Pero cuando mi madre me acompañó,
me hizo preguntarme si estaba segura y lo pensé. En parte llevaba razón, si era
una niña tenía todas las cosas de Brigitte y no tenía que comprar mucho más.
Pero si era un niño había que conseguir mucha ropa para él. Hasta hace un par
de meses no compré nada, vino la abuela Molly para gritarme que en qué estaba
pensando, junto a Ginny me trajeron toda la ropa que la abuela le había hecho
al bebé, ya sabes cómo es… — esbozo una pequeña sonrisa.
—En
un solo día mi abuela me puso la casa patas arriba, limpiando todo y sacando
todos los trastos de recién nacido, dijo que nunca se sabía cuándo iba a venir
y que tenía que estar bien preparada. Mamá tuvo que venir rápidamente después
del trabajo porque yo ya me había rendido con la abuela. Hasta me gritó a la
cara que le daba igual lo triste que estuviera, que tenía que estar bien de la
cabeza por si mi hijo nacía. Dejó de gritar cuando me pregunto cómo le iba a
llamar, me eché a llorar en mitad de la merienda diciendo que Teddy. Quería
llamarlo como tú, a pesar de que no podría mirarlo o cogerlo siquiera si
tendría tu nombre, pero que tenía que tenerlo, porque estaba segura de que te
hubiera gustado o que iba a salir idéntico a ti. Pero ahora… Ahora me da igual
como se llame, quiero que lo elijas tú y que estés conmigo en todo momento
durante el parto. Quiero tenerlo en casa, con mamá y contigo a mi lado, y
quiero que seas el primero en coger al bebé en cuanto nazca.
Levanto
la cabeza, que la tenía gacha mirando la barriga mientras hablaba y me
encuentro a Teddy llorando.
—Cariño…
—digo susurrando. Le abrazo dejando que se apoye en mi hombro y tras unos
minutos vuelve a mirarme.
—Nunca
más voy a separarme de ti Victoire, nunca más.
—Lo
sé — le digo asintiendo mientras nos besamos de nuevo.
Después
de dejar que se diera un baño largo, estuve ordenando la habitación y
buscándole un pijama que se pudiera poner, le limpié y vendé todas las heridas.
La de la muñeca era la que tenía peor, bastante infectada y tuve que untarle
dos cremas que hice en ese momento para que le hiciera efecto. También tuve que
vendarle el torso, las costillas estaban claramente rotas y esperaba que nada
fracturadas por dentro, o sería mucho peor. Los cortes los vendé para que no se
infectaran más. Y el resto, necesitaría mucho reposo y tiempo.
Nos
dieron las cuatro de la mañana mientras tanto hasta que nos acostamos, ambos
caímos dormidos a la vez, abrazados de espalda por culpa de la barriga y con su
cabeza en mi cuello. Sin decir palabra alguna, tan solo aferrándonos uno al
otro todo lo fuerte posible, sin creerme yo al menos que eso estaba ocurriendo.
A
la mañana siguiente, me despierto por culpa de una pequeña voz que me llama.
Abro los ojos lentamente para encontrarme a Brigitte cerca de mí, apoyada en la
cama, con todo su pelo rubio lleno de rizos revuelto sobre su cara.
—Mamiiii,
tengo hambe, venga levanta.
Sonrío
y miro hacia atrás con cuidado, como para asegurarme que todo lo que pasó
anoche no fue un sueño, que Teddy está de vuelta y es real. Y así es, está
durmiendo plácidamente, con su cara sobre la almohada, su rostro relajado y su
pelo un poco más claro que ayer. Sin pesadillas después de todo el cansancio
acumulado y estando por fin en casa.
Me
levanto con cuidado y dejo las zapatillas debajo de la cama como estos últimos
días, que mal ejemplo soy para mi hija… La cojo en brazos antes de levantarme
de la cama y con ella acomodada ya en mi cadera salgo de la habitación para
bajar a la cocina.
—
¿Sabes qué cariño? Vamos a hacer tortitas para desayunar —Brigitte pone cara de
sorpresa ante la buena noticia que le ha dado nada más levantarse. Le encantan
las tortitas llenas de chocolate. — También haremos tostadas, prepararemos
cereales y mucha fruta. Porque después de que papá baje a desayunar haremos una
fiesta, van a venir los abuelos, todos los primos y todos los titos, ¿quieres
verlos?
Brigitte
asiente sonriendo, entusiasmada por la idea de la fiesta, a pesar de que no
tiene ni idea de todo lo que ha pasado en realidad.
Y
así es, en cuanto termino de desayunar, me siento en la mesa junto a varios
pergaminos y una pluma. Escribiendo la misma nota una y otra vez, para mis padres,
para Harry y Ginny, para todos mis primos y mis tíos, para la abuela Molly y el
abuelo Weasley, y para la abuela Meda, que ha sufrido lo mismo que yo mientras
Teddy ha estado desaparecido.
‘’Teddy ha vuelto. Regresó anoche,
está descansando ahora, podéis venir en cuanto queráis, hay comida para todos, os
espero aquí, gracias por apoyarme todo este tiempo, pero ahora vamos a celebrar
que él ha vuelto.
Vic’’.
Una
hora y media más tarde, estoy preparando el desayuno para mí. Cojo la segunda
fresa para mojarla en el chocolate líquido que hay en un bol junto a la madera
donde está el pan cortado. Brigitte ya había desayunado un par de tortitas y
unos pequeños trozos de fruta que había conseguido que me dejara ponerle en el
plato. Al final dejó un par de trozos de melocotón, pero sin duda las tortitas
bañadas en chocolate habían caído enteras.
Sé
que Teddy no va a desayunar poca cosa, tiene un apetito voraz y después de todo
este tiempo, podría comerse todo lo que haya en la cocina. Así que aparte de
las tortitas, le preparo un par de tostadas con huevo y aguacate, uno de sus
platos favoritos.
Mientras
tanto, aprovecho para hacer el almuerzo de Brigitte, la casa se va a llenar de
gente el resto de día y no tendré tiempo, así que tengo que estar preparada. Le
hago un puré de verduras con un poco de pollo. Por suerte mi hija había salido
a nosotros y no tiene ningún problema para comer, ya que acepta todo lo que le
propongo.
Mojo
otra fresa, llenándola por completo de chocolate, lo que lleva a que las puntas
de mis dedos se manchen. Así que cuando me como esta, acerco cada dedo a la
boca para lamerlos, no puedo desaprovechar ni una pizca de chocolate. Sería un
delito.
Cuando
estoy acabando con el dedo gordo en mis labios, escucho un sonido en la puerta.
Y con un pequeño brinco por culpa del susto inesperado, me giro para
encontrarme a Teddy recién despierto. Está completamente despeinado y lleva
puesto la camiseta del pijama, una cosa inusual en él, pero sé que es para
ocultar todas las heridas vendadas y las pocas que habían quedado al aire. Es
mejor así.
—Buenos
días, ¿has dormido bien? — me seco la mano en el paño que hay sobre la
encimera.
—Mejor
que nunca, la verdad.
Teddy
se pasa una mano por los pelos revolviéndoselos, aunque creo que es más bien un
intento en peinarlos, cosa que resulta ser en vano. ¿Tiene un tono más claro o
me lo estoy imaginando?
Se
acerca a mí y sin decir palabra me cubre la cara con ambas manos para acercarme
a él y darme un beso. Sonrío en sus labios y llevo la palma de mi mano hacia su
pecho, con cuidado, dándome la sensación de que se puede romper de un momento a
otro.
Se
separa de mí y se queda mirándome seriamente. Llevo una mano a su pelo, pasando
mis dedos entre sus mechones cortos, luego la bajo hacia su mejilla y en aquel
momento deja caer la cara en ella cerrando los ojos.
—No
voy a irme a ningún lado…— susurro como si le estuviera leyendo el pensamiento.
Deposita
sobre mi frente suavemente sus labios y se queda unos segundos así, hasta que
vuelve a hablar.
—Te
necesito…— dice con un hilo de voz.
—Estoy
aquí. Estoy aquí — repito inclinando mi cabeza hacia arriba para buscar sus
labios.
Con
un pequeño gemido responde a mi beso. Una de sus manos baja acariciándome el
costado, pasa por la redondez de mi barriga y luego va al final de mi espalda,
dejándola en mi trasero y acercándome un poco más a él.
Mi
mano rodea su cintura mientras nuestras lenguas juegan, aún con la
desesperación del día anterior, una desesperación que dudo que se acabe pronto.
Nos separamos cuando sin querer le muerdo el labio inferior, ya que se queja con
una pequeña sonrisa. Aunque tampoco voy muy lejos ya que me quedo abrazada a
él, descansando la cabeza sobre su hombro y acariciándole el hueco de la
garganta.
—Van
a venir pronto, les he escrito a todos. Tienen que saberlo cuanto antes, te he
preparado un buen desayuno, venga siéntate.
Teddy
asiente y agacha la cabeza para depositar varios besos por mi cuello. Yo me
encojo de inmediato, atrapando su cabeza con la mía. Sabe que no puede hacerlo,
es mi punto débil.
—
¡Teddy! ¡Que tienes que desayunar!
La
carcajada que suelta por eso me llena por dentro. No creía que fuera a verlo
tan feliz nada más volver. En realidad, no creía que fuera a verlo de nuevo.
Intenta besarme de nuevo, pero yo le esquivo velozmente mientras ambos nos reímos.
—
¡Papi!
Ambos
miramos a la vez hacia las puertas que dan al comedor, mientras nuestros
cuerpos giran enredados para ver a Brigitte que está con los brazos abiertos
hacia arriba. Viene hacia nosotros y Teddy se agacha para cogerla en brazos.
—Buenos
días brujilla. ¿Estabas jugando?
—A
lash cashistash — asiente Brigitte
mientras pone morritos.
Me
río entre dientes al ver la cara tan graciosa que pone y dejo un beso en su
mejilla.
—Venga,
dile a papá que tiene que desayunar.
Me
giro para agarrar la varita que está sobre la encimera, entre un montón de
platos, cubiertos y alimentos y la agito para que la tetera se ponga en marcha,
para preparar su desayuno y dar la bienvenida al resto de la familia por su
vuelta.
Comentarios
Publicar un comentario