Notre foyer
Teddy había venido
antes de tiempo a recogerme de mi última clase en el hospital, por lo que tuvo
que esperarme un poco, antes de ir para casa. Era mi cumpleaños e íbamos a
comer todos juntos. Papá, mamá, él y yo. Louis estaba cursando su último año en
Hogwarts y Dominique… Según ella tenía un partido muy importante de Quidditch
en Rusia y no podía ausentarse ni un par de horas para venir a comer. Yo sabía
que no venía porque no quería, porque podía aparecerse sin ningún problema como
siempre hacía. Pero este último año las cosas habían ido a peor entre nosotras,
así que me hacía la tonta con ese tema e ignoraba a mamá cuando decía que por
qué no le escribía.
Mamá me preparó mi
plato favorito, espaguetis a la carbonara, el cuál devoré. Y nada más terminar
de comer, Teddy y yo nos levantamos para dar un paseo por la playa. Hacía buen
tiempo para haber comenzado mayo y era agradable pasear bajo los suaves rayos
de sol. Incluso nos aventurábamos a ir descalzos por la arena y mojarnos los
pies de vez en cuando.
Nos despedimos de ellos
mientras mamá comenzaba a preparar mi tarta para la merienda y papá recogía la
mesa. Los dos globos enormes que me había comprado Teddy con la cifra veinte,
aún rondaban por el comedor y fue lo último que vi al salir.
Paseamos cogidos de las
manos a veces en silencio y otras charlando, y de vez en cuando Teddy me
acercaba a él para besarme o yo me dejaba caer sobre él para abrazarle.
—Aún no me has contado
como te ha ido la clase de esta mañana —me dijo mientras nos parábamos un segundo
y yo me acercaba a la orilla de espalda mirándole.
—Quizás es porque aún
no he tenido tiempo entre una cosa y otra —le dije entrecerrando los ojos por
culpa del sol.
De esta forma ahora tan
solo veía su silueta oscura acercándose cada vez más a mí, pero lo único que
podía identificar bien de él era su pelo verde agua que parecía fosforito con
el sol dándole. Tuve que ponerme una mano de visera para poder mirarle mientras
hablaba.
—Bien, hoy nos han
enseñado a cómo deberíamos de actuar si el bebé viene con una vuelta del cordón
dada. Tan solo han sido apuntes y una demostración con magia. Un par de clases
más y por fin acudiremos a un parto de verdad — esbocé una sonrisa ladeada —.
Aunque tengo miedo de Trixie, conociéndola creo que se desmayará en cuanto vea
un poco de sangre. Aunque espero por Merlín que eso no pase.
Me recogí un mechón de
pelo tras la oreja que se movió por culpa del viento y di una patada al agua,
salpicando a Teddy con ella. Ahora estaba tan cerca de mí que tan solo viéndole
la mirada intuí lo que iba a hacer. Y antes de que pudiera hacerlo, salí
corriendo con un pequeño grito.
Sabía que podía haberme
pillado mucho antes pero me dejó ganar como si fuéramos esos niños pequeños de
hace muchos años atrás que corríamos por esta misma playa.
Aun así, terminó
cogiéndome por la cintura en cuanto llegó a mí y ambos trastabillábamos un poco
con nuestros pies y casi caemos al suelo. Por suerte, recuperamos el equilibrio
entre risas y yo me enredé a su cuello.
Me acerqué a él para
darle un beso y quitarle esa sonrisa de la cara, solo porque me derretía un
poquito más cuando le miraba, no por otra cosa. En cuanto me separé de él, le
di con un dedo en la nariz.
—¿Y tú? ¿Cómo ha ido tú
día hoy?
Teddy ladeó la cabeza y
se encogió de hombros.
—Lo de siempre, aprender
a hacer el papeleo.
Antes de que pudiera
decirle algo más, se acercó a mí para darme otro beso y separarse
inmediatamente tirando de mi mano. Seguimos el paseo de vuelta a lo imprevisto.
Por cómo se había separado podía decir que hasta tenía prisa por ir a algún
lado, pero conociéndole tarde o temprano me diría lo que le pasaba.
Seguí sus pasos durante
un rato por la arena seca, esta vez le puse al día de lo que nos contó mi
hermano Louis en su última carta desde Hogwarts. Y cuando terminé el relato me
senté en un montón de arena que hacía una mini colina entre hierbajos altos.
Teddy se sentó tras de
mí, y yo me dejé caer sobre él mientras me abrazaba por detrás. Cerré los ojos
y levanté la cabeza disfrutando del calor que daba el sol después de unos
minutos dándote fijamente. Aunque sabía que si me daba el sol me resaltaría las
pecas, y últimamente no me gustaban mucho. No como a Teddy, que se había
dedicado a contarlas en más de una ocasión y ya sabía que tenía noventa y cuatro,
según se vieran más o no por la luz.
Estaba deseando que
comenzara el verano. Que todos mis primos regresaran de la escuela, poder comer
todos en casa de la abuela y estar en familia hasta bien entrada la madrugada
saltando por el bosque de los alrededores de La Madriguera, poder pasar el día
entero en la playa y poder bucear entre las olas, ir a pasear al centro de
Londres y comer en todos los bares que descubríamos según el día, bailar hasta
las tantas con Teddy en algún pub rodeado de muggles…
En realidad lo que más
añoraba era a mi familia, acostumbrada siempre a estar rodeada de ellos. Y
aunque hoy habíamos comido en casa, el fin de semana lo celebraríamos en casa
de la abuela con todos los Weasley como era habitual, todos los que no estaban
en Hogwarts, Teddy y la abuela Meda, por supuesto.
Justo en ese momento,
como si me hubiera leído la mente, Teddy me sacó de mis pensamientos. Me
acarició el brazo y levantó mi mano con la suya y sé que ambas miradas se
dirigieron al único protagonista de mi mano. Al diamante que adornaba mi
anular.
—Mi abuela quiere saber
una fecha pronto — susurró.
Dejé caer mi cabeza sobre
su brazo y le miré sonriendo.
—Pronto…
—¿Pronto va a ser este
verano? ¿El año que viene? ¿En dos años?
Sacudí la cabeza y
enredé mi mano con la suya.
—Podría ser este
verano… Pero ya sabes que me gusta planear todo bien. Tiene que ser perfecto y
es muy complicado coincidir tantas personas, buscar el vestido, contratar
tantas cosas…
—Me dijiste que ya
tenías vestido. ¿Acaso ahora no tienes?
Le miré sonriendo pero
mordiéndome el labio inferior y me encogí de hombros.
—¿Estás jugando conmigo
Victoire Weasley?
Me incorporé para
ponerme de rodillas y quedar cara a cara con él.
—En realidad no es la
primera vez que juego contigo Ted Lupin…
El pelo de Teddy cambió
radicalmente de color y pasó de su tono verde agua de siempre a un rojo intenso
como el fuego. Eso me sacó una carcajada y hundí una mano en el, acercándome
lentamente hacia sus labios mientras le miraba a los ojos.
Noté como su mano se
apoyaba en mi cadera y se deslizaba poco a poco hacia el bajo de mi espalda. Yo
apoyé la otra mano en su hombro y le empujé mientras nuestros labios chocaban y
se fundían en un beso. Teddy cayó de espaldas sobre la arena y yo quedé tumbada
sobre él.
Creo que el sol estaba
apretando porque cada vez notaba más calor.
Teddy se separó un segundo
para tomar aire y yo apenas le di tiempo porque acaricié de nuevo sus labios
con los míos, dejando escapar un ronroneo desde el fondo de mi garganta.
Parece ser que eso le
dio la señal a Teddy para separarse, antes de que me diera un último beso
rápido, aunque se quedó mirándome con ese rostro que me inquietaba. Siempre
levanta la comisura derecha de los labios cuando va a hacer algo, y le daba un
toque de superioridad que a veces me ponía nerviosa. Pero no me dio tiempo a
preguntar ya que terminó hablando él.
—Aún tengo que darte tu
regalo…
Mi cabeza se puso en
blanco y me incorporé apoyando los codos en la arena a ambos lados de él. ¿Mi
regalo? Se me había olvidado por completo. Todos los años era un misterio y
nunca me daba siquiera una pista. El año pasado consistió en una escapada el
fin de semana a ver las estrellas y constelaciones en un camping bastante
apartado de todo. Ese regalo ya me pareció perfecto, sabía perfectamente lo que
disfrutaba de las clases de astrología allí en Hogwarts y ver todo aquello… fue
simplemente perfecto.
No me di cuenta de que
me quedé mirándolo con el ceño fruncido, ya que me pasó un dedo entre las
arruguitas que se formaron entre mis cejas.
—¿Quieres saber lo que
es?
—¡Pues claro! ¡Vamos!
Siempre haces lo mismo, lo sacas cuando no puedes dármelo y tengo que esperar
horas y horas hasta que me lo des a un minuto de acabar el día. Agh, no te
soporto Teddy Lupin.
Me incorporé con
cuidado de no hacerle daño ya que seguía sobre él y una vez de pie me sacudí
los vaqueros de arena.
Pusimos rumbo de vuelta
a casa, habíamos andando más de lo que creía, pero en realidad entre carreras y
tonterías no me extrañaba mucho. Esta vez el camino de vuelta fue más rápido
por mi parte, no es que fuera impaciente solo que… me ponía un poquito de los
nervios que hiciera eso y… ¡quería mi regalo ya!
Tras unos diez minutos
andando a buen ritmo Teddy me paró sujetándome por la mano y se pasó una mano
por el pelo antes de hablar.
—Oye, ¿habías mirado
alguna casa para cuándo…? —no hizo falta que terminara la frase, sabía a qué se
refería.
—En realidad sí. He
visto un par de carteles y estoy esperando a que me digan un día para poder ir.
Es en el centro, parecen sitios pequeños pero no piden mucho por el alquiler y
bueno, tendremos que ir a verlos un día. Nos pilla cerca del Ministerio o del
Hospital para ir a trabajar y aunque estaremos lejos de la familia viviremos
con suerte cerca de donde nos gusta ir.
Me encogí de hombros
intentando difundir esperanza. En realidad todo eso había sido más difícil de
lo que había dicho. Los pisos no parecían gran cosa desde fuera, pero eso era
mejor que vivir con mis padres o su abuela, necesitábamos nuestra intimidad.
—¿No querías la casa de
al lado de tus padres aquí en la playa?
Di un paso hacia él
involuntariamente mientras hablaba.
—Si claro, pero es
enorme y no podemos permitírnoslo. Además no sabemos el precio ni a quién
pertenece pare preguntar y bueno… Ya encontraremos algo. Me sirve con estar
contigo cuando nos casemos en algún lugar acogedor.
Teddy esbozó una
sonrisa y esta vez fue él quien dio un paso hacia mí.
—Y si te digo… Que esa
casa ya es nuestra…
—¿Qué?
Parpadeé un par de
veces y abrí los ojos más de la cuenta. Mis pensamientos zumbaban de un lado a
otro. No. Eso no podía ser posible. ¿De qué estaba hablando? ¿Cómo lo había
hecho? ¿Estábamos hablando de la misma casa? ¿De esa grande pintada de celeste
añil que estaba a tan solo unos minutos a pies de la casa de mis padres?
Seguía sin poder decir
nada coherente, porque no pensaba nada coherente. Todo me parecía imposible y
no daba crédito a nada. Hasta que Teddy se sacó un par de llaves del bolsillo y
con la otra mano señaló hacia su derecha.
Cuando seguí con la
mirada su señal me llevé las manos a la boca y comencé a llorar.
No me había dado cuenta
de que estábamos delante de la casa, en la orilla casi, pero delante de ella.
Había pasado tantas veces por ahí que ya estaba acostumbrada y aunque alguna
que otra vez le había prestado más atención a la fachada, en esta ocasión
apenas me di cuenta por la emoción de ver mi regalo. Pero… ¿este era mi regalo?
—¿Qué has hecho Teddy?
— dije mientras me limpiaba las lágrimas con las manos e intentaba respirar
como una persona normal.
—Comprar nuestra casa.
Toma — me cogió la mano y depositó las llaves en ella — Ya podemos casarnos,
tenemos casa. La casa de tus sueños, dónde formaremos esa familia de la que
siempre hemos hablado y viviremos felices en ella —dijo esbozando una enorme
sonrisa con las manos metidas en los bolsillos.
Sus palabras no
ayudaban precisamente a que me calmara y seguí llorando con la mano cerrada
sujetando la llave contra mi boca. No sabía qué hacer. Miraba a Teddy, miraba
la casa y volvía mis ojos de uno a otro. Finalmente me abalancé sobre Teddy y
le abracé mientras continué llorando. Escuché como se reía entre dientes y me
acarició la espalda y el pelo intentando que me tranquilizara. Lo hice, pero
tuvieron que pasar unos minutos hasta que me separé.
—¿Cómo lo has comprado?
¡No tenemos esa cantidad de dinero!
—Mis padres me dejaron
una buena herencia. Nunca he gastado poco más que para el material de la
escuela. Mi abuela nunca ha dejado que usemos de ese dinero, así que solo
estaba esperando para la ocasión ideal.
Casi no le dejé
terminar porque le agarré la cara con ambas manos para besarle, con una de
ellas doblada para que no se me cayeran las preciadas llaves. Le besé varias veces
seguidas y cuando decidí acabar dejé mi frente pegada a la tuya.
—Te quiero — susurré—.
Te quiero más que a nada y te voy a querer toda mi vida. Y nunca podré
agradecerte lo suficiente este… regalo. — Me sorbí los mocos y Teddy rio —
Vamos a casarnos este verano, en cuanto regresen todos. Nos pondremos estos dos
meses a planear todo. Pediremos ayuda si hace falta, pero por las barbas de
Merlín no aguanto más a estar separada cada noche de ti.
Esta vez fue Teddy
quién acortó el espacio que nos separaba y me besó sujetándome con una mano el
cuello. Por suerte tras un par de segundos se separó y me miró alzando las
cejas.
—¿Quieres ir a conocer
tu nuevo hogar?
Me separé de él con un
grito y corrí hacia la casa. Subí los peldaños de la entrada y me coloqué
delante de la puerta para abrirla. Estaba tan nerviosa que las llaves se me
cayeron al suelo antes de poder meterla en la cerradura, pero aunque con el
simple hechizo alohomora hubiera
funcionado, no habría sido lo mismo haber entrado por primera vez ahí así.
Teddy estaba a mi lado,
tan impaciente como yo y en cuanto oí el click que hizo la cerradura al girar
la llave, le miré emocionada, saltando en el propio sitio.
—¿Listo? — le dije
antes de empujar la puerta.
En cuanto asintió, lo
hice y saqué las llaves a la vez que entrábamos ambos de la mano. El recibidor
era bastante amplio, el suelo de madera de nogal era común en toda la planta.
Mis ojos se dirigían a muchos sitios a la vez, intentando captar todo al mismo
tiempo antes de profundizar en cada salita. Frente a mí tenía las escaleras que
dirigían a la primera planta. A la derecha había un espacio que sería el
comedor, ya que otro gran hueco de puerta más adelante lo conectaba con la
cocina, y sabía que era esta porque desde aquí podía ver una parte de la encimera.
A mi izquierda tenía el salón, las puertas correderas en un blanco sucio dejaba
entrever un sofá oscuro y antiguo.
Tiré de mi prometido
para ir hacia esa estancia y una vez que corrimos las puertas ambos miramos
hacia el mismo sitio, a la ventana con la cortina corrida que dejaba todo a
oscuras. Fui hacia allí para echar a un lado la cortina y aparte de que por fin
entró luz, se levantó una ráfaga de polvo que me hizo toser.
Recorrí el salón
observando lo poco que había. El sofá tenía un par de cojines con unas flores
bastantes feas, y había una mesa redonda delante de una chimenea. Pero nada de
eso me impedía ver mi futura casa ahí montada. Un gran sofá doble con chaise
longue delante de la ventana, una mesa alargada con sus seis sillas frente a la
chimena. Una gran planta al lado del ventanal para darle un poco de vida a la
sala. Una lámpara en la otra punta del salón para cuando quisiéramos más
intimidad por las noches…
Me acerqué a la
chimenea, ahí podía visualizar una hilera de cuadros con fotografías en
movimiento que iniciaríamos el primer día que viviéramos aquí y que
rellenaríamos según fuéramos formando nuestra familia en esta casa.
Busqué a Teddy con la
mirada y lo encontré frente a la ventana mirando el mar. Me acerqué a él por la
espalda y le abracé la cintura, apoyando mi cabeza en su hombro.
—¿Te gusta? — me dijo
ladeando la cabeza para mirarme y sonriendo.
—Es justo lo que
siempre he soñado.
Teddy rio y se giró
para quedar de cara a mí, abrazándome él también.
—Pero si aún no has
visto el resto de la casa. Esto es tan solo el salón.
—No me hace falta ver
más para saber que me encanta. Sé que hace falta mucha limpieza y varias capas
de pintura, pero nada que un toque de varita no pueda arreglar. Además,
tendremos que reponer el mobiliario entero, será un verano muy largo…
—Podemos dormir en este
sofá hasta que encontremos todo, seguro que los dos bien apretados cabemos.
¿Quieres que te lo demuestre?
Comenzó a andar hacia
delante, empujándome a mí con sus pasos, acercándose al sofá con una sonrisa.
Yo no podía parar de reír y mientras él me sujetaba la cintura con un brazo,
con el otro se sacó la varita de los pantalones y la agitó para que la capa de
polvo que cubría el sofá desapareciera.
—¿Ves? Y eso es tan
solo el primer paso — levantó una ceja.
—Ah, ¿sí? ¿Y cuál es el
segundo?
—El segundo es…
Dejó de hablar cuando
sus manos encontraron los botones de mi camisa blanca y comenzaron a
desabrocharlos. Decidí ayudarle en el trabajo y una vez que mi camisa estaba
abierta la dejó caer al suelo. Tras ella me quité el top blanco que llevaba, la
camisa era medio transparente y tenía que ir al hospital con un mínimo de
decoro. Pero en cuanto el top tocó el suelo, me puse de puntillas y me eché
sobre Teddy para besarlo.
Si íbamos a estrenar
nuestra nueva casa así, prevenía un buen futuro para ambos.
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