Larmes brillantes

La
gárgola de piedra parece que nos mira fijamente, y yo sigo esperando a que
Teddy diga algo, pero parece que finalmente tendré que romper el hielo yo.
—¿Estás
seguro de que quieres hacerlo? No pasa nada por echarse a atrás, ya hemos
hablado de esto — le digo, ya que parece que de un momento a otro va a darse la
vuelta y desaparecer corriendo.
—No…
No… Estoy seguro, sé que quiero hacerlo.
Pero
su tono de voz no me convence. Sé lo nervioso que está, sé que esto no será
nada fácil para él. Ver a sus padres después de diecisiete años sin haberlos
visto nunca a excepción de un par de fotos no tiene que ser fácil para nadie,
por lo que no puedo ni imaginar lo que tiene que estar pasando por su mente.
Me
coloco frente a él, y llevo una mano a su cara para que baje la mirada a mí, al
contacto le noto quizás demasiado frío, Teddy me preocupa realmente.
—No
voy a irme, ¿lo sabes, verdad? Voy a estar a tu lado todo el rato, y si en
algún momento pasa… algo, voy a seguir estando ahí.
Asiente
y deposita un breve beso sobre mis labios sonriendo. Se queda unos segundos
pegados a mi frente y finalmente abre los ojos.
—Vale,
vamos.
Me
separo de él y le cojo de la mano mientras ambos damos un paso al frente, nos
situamos en las escaleras de caracol antes de decir la contraseña.
—Grageas
de caramelo — dice Teddy.
Inmediatamente
la gárgola comienza a moverse y así la escalera también, subiendo cada vez más
en círculos hasta que llega un momento y se para. Teddy respira hondo y
comienza a subir delante de mí, le sigo y entramos en el despacho.
McGonagall
está sentada tras su escritorio, lleva las gafas como siempre a la mitad de la
nariz, pero su sombrero distintivo está reposando a su lado en la mesa, sobre
un montón de pergaminos. Me sorprende ver como a la derecha de la mesa hay un
pequeño fénix que nos mira con curiosidad, no sabía que la profesora tenía uno
como mascota.
Nunca
antes había entrado al despacho de la directora, por lo que me sorprende todo
lo que veo, las estanterías repletas de libros que hay tras ella, los estantes
llenos de trofeos que hay alrededor nuestra, la mesa redonda que hay delante de
nosotros llena de más libros, pergaminos y unas cuantas plumas y a la derecha
en la pared, hay una cosa muy curiosa que parece una pequeña torre de oro con
lo que creo que son… ¿pensamientos? El líquido que contiene cada bote es muy
similar al que Teddy guarda en su bolsillo. Pero lo que más me sorprende de
todo es la cantidad de cuadros que hay sobre las paredes y en el techo, con
todos los antiguos directores mirándonos fijamente ahora que hemos entrado.
McGonagall
carraspea y se quita las gafas, deja en la mesa el pergamino que tenía en las
manos y nos mira alzando las cejas.
—
¿Y bien? ¿Por qué estáis aquí señorita Weasley y señorito Lupin?
Fijo
mi mirada en ella, algo asustada por haberla interrumpido, y tiro de la mano de
Teddy para colocarnos delante de la mesa circular pero a un espacio
correspondiente de la directora. Le doy un codazo a Teddy sin soltarle de la
mano para que comience a hablar, y me sorprende que lo haga de inmediato.
—Verás,
profesora… Dentro de una semana es mi cumpleaños, pero antes de que viniera,
Harry me hizo un regalo adelantado. — Hace una pausa y le miro, temiendo que no
pueda continuar. — Me regaló un pensamiento suyo. Me dijo que era el día en el
que mis padres me habían presentado a él y cuando le dijeron que fuera mi
padrino. Harry me ha regalado este pensamiento para que viera a mis padres y no
quisiera molestarla, pero… pero… me preguntaba si sería posible poder usar el
pensadero para… verles.
Me
asombra que haya sido capaz, realmente está muy nervioso, por lo que le doy un
pequeño apretón de mano. Teddy no ha quitado la mirada da la profesora
McGonagall mientras hablaba y esta nos evalúa con una mirada que no sé qué
significa. Tras unos segundos, McGonagall se levanta, coge las gafas que había
dejado en la mesa y viene hacia nosotros. Pero se desvía hacia nuestra derecha,
apunta con la varita a un armario y tras darle un toque, este se abre. El
pensadero, que es una pila de piedra con un líquido azul brillante, sale
levitando hacia fuera hasta encajarse en una pequeña base. El armario por
dentro es un triple espejo y el reflejo de la profesora nos mira.
—Tan
solo tienes que depositar el pensamiento aquí y luego, inclinarte hasta
introducir solo tu cara y así lo verás. Feliz cumpleaños, Lupin.
Tras
decir eso, va hacia la gárgola y desaparece mientras esta gira y ella baja las
escaleras a la misma vez. Nos hemos quedado solos, aunque no tanto como creemos
porque las miradas de los cuadros aún las puedo sentir sobre nosotros.
Teddy
deja caer la mochila al suelo y yo me quito la mía y la dejo con más cuidado al
lado de la suya. Me suelta y va hacia el pensadero, se queda frente a él
mirando el líquido que se mueve suavemente. Saca el tubo donde Harry le dejó su
propio pensamiento y lo sostiene en su mano mirándolo.
Me
acerco a él y le pongo una mano sobre la espalda.
—Cuando
estés listo.
Me
mira y asiente.
—
¿Vas a estar aquí verdad?
—A
tu lado, todo el rato. No pienso irme lejos de ti y te sostendré la mano hasta
que vuelvas.
Vuelve
a asentir y se pasa la mano por el pelo verde, que cambia al morado inmediatamente
cuando hace eso. Sé identificar ya muy bien su color de pelo debido a sus
emociones, y sé que ha aguantado mucho dejándose el suyo hasta que la profesora
se ha ido.
—Vale
— se dice a sí mismo.
Desenrosca
el tapón del bote e inclina este para que el pensamiento corra. El líquido es
espeso y de un azul blanquecino brillante que cae lentamente. Le agarro de la
mano inmediatamente y a continuación se inclina hacia delante, apoyándose con
su otra mano en el propio pensadero e introduce la cara en el agua.
Observo
disimuladamente el despacho a la espera de alguna reacción por su parte. Y
después de un minuto, veo como su cuerpo comienza a moverse. Al principio no sé
por qué, pero luego oigo sus sollozos y su cuerpo agitándose cada vez que
llora. En ese momento se me rompe el alma por verle así y suelto su mano para
colocarme detrás de él y abrazarle de espaldas.
Su
mano busca la mía a ciegas y la entrelazamos en su estómago, mientras su llanto
se ha calmado un poco.
Puedo
oír los murmullos provenientes de los cuadros a nuestro alrededor. Mi mirada
está en algún punto fijo en el suelo, por lo que no puedo mirar mucho más, pero
sé que están cuchicheando de nosotros.
Al
cabo de cinco minutos, Ted levanta la cabeza y se gira hacia mí. Creía que iba
a tener la cara entera empapada, pero lo único por lo que está mojada es por
sus lágrimas. Antes de que pueda decir nada, sus piernas se doblan y cae al
suelo. Entierra la cara en las manos y comienza a llorar como nunca antes le
había visto.
Me
inclino de inmediato abrazándole. Rodeo su cuerpo fuerte con mis brazos y le
acuno mientras le acaricio la espalda. Él se deja caer sobre mí, encogido y
llorando sin parar. No sé qué otra cosa hacer, solo le consuelo como mejor
puedo.
En
algún punto su pelo se convierte entero negro y le doy un beso en la cabeza. Al
cabo de un rato consigue separar sus manos de la cara y me abraza mientras
hunde el rostro en el hueco de mi brazo.
—Shh…
Ya está… — le susurro.
Puedo
ver como una mujer que está frente a nosotros en un cuadro se limpia las
lágrimas con un pañuelo. Está llorando por él y eso me entristece más, porque
no soy la única que le duele verlo así. El resto de personas se han acercado a
los cuadros más cercanos para ver mejor la escena, pero Teddy ignora todo esto.
Se
va calmando poco a poco, como si no tuviera más lágrimas por echar y consigo
que levante un poco la cabeza. Le limpio las lágrimas que quedan en sus
mejillas con mis manos y le doy un beso en la frente.
No
voy a preguntarle por lo que ha visto. Lo tenía claro desde el primer momento
que me contó lo que le había regalado mi tío Harry. Esto es cosa de él y es su
intimidad, yo solo le acompaño para darle fuerzas y consuelo y aunque sienta la
mínima curiosidad, no le preguntaré hasta que él no esté dispuesto a decírmelo.
—
¿Llegaremos al almuerzo? — me pregunta con la voz rota aún.
—Claro,
estoy segura de que aún hay bastante comida. Solo ha pasado media hora, aún
tenemos tiempo. Y luego podremos ir al lago a dar un paseo, ¿te apetece?
Teddy
asiente y se tumba sobre mi regazo como si fuera un bebé. Ahora mismo no
aparenta para nada diecisiete años, y el punto macarra que tiene tan solo se
puede ver reflejado en sus pendientes en ambas orejas. Tengo que admitir que no
me gusta nada como le queda el pelo negro, pero aún le paso una mano por el
cabello, como tan acostumbrada estoy a hacer.
—
¿Te imaginabas el despacho de McGonagall así? — le digo para ir relajando el
ambiente.
—Es
muy grande, creía que sería más pequeño ¿has visto todos los libros que había
detrás de ella? ¿Tendrán la historia de cada director?
Alzo
las cejas sorprendida por esa pregunta, ya que no me hubiera imaginado tal
cosa.
—En
los libros no sé, pero si te puedo asegurar que están todos mirándonos ahora,
le hemos dado un buen espectáculo para entretenerlos hoy.
Teddy
frunce el ceño y se incorpora rápidamente mirando alrededor. Las personas de
los cuadros empiezan a disolverse de las reuniones conjuntas que habían formado
y se dirigen a su cuadro respectivo, algunos disimulando más que otros.
—Os
dije que no éramos más discretos. Era evidente que se darían cuenta — dice un
señor calvo con una gran túnica granate.
Ambos
reímos por lo bajo y me levanto, mierda, se me ha quedado dormida una pierna
por estar sentada en esa postura.
—Vamos,
será mejor que bajemos ya antes de que James o Lily se recorran medio Hogwarts
buscándonos.
Teddy
se levanta sacudiéndose los pantalones y yo recojo ambas mochilas, tendiéndole
la suya. Me arreglo bien la falda y la túnica, Teddy se acerca y me rodea la
cintura con un brazo antes de ir hacia la gárgola y sonríe.
—Gracias.
No
dice nada más, tampoco es que haga falta, pero se inclina hacia mí para darme
un beso al cual correspondo a pesar de que me sorprenda. No creía que fuera a
hacerlo con nuestro público, ya que se escucha un ‘oooh’ de fondo mientras nos
besamos.
Nos
reímos al separarnos y vamos hacia la escalera, bajamos mientras la gárgola
comienza a girar y comenzamos a imaginar lo que habrá para almorzar. Yo apuesto
a por puré de patatas y pollo, mientras Teddy prefiere espaguetis.
(Este relato está basado en el mismo fanart que veis arriba. Lo vi un día de casualidad y me inspiró oye. Lo encontré a color pero no lo guardé, así que he pillado ese, obviamente los créditos correspondientes al artista del fanart. Espero que os haya gustado, y si no, pues que le voy a hacer. Volveré aquí con más de todas formas).
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