A little of dust

Por
lo que en esta mañana le ayudé a plantar rosas en el jardín. Feyre en un
principio no quería que lo hiciera. Elain se sintió mal creyendo que le
gustaría pero Feyre ni quiso acercarse al jardín ese día. Después de tres días,
vino y le dijo a mi hermana que podía plantarlas si quería, pero que por favor
fueran blancas. Y así lo hicimos.
Ahora
me dirigía a mi cuarto, pensaba darme una ducha rápida, ya que después de todo
lo sucedido Feyre había hecho que me instalaran algo más… abierto para poder
bañarme, le estaba muy agradecida y aunque ahora tenía que hacerlo de pie, al
menos podía bañarme tranquilamente y sin la sensación de que me iba a ahogar de
un momento a otro.
Recogí
los bajos de mí vestido de seda celeste, que estaban manchados de barro, para
subir la escalera ya que me arrastraba un poco. La mayoría de la ropa que
teníamos aún eran o de Feyre o Mor, pero mi hermana me había prometido que en
esta semana iríamos a la ciudad a que nos hicieran un armario a medida a Elain
y a mí.
Subí
las escaleras lentamente, no tenía prisa ninguna en llegar a mi habitación, y
así era ya que cuando pasé por delante de su puerta y la vi entreabierta asomé
un poco la cabeza para ver que estaría haciendo, ya que solía tenerla siempre
cerrada.
Cassian
estaba sentado sobre un sillón, con las alas dejadas caer a los lados y los
pies sobre un pequeño puff azul
oscuro al igual que la tela del sillón. En sus manos sostenía un libro y le
prestaba una atención y concentración que me sorprendía. Me quedé mirándolo
unos segundos antes de empujar suavemente la puerta para que me viera mejor.
—
¿Sabes cómo se usa uno de esos? — dije apoyada en el marco de la puerta
burlándome de él.
Cassian
levantó la vista del libro y cuando puso su mirada sobre mí, sonrío mostrando
todos los dientes.
—En
realidad no. Es la primera vez que abro uno de estos, ¿quieres enseñarme a…
leer? ¿Así se llama esto no? — bajó las piernas del puff y se puso recto en el sillón.
—Mmm… — dije mientras entraba en la habitación
y me acercaba a él. Me senté donde antes habían estado sus piernas y le quité el
libro de las manos, observándolo con mucho cuidado, como si fuera una pieza
valiosa. Me dediqué a pasar las páginas lentamente, leyendo algunas líneas para
mí, mientras sentía la mirada de Cassian sobre mí. — Así que estás dispuesto a
que te enseñe, dices.
—Eso
creo, pero me temo que serías una profesora demasiado dura, quizás.
—Mmm…—
volví a repetir.
Me
eché hacia delante, cruzando las piernas y dejándome caer en esta mientras
seguía mirando el libro. Pero a la vez me acerqué un poco más a él, y también
noté como él se echaba poco a poco hacia delante. Me metí un mechón de pelo
tras mi oreja puntiaguda y pasé una página de la novela.
Pero
la mano de Cassian se alzó hacia mi rostro, me acarició la mejilla y noté como
su pulgar se apretaba de nuevo un poco más.
Alcé
mis ojos hacia los de él y nos perdimos unos segundos en la mirada del otro.
Notaba como una fuerza interior tiraba de mí para que me acercara más a él, y
así lo hacía, pero muy lentamente.
La
boca de Cassian se abrió, miró hacia mis labios y tragué saliva mientras el
libro se deslizó de mis manos y cayó hacia el suelo dando un pequeño golpe
sonoro.
—Tenías…
un poco de tierra — dijo Cassian antes de que nuestros labios se encontraran.
Su
mano se deslizó un poco hacia mi pelo y yo estaba casi al borde del pequeño
asiento que me había encontrado mientras me dejaba caer hacia él. Apoyé mis
manos en sus piernas mientras abría mi boca para deslizar mi lengua sobre la de
él.
De
mi garganta nació un ronroneo que no me esperaba, pude notar como los labios de
él sonreían sobre los míos. Pero el deseo y la necesidad estaban creciendo en
mí, así que me aparté cuidadosamente de él mientras intentaba sentarme recta y
serena. Intentaba parecer lo más calmada posible a pesar de que no lo
estuviera, porque en realidad le hubiera seguido besando.
Miré
al suelo un par de segundos mientras pasaba las manos por la falda de mi
vestido, como si hubiera alguna arruga que tenía que corregir. Al final levanté
la cabeza y le miré, solo esperaba que mis mejillas no estuvieran rojas, que el
calor no se hubiera extendido más allá de mi estómago.
—Voy
a darme un baño — dije mientras me levantaba.
Vi
de refilón como Cassian se echaba hacia atrás en el sillón antes de hablar.
— ¿Quieres que te ayude? — pude notar el tono burlón en su voz.
Salí
de la habitación despacio, esperando que no se diera cuenta de mi necesidad
urgente de salir de allí, pero lo hice con una sonrisa en el rostro, porque si
por mí fuera le hubiera dicho que sí.
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