Strange twist

La Madriguera estaba sumida en un completo silencio. Nadie se atrevía a hablar para absolutamente nada. Tampoco es que tuvieran muchos ánimos para hacerlo. Cada uno estaba en su habitación llorando. 

A Ginny le acompañaba Harry, él también estaba roto del dolor por haber visto la escena en directo, ambos se abrazaban en la cama sin poder parar de llorar. Hermione tenía en su regazo a Ron, que se había dejado caer en una esquina de su habitación y no había quién lo levantará de allí. Percy era el que más había gritado nada más llegar a casa, incrédulo aún del suceso. George se había metido en la cama de su hermano gemelo, abrazando su almohada, intentando recordar su olor para siempre mientras lloraba el doble que todos, pensaba que no iba a soportar tanto dolor, y que de un momento a otro se rompería literalmente por el pecho de aguantar todo lo que sentía. 

Bill estaba en El Refugio con Fleur, se había quedado sentado frente a la chimenea, sin apartar la mirada de allí y sin soltar ni una sola lágrima. Cada uno superaba la muerte de sus familiares de distinta manera, y aunque Bill tenía muchos monstruos en la cabeza, desde fuera, estaba como una piedra. 

Pero en La Madriguera, se podía ver una luz encendida arriba del todo, la del cuarto de Arthur y Molly. Arthur estaba sentado a los pies de la cama, con una fotografía entre las manos, algo arrugada en las esquinas de apretarla tan fuerte por la rabia. En ella, se podían ver a unos Arthur y Molly jovencísimos, él iba trajeado y ella lucía un vestido blanco a la altura de los tobillos, sujetaba un ramo de flores entre las manos y ambos sonreían de oreja a oreja a la cámara antes de fundirse en un beso enseñando sus anillos de recién casados. 

Una lágrima cayó sobre la cara de Molly en la fotografía y Arthur cerró los ojos fuertemente. Aún no podía creer lo que acababa de pasar esa misma mañana. Después de tantos años, su Molly se había ido. Él siempre pensó que sería él quién moriría primero, que no tendría que soportar una vida llena de dolor por no tener a su Molls junto a él. Pero nunca se imaginó que su querida Molly moriría de aquella terrible manera. Tantos años siendo felices, tantos hijos que habían tenido, tantas risas que habían compartido, y al final… Al final había muerto por su propia prima. Bellatrix Lestrange había asesinado a su Molls, delante de sus ojos y delante de todos sus hijos. Y Arthur pensaba vengarla, aunque fuera lo último que hiciera en esta vida. Nadie mataba a su amorcito y se iba de rositas. 


El viento me golpeaba en toda la cara, las ramas de los árboles pasaban volando alrededor de mí, golpeando mis brazos, haciendo arañazos tras la fina tela de mi vestido y arañándome la piel. Ya podía sentir la sangre escociéndome en las minúsculas heridas que se estaría formando por mis brazos. 

No podía parar de correr, saltaba con los brazos abiertos y mirando a todos lados. Necesitaba aire, y a pesar de que soplaba un fuerte viento, me sentía ahogada de todas maneras. Por lo que seguí corriendo y corriendo, como si al hacerlo, pudiera dejar por el camino el recuerdo de aquel terrible momento, que no dejaba de repetirse una y otra vez en mi mente. Nunca podría olvidar su rostro rompiéndose en mil pedazos y desapareciendo poco a poco. 

Me paré frente a un árbol y clavé los dedos fuertemente en el tronco, pegué un grito ensordecedor y eché la cabeza hacia atrás. Pude ver como algunos pájaros salieron volando de las ramas que tenía sobre la cabeza. Me arañé la garganta con mi propia rabia y dejé caer la cabeza sobre el tronco, mirando al suelo y negando una y otra vez hacia los lados. 

No podía ser verdad. Tom no podía haberse ido, el Señor Tenebroso no podía estar muerto. ¡No podía ser verdad! El asqueroso de Harry Potter había matado al mayor mago de todos los tiempos. ¡Había matado a mi Tom! 

En cuanto vi lo que ocurrió desaparecí de inmediato de aquel colegio, con miedo de que nos pillaran a todos los mortífagos y volviéramos a Azkaban. Y nunca más pensaba pisar ese sitio. Vi como un par de mortífagos desaparecían y reaccioné a tiempo para hacerlo yo también mientras miraba los últimos trozos de mi amo disolverse por el aire. 

El primer sitio que pensé para aparecerme sola, era este bosque donde veníamos algunos veranos de pequeñas para cazar, lo conocía bastante bien como para no acabar en otro sitio o en la nada en el intento. 

Volví a gritar, dando esta vez patadas en el suelo, agarrándome la cabeza con mis propias manos. No podía parar de gritar, quería venganza, quería sangre, quería demasiadas cosas en ese momento que no podía conseguir y eso me enfurecía más. 

Saqué la navaja de la bota derecha, donde siempre la guardaba y ataqué al árbol que tenía enfrente. No paré de mover la hoja contra el duro tronco en varios minutos, mientras gritaba cosas al aire o apretaba los dientes hasta casi romperme la mandíbula. ¿Por qué se habían escondidos todos los animales de alrededor? Necesitaba abrir uno en canal, necesitaba sentir su dolor, necesitaba ver la sangre correr por mis dedos, necesitaba ver como el pobre animal sufría mientras yo sostenía sus últimos segundos de vida entre mis manos. 

Mientras todos esos pensamientos corrían por mi mente, se me escapó la navaja de entre los dedos y dio un par de giros en el aire, acabando la puta afilada hacia mi estómago. Di un salto atrás gritando. 

—¡No!

Vi como cayó la navaja a cámara lenta, me quedé observando como el reflejo de la hoja afilada se escondía entre varias hojas que estaban ya convirtiéndose con el típico color otoñal. Cuando reaccioné, me llevé ambas manos a mi barriga, tocando el pequeño bulto que salía de ella. 

No podía dejar que le pasara nada, no podía hacerle daño, no a… ello. Ese pequeño ser que estaba creciendo dentro de mí sería el mago o bruja más poderoso de todos los tiempos. Sería digno hijo de su sucesor y el mundo mágico volvería a temblar bajo sus pies. Y yo tenía que protegerlo. Tenía que proteger a lo único que quedaba de Tom, del Señor Tenebroso. 

Mi madre siempre me dijo que yo nunca sería buena madre, y creía que sería así. Cuando me quedé embarazada de Rodolphus ni siquiera miré a la criatura, aborrecía a aquella cosa que se instaló en mi cuerpo sin mi permiso. Que se alimentaba de mí y agotaba todas mis energías. Por suerte, tras una paliza de Rodolphus salió antes de tiempo, y mis hermanas me ayudaron a sacarlo. Ni siquiera lo miré. No pensaba criarlo, no pensaba tener en brazos algo que compartía con Rodolphus. Yo estaba segura de no querer a ese niño, o niña, nunca supe lo que era, pero también estaba segura de que Rodolphus nunca lo querría. No iba a dejar que maltratara a esa criatura como lo hizo conmigo, y aunque no sentí nunca amor hacia esa cosa, tampoco iba a dejarla con vida. 

En realidad no sé si la tuvo o no. Nació antes por culpa de Rodolphus, él no sabía que estaba embarazada, me ocultaba la barriga con una poción, porque cuando ya me enteré era demasiado tarde para expulsarlo de mi cuerpo. Mis hermanas estuvieron al tanto de todo desde el primer momento. Pero un día, cuando me pilló en uno de los pasillos para besarme y abofetearme, su rabia siempre acababa volviéndose contra mí, yo era su saco de boxeo para cuando necesitaba desahogarse, en ambos sentidos, tanto sexual como físicamente. Y ese día sus manos fueron a más y las patadas también. Yo siempre me defendía y eso a él le ponía más nervioso, así que en cuanto noté el daño que me había hecho, salí corriendo para avisar a mis hermanas y entre las dos me ayudaron a salir de Hogwarts para tenerlo en unos túneles que se escondían bajo el castillo. 

Le dije a Meda que se hiciera cargo de aquello, que no se le ocurriera llevárselo a la abuela, porque nuestros padres se acabarían enterando y yo saldría perdiendo aún más. Así que no sé si tuvieron el valor de matarlo ellas o dejarlo en el bosque prohibido para que alguna criatura se lo llevase. Eran demasiado inocentes en aquella época, creo que no tenían el valor para llevar aquello acabo. Yo lo hubiera hecho sin pensarlo, porque lo odiaba, pero no quería ni mirarlo. 

Pero no iba a dejar que pasara lo mismo con este. No, yo amaba a Tom, le he amado siempre. Es un sentimiento que nunca creí que sentiría, exceptuando el amor hacia mis hermanas, pero siempre ha sido así, desde que lo conocí por primera vez con diez años y realmente lo sentí a los quince. 

Ahora pensaba contradecir a mi madre, y sería una buena madre para esta cosa… a mí manera. Lo criaré yo sola, nadie sabrá nunca de su existencia, le enseñaré las artes más oscuras y le enseñaré a torturar bien a cualquier ser, animal o persona. Aprenderá a usar la varita, a leer, a caminar, todo, se lo enseñaré yo. Y yo seré también quién le marque la marca tenebrosa en su brazo. Esa marca le recordará a donde pertenece y quién es realmente. 

Podría ir a casa, matar a mamá y a papá tras darle la buena noticia y vivir allí. Seguramente ellos estén ya viejos y ni se puedan defender de mí, por lo que sería bastante aburrido, y además de que aquel sitio me trae muchos recuerdos. Y Cissy podría encontrarme y… Cissy no puede enterarse de esto. Meda nunca lo sabrá, aquella traidora nunca sabrá que tendrá un familiar más. Oh, seguro que está llorando ahora porque he matado a su hija. Mi pobre hermanita se ha quedado sin su hijita… 

Solté una carcajada al recordar lo divertido que es. Lo irónico que ha sido todo después de tanto tiempo. 

— ¡Meda se ha quedado sin su hija! — Alcé los brazos al aire y di saltos girando de la alegría. — Se lo merece. Nunca debió de traicionarnos, de abandonarnos, aquella sangre sucia le lavó el cerebro, ¡nos quitó a nuestra hermana! Pobre Meda, dulce Meda… —terminé susurrando cuando divisé una pequeña lagartija en un árbol cercano. 

Saqué la varita y me acerqué lentamente a ella, no puede huir, tenía que hacerme con ella, y aunque el animal lo intentara, no podría ir muy lejos. 

¡Petrificus totalus! 

Llegué al árbol dando unos pequeños saltitos y cogí a la lagartija por la cola, era un poco más grande que mi mano, perfecta para la ocasión.

¡Accio! — señalé hacia la navaja que seguía en el suelo y voló inmediatamente hacia mi mano.

Miré al pequeño animal ladeando la cabeza, tenía los ojos como platos, mirándome fijamente, oliendo el peligro que le acecha y yo casi podía oler su miedo también. 

—Diría que lo siento… ¡pero mentiría! — me reí al decir lo último mientras llevaba la punta del cuchillo hacia el centro de su cuerpo y comenzaba a apuntar hacia abajo lentamente. 

Al principio me costó hundir la navaja, pero eran ya muchas veces las que lo había hecho, y tras apretar un poco la piel comenzó a abrirse en canal. La sangre empezó a derramarse poco a poco como un río hacia ambos lados y pude oír el último suspiro del animalillo mientras miraba alrededor asustado. Una vez que estaba abierto en canal, la sangre corrió libremente ya, mientras lo hacía se formó un pequeño charco en mi palma, derramándose entre mis dedos y manchándome las botas negras. 

Volví a coger al animal de la cola y lo coloqué hacia abajo para que saliera toda la sangre. Una vez que lo hice, lo tiré por encima del hombro y empecé a frotarme ambas manos con la sangre que ya tenía en una.

Mis manos se volvieron por completo rojas y el líquido espeso se deslizó lentamente por las muñecas cuando levanté la izquierda hacia mi cara, saqué la punta de la lengua y la pasé lentamente por el índice de mi mano.

Se me escapó un grito de excitación y pegué mis manos a mi cara, dejando en mis mejillas la señal de mis huellas ensangrentadas.

Tenía que buscar comida, no podía pasar la noche aquí fuera sin un refugio. Además, el sol se estaba poniendo ya. Y tenía que cuidar a lo que estaba dentro de mí. Sabía que había varios cazadores que tenían aquí unas pequeñas cabañas para cuando venían de caza. Así que decidí salir a la linde del bosque para poder así buscar mejor estas.

Me llevé un par de horas andando hasta que divisé una al fondo. ¿Le llevaba flores a la persona? ¡O quizás un animalillo muerto! Ese sería un regalo estupendo, aunque quizás no le agradara tanto. Bueno, el detalle era lo que contaba, ¿no?

Al final, llegué a la cabaña y llamé un par de veces dando con la mano en la puerta. Había que ser educada ante todo.

—¡Quién anda ahí! — dijo la voz ronca de un hombre. A los pocos segundos pude escuchar sus pasos aproximarse a la entrada. Y un par de segundos más tarde abrió. 

Sonreí nada más verle. Era un hombre gordo, llevaba unos vaqueros, una camiseta blanca y una camisa roja de cuadros abierta. Tenía un gran bigote blanco y por debajo de una gorra azul se podía ver un poco de pelo blanco. Y su cara se puso igual de blanca al verme. Tener un poco de sangre en la cara y en las manos no era tan raro al fin y al cabo. Muggles… que débiles que eran…

¡Avada Kedrava!

El rayo verde alcanzó su cuerpo y este cayó hacia atrás con un gran golpe en el suelo de madera de la cabaña. Alcé la varita y con un movimiento saqué su cadáver de mi paso, lo lancé hacia el bosque y entre en la cabaña. 

No estaba nada mal el sitio. Cocina amplia que conectaba con el salón, una chimenea en mitad de esta y dos puertas cerradas que llevarían a una habitación y al baño. Buen sitio para comenzar un hogar. Lo adornaría con el tiempo y quitaría estas cosas tan coloridas de las paredes. 

Di una vuelta por toda la cabaña inspeccionándola y finalmente acabé en el sillón frente a la chimenea. Me quité las botas de dos patadas y me quedé con la varita colgando de la mano izquierda, mientras con la derecha me acariciaba la tripa. 

Esta vez iba a ser todo distinto, todo saldría bien. Honraría la palabra y la persona de Tom Marvolo Ryddle, honraría el legado que ha dejado y lo haría con todo mi esfuerzo. Si esta pequeña cosa era un niño lo llamaría como su padre, eso le gustaría, pero si al final esta criatura era una niña… la llamaría Delphine.

Comentarios

  1. Aaaaaah! Me ha gustado mucho! Hasta me he emocionado, fíjate lo que te digoooo.
    Quiero más fanfics de estos :)

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