A little of dust

Suerte que me puse guantes para ir al jardín con Elain, si no tendría ahora las manos llenas de tierra. Ella en cambio prefería no usarlos. Decía que le gustaba tocar las plantas, la tierra, sentir la vida en sus manos y ensuciarse con ellas a la hora de plantarlas. Casi no reconocía a mi hermana con esto último. Había cambiado mucho desde la batalla. Ahora podía ver diariamente la luz en sus ojos, las ganas de vivir que salían de ella. Y eso hacía que a mí me saliera el doble, era tan feliz de verla así…

Por lo que en esta mañana le ayudé a plantar rosas en el jardín. Feyre en un principio no quería que lo hiciera. Elain se sintió mal creyendo que le gustaría pero Feyre ni quiso acercarse al jardín ese día. Después de tres días, vino y le dijo a mi hermana que podía plantarlas si quería, pero que por favor fueran blancas. Y así lo hicimos.

Ahora me dirigía a mi cuarto, pensaba darme una ducha rápida, ya que después de todo lo sucedido Feyre había hecho que me instalaran algo más… abierto para poder bañarme, le estaba muy agradecida y aunque ahora tenía que hacerlo de pie, al menos podía bañarme tranquilamente y sin la sensación de que me iba a ahogar de un momento a otro.

Recogí los bajos de mí vestido de seda celeste, que estaban manchados de barro, para subir la escalera ya que me arrastraba un poco. La mayoría de la ropa que teníamos aún eran o de Feyre o Mor, pero mi hermana me había prometido que en esta semana iríamos a la ciudad a que nos hicieran un armario a medida a Elain y a mí.

Subí las escaleras lentamente, no tenía prisa ninguna en llegar a mi habitación, y así era ya que cuando pasé por delante de su puerta y la vi entreabierta asomé un poco la cabeza para ver que estaría haciendo, ya que solía tenerla siempre cerrada.

Cassian estaba sentado sobre un sillón, con las alas dejadas caer a los lados y los pies sobre un pequeño puff azul oscuro al igual que la tela del sillón. En sus manos sostenía un libro y le prestaba una atención y concentración que me sorprendía. Me quedé mirándolo unos segundos antes de empujar suavemente la puerta para que me viera mejor.

— ¿Sabes cómo se usa uno de esos? — dije apoyada en el marco de la puerta burlándome de él.

Cassian levantó la vista del libro y cuando puso su mirada sobre mí, sonrío mostrando todos los dientes.

—En realidad no. Es la primera vez que abro uno de estos, ¿quieres enseñarme a… leer? ¿Así se llama esto no? — bajó las piernas del puff y se puso recto en el sillón.

 —Mmm… — dije mientras entraba en la habitación y me acercaba a él. Me senté donde antes habían estado sus piernas y le quité el libro de las manos, observándolo con mucho cuidado, como si fuera una pieza valiosa. Me dediqué a pasar las páginas lentamente, leyendo algunas líneas para mí, mientras sentía la mirada de Cassian sobre mí. — Así que estás dispuesto a que te enseñe, dices.

—Eso creo, pero me temo que serías una profesora demasiado dura, quizás.

—Mmm…— volví a repetir.

Me eché hacia delante, cruzando las piernas y dejándome caer en esta mientras seguía mirando el libro. Pero a la vez me acerqué un poco más a él, y también noté como él se echaba poco a poco hacia delante. Me metí un mechón de pelo tras mi oreja puntiaguda y pasé una página de la novela.
Pero la mano de Cassian se alzó hacia mi rostro, me acarició la mejilla y noté como su pulgar se apretaba de nuevo un poco más.

Alcé mis ojos hacia los de él y nos perdimos unos segundos en la mirada del otro. Notaba como una fuerza interior tiraba de mí para que me acercara más a él, y así lo hacía, pero muy lentamente.

La boca de Cassian se abrió, miró hacia mis labios y tragué saliva mientras el libro se deslizó de mis manos y cayó hacia el suelo dando un pequeño golpe sonoro.

—Tenías… un poco de tierra — dijo Cassian antes de que nuestros labios se encontraran.

Su mano se deslizó un poco hacia mi pelo y yo estaba casi al borde del pequeño asiento que me había encontrado mientras me dejaba caer hacia él. Apoyé mis manos en sus piernas mientras abría mi boca para deslizar mi lengua sobre la de él.

De mi garganta nació un ronroneo que no me esperaba, pude notar como los labios de él sonreían sobre los míos. Pero el deseo y la necesidad estaban creciendo en mí, así que me aparté cuidadosamente de él mientras intentaba sentarme recta y serena. Intentaba parecer lo más calmada posible a pesar de que no lo estuviera, porque en realidad le hubiera seguido besando.

Miré al suelo un par de segundos mientras pasaba las manos por la falda de mi vestido, como si hubiera alguna arruga que tenía que corregir. Al final levanté la cabeza y le miré, solo esperaba que mis mejillas no estuvieran rojas, que el calor no se hubiera extendido más allá de mi estómago.
—Voy a darme un baño — dije mientras me levantaba.

Vi de refilón como Cassian se echaba hacia atrás en el sillón antes de hablar.

— ¿Quieres que te ayude? — pude notar el tono burlón en su voz.

Salí de la habitación despacio, esperando que no se diera cuenta de mi necesidad urgente de salir de allí, pero lo hice con una sonrisa en el rostro, porque si por mí fuera le hubiera dicho que sí. 

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